Cuando sin rubor alguno, con premeditación y alevosía se realiza una antología de lo política y estéticamente incorrecto te puede ocurrir que llames la atención, que es lo que a fin de cuentas buscas, pero que te piten los oídos hasta que cumplas los noventa. Eso y que unos cuantos te llamen “valiente” y “autor de culto”, ya que lo primero y lo segundo suelen ir unidos.
En el caso que nos atañe, el riesgo es más pequeño, o al menos más repartido, ya que la sucesión de sketchs escatológicos de sal muy, muy gorda llevan la firma coral de varios directores, algunos de ellos de renombre, que han enloquecido, pretenden poner sus carreras a prueba o sencillamente han decidido dar rienda suelta a la siempre terapéutica labor de hacer aflorar represiones traumáticas.
Pero el verdadero expediente X reside en plantearse qué narices pinta semejante reparto de hiperlujo en un desfile de ordinarieces, algunas para morirse de pena y otras con bastante acierto cómico y dignas de dedicarles un rato de tu vida.
Al asociar a esta película nombres como los de Richard Gere, Kate Winslet, Halle Berry, Hugh Jackman, Emma Stone, Naomi Watts, Gerard Butler, Chloë Grace Moretz, Uma Thurman o Terrence Howard entre otros muchos lo primero que pasa por la cabeza es que, una de dos, o son enormes las ganas de desfogue colectivo incentivado por el grado de amistad con los realizadores o la civilización tal y como la conocemos llega a su fin y los mayas se equivocaron por pocos días.
El nexo argumental que sirve de pretexto para la sucesión de cortos que aparte de lo gamberro y provocador, poco más tienen en común, simplemente es eso mismo, un pretexto, y si ahondáramos en ello se insultaría a la inteligencia que brilla por su ausencia en el argumento y que se presupone al lector. Eso sí, merece la pena mencionar que el corto de Farrrelly con Hugh Jackman y su cuello no tiene desperdicio, así como el momentazo “superheroico” con Uma Thurman haciendo de Lois Lane o el monólogo final sin ton ni son, pero muy divertido, del entrenador Terrence Howard. Para poner una denuncia en el juzgado de guardia por el atentado a la razón el corto de un Richard Gere que pasa el poco rato que aparece en pantalla con pinta de preferir estar haciendo meditación bajo el agua antes que participar en aquello o el final de la cinta, indignante de lo puramente absurdo. En resumen, altibajos con pocos altos aunque muy divertidos y bajos que llegan al subsuelo. Que cada uno valore si está para montañas rusas en el cine…
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