Siempre hay especies marinas que se van encontrando fuera de su área de distribución ya sea por medios naturales o artificiales. Últimamente, hay un auge en el descubrimiento de estas especies a lo largo y ancho de nuestro planeta. La exploración biológica marina se ha puesto de moda y existen asociaciones de buceadores que se dedican a tomar imágenes para conocer los deterioros y las distribuciones de muchos organismos marinos; la ciencia ciudadana gana adeptos. Sin embargo, dentro de las especies exóticas, no todas tienen la misma capacidad de colonización, ni se pueden considerar invasivas o invasoras. Pueden estar Establecidas, significa que están bien asentadas con más de un individuo, y, que se están reproduciendo, por su evidente capacidad de expansión, aunque se encuentre limitada a un sector concreto de una costa. Las hay Casuales, y se trata de especies que han sido vistas una vez, pero que no se han vuelto a observar; puede que estén de forma constante llegando a un lugar geográfico concreto pero sin capacidad de proliferación. Otras son Crípticas y han pasado desapercibidas, son insuficientemente conocidas, y no podemos asegurar que estuvieran asentadas desde tiempos pasados en un litoral concreto. Ciertamente, las Invasivas, son aquellas que se han expandido claramente fuera de su establecimiento inicial y están provocando un impacto evidente en el medio marino, ocupando territorio subacuático, y compitiendo claramente con las especies indígenas. En Ceuta, es bien conocido el grave problema con el alga asiática Rugulopterix okamurae, una especie claramente invasiva, que ha transformado literalmente el paisaje de los fondos marinos de la bahía norte, y gran parte del fondo sumergido en la bahía sur. En Canarias, también se están registrando una serie de especies exóticas de corales, que empiezan a preocupar a las autoridades ambientales del archipiélago. Ciertamente, resulta sorprendente observar el asentamiento de determinadas organismos tropicales fuera de su área de distribución, por el momento, afortunadamente, no se han producido colonizaciones de importancia en el suelo marino canario que nos deban alarmar. No obstante, el seguimiento de estos fenómenos resulta fundamental, para conocer el alcance y las alteraciones que podrían suponer, para las especies autóctonas y el ecosistema marino en general. No conviene olvidar, las pérdidas de especies y hábitats, que se han producido a lo largo de la historia de las colonizaciones humanas, sobre todo en tierra firme. El archipiélago de Hawái, durante los siglos XIX y el XX, sufrió una de las peores tragedias naturales de la historia, al perder gran parte de su flora y fauna autóctonas, debido al transporte de especies continentales, y a la explotación de sus tierras para la agricultura.
En el caso de algunas especies tropicales marinas registradas en Canarias, da la impresión, que hayan alcanzado las islas por sus propios medios, colonizando puntos concretos de algunas islas. En este sentido, y basándonos en el registro fósil, cabe imaginarse como durante los pulsos pleistocénicos (periodo geológico acaecido hace dos millones de años aproximadamente), e incluso en los sucesivos periodos glaciales, las faunas sureñas han estado ampliando y retrocediendo sus rangos de distribución al albur de los antiguas y poco entendidas fluctuaciones climáticas. De esta forma, sabemos que durante los periodos cálidos, llegaron a Canarias, y también al Mediterráneo, fauna de corales y de moluscos procedentes de las zonas tropicales africanas. Al poseer esqueletos calcáreos, este tipo de organismos, pueden dejar registro de su paso por las islas más fácilmente que otros. Por eso, estudiar un yacimiento fosilífero es como dar un paseo por el pasado reciente de las islas, deleitándonos con los cambios naturales, provocados por el acontecer del tiempo y el clima. En estos lugares, se siente la eternidad cósmica con gran intensidad, a la vez que se pone de manifiesto, nuestra debilidad y fragilidad, si consideramos a los seres orgánicos individualmente. Nada somos si nos aislamos, y sin embargo unidos, formamos el milagro de la biosfera, cooperando y asociándonos los unos con los otros. Así se abrió camino la vida, produciendo simbiosis asombrosas desde los primeros estadios celulares y en los seres microscópicos. Las manipulaciones de la teoría de la evolución en favor del darwinismo social aplicado al interés del capital, crearon mucha confusión y desorden en la frágil mente humana tan dada a los delirios. El apoyo mutuo, del también naturalista Pedro Kropotkin, ha sido un bálsamo intelectual que ofrece una visión cooperativa del mundo natural hartamente satisfactoria.
Cuando se bucea en compañía de corales tropicales, en un mar donde no les corresponde habitar, además de la multitud de preguntas que me asaltan como naturalista científico, necesito acercarme a la trascendencia para sentir algo sobre la profundidad del fenómeno de la existencia material en este espacio tiempo donde se desarrolla la tragedia de la vida. Los ecólogos y taxónomos de campo somos grandes fisgones, porque queremos saber todo sobre la vida que escrutamos con tanto celo y dedicación. Conozco algo de los mares tropicales por experiencia directa, y de sus exuberancias y calideces, por eso, me produce una extraña sensación, observar corales de fuego, pólipos amarillentos de llamativos colores o preciosas ramificaciones de octocoralarios de brillantes pólipos blancos, sabiendo que todos ellos pertenecen a los entornos de arrecifes coralinos. Cuando uno echa a volar la imaginación, Canarias, puede comenzar a parecerse, por momentos y en determinadas épocas, a Cabo Verde. Que grandes cuadros de ensoñación natural y verdad poética, hubiera podido pintar Néstor Fernández de la Torre con todas estas conjeturas científicas basadas en la observación de fósiles y de ecologías actuales.
Posiblemente, sean los nuevos yacimientos de negocio portuario en las islas, los responsables de introducir a las especies exóticas en el ecosistema marino, y con ellas, los problemas potenciales de desplazamiento de especies y vulgarización de las comunidades biológicas indígenas. La limpieza, y otras operaciones de mantenimiento, llevadas a cabo en las plataformas e instalaciones marítimas itinerantes destinadas a la búsqueda y exploración de pozos petrolíferos, constituyen el foco de contaminación biológica, que está sufriendo Canarias y su mar, en estos últimos años. La alimentación de la insaciable mega-máquina de poder omnívoro, parece imparable, mientras se necesite y demande, el preciado combustible de gran eficiencia energética. No parece que los corales exóticos constituyan un problema ecológico, pero sorprende y ofende, la gran desfachatez, supremacía e imposición del paradigma económico en defensa del crecimiento ilimitado, sin atender a las consecuencias de estas operaciones marítimas y actuaciones industriales. Curiosamente, y a pesar del volumen de negocio existente en los dos principales puertos canarios, no existe un plan de contención, ni parece que haya la más mínima intención de preocuparse por este delicado impacto ambiental.