Los ciudadanos estamos cada vez más alejados de lo que se cuece en el ámbito político. Es un alejamiento voluntario, una especie de exilio derivado del bajo nivel político que se estila en esta ciudad. No, no miren la foto comentada de esta página. A mi juicio no es normal que nos sintamos orgullosos de pagar por lo que en otros sitios se cobra. Aquí ocultamos nuestras carencias sacando el sentir paleto que siempre hubo, aquí somos más chulos que nadie y conveniamos con la serie El Príncipe el pago para que graben en Ceuta. Además de eso, intentan justificar que es el pelotazo del siglo y que los que no pensamos igual somos unos equivocados. Por vender, hasta nos venden la foto institucional de la recepción del presidente a los actores de la serie. Error protocolario. Ellos sabrán por qué lo hacen.
Insisto. Los ciudadanos nos hemos causado nuestro propio exilio alejándonos de una realidad que no gusta. Ellos, los que mandan o los que representan esa mal llamada oposición, viven en su propio mundo, denunciando o defendiendo solo lo que a ellos les interesa. Los ciudadanos estamos bien lejos de lo que ellos plasman en sus ruedas de prensa, los ciudadanos nos alejamos de las riñas que mantienen en las redes sociales o de ese patio de recreo que se monta cuando empiezan a sumarse adeptos en la publicación de opiniones. Me da vergüenza que quien cobra por dirigir alguna parcela del Gobierno que está para mejorar nuestras vidas se rebaje, cual niñ@ chic@, a pelearse en facebook en vez de estar analizando qué hacer por que en esta tierra vivamos mejor. Ojo, vivamos, que no vivan. Porque aquí entramos todos, no solo las sagradas familias que se lo llevan calentito sin problema o los poderes que controlan, poco a poco, sectores varios hasta hacerse, de forma silenciosa, dueños de todo con la permisividad de quien manda.
La oposición se suma al carro solo de aquello que les interesa. Determinados silencios son sospechosos, demasiado. No nos merecemos esto, no es justo que se haya llegado a una situación tan bajuna que cause vergüenza, que haga que los ciudadanos sintamos desapego, que provoque un alejamiento de una participación que debería ser obligada porque la política no es otra cosa que ayudar a construir esta ciudad sin que nos dé vergüenza lo que vamos a dejar a nuestros hijos.