Categorías: Carta al director

Evacuaciones sanitarias: solo la fortuna nos separa de la desgracia

Es de justicia agradecer el trato dispensado a mi padre durante los días en que ha estado ingresado en el hospital universitario de nuestra ciudad, afectado de una severa  insuficiencia coronaria, por parte de todo el personal de dicho centro, tanto facultativos, ATS, así como auxiliares los que en todo momento han dado muestras de una elevada profesionalidad, entrega y dedicación tanto hacia el enfermo como con los familiares que hemos estado a su lado. Pero, lamentablemente, no puedo decir lo mismo de los responsables del servicio de evacuaciones del INGESA. Se supone que debe estar dirigido por profesionales, pero no entiendo cómo un hombre de 77 años aquejado de una grave insuficiencia coronaria, puede ser evacuado a Málaga, el pasado día 4, en un vehículo que más que una ambulancia era una furgoneta, y que no disponía del equipo necesario para poder hacer frente  a cualquier eventualidad. En ese vehículo, dedicado al “transporte colectivo”, tal y como rezaba la inscripción que figuraba en el lateral, no iba más que el conductor y una enfermera que contaba con un aparato de oxígeno como único medio para hacer frente a cualquier eventualidad. Es decir, la suerte de mi padre estaba confiada a una máquina de oxígeno artificial y a la habilidad de una profesional para hacer un masaje cardiopulmonar. Porque nada más podría haber hecho, ni tan siquiera administrar medicación. O dicho de otro modo, si mi padre hubiera sufrido una crisis coronaria no hubiera quedado más remedio que abandonar la autopista y correr al hospital más cercano. Y si hubiera ocurrido en el barco, pues a esperar a llegar a Algeciras. Como ven, un traslado con todas las garantías, las mismas, seguro, que los responsable del INGESA quisieran que se dedicaran a sus familiares.
Afortunadamente, el espíritu de este escrito no nace de la rabia que provoca una desgracia. El ánimo de este artículo es simplemente, que no es poco, hacer una llamada de atención sobre la falta de medios en los que se efectúan las evacuaciones sanitarias, porque la que viví con mi padre, según me informaron, es práctica habitual. No pretendo, por tanto, buscar responsables, sino evitar que otros ciudadanos de Ceuta tengan que viajar con el corazón en puño y rezando para que no ocurra nada.
Porque si una evacuación de estas características, se realiza con semejantes medios, parece que la fortuna es lo único que nos separa de la desgracia. Seguro que, entonces, si se tomarían las medidas necesarias, pero no creo que sea la solución.
Y quiero terminar como empecé, con agradecimientos. En este caso, para la ATS y el conductor de la furgoneta que nos acompañó, por la atención prestada y por su profesionalidad. Pero, insisto, ni una cosa ni la otra, son capaces de evitar la desgracia.

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