Racismo, xenofobia, homofobia, agresiones a mujeres, acoso a menores en los centros educativos... La violencia utiliza tantos disfraces que Movimiento contra la Intolerancia ha asistido en los últimos años a la multiplicación de sus frentes de actuación.
Su presidente nacional, Esteban Ibarra, asume que España, y Europa por extensión, consolidaron sus derechos fundamentales en la segunda mitad del Siglo XX, pero alerta de que el “delito del odio”, el rechazo extremo al diferente, amenaza hoy en sus múltiples vertientes las bases de esa convivencia que creíamos fuertemente asentada en Occidente.
–Los recientes ataques a militares en Londres y París han sido reivindicados por integristas “en nombre de Alá”. Extranjeros, islamitas... La estigmatización está de nuevo servida...
–Es una evidencia, e incluso ha habido reacciones islamófobas muy fuertes promovidas por grupos de extrema derecha. En el caso británico, por ejemplo, nos encontramos con una convocatoria de la Liga para la Defensa Inglesa, extremista, que ha lanzado un llamamiento a combatir a los musulmanes y al Islam. También en Francia crece la islamofobia, como está creciendo el antisemitismo... Curiosamente no hay ninguna contradicción en que crezcan los dos estigmas en paralelo, aunque estos últimos casos afectan lógicamente a los musulmanes. Esto no es la apreciación de un riesgo, sino que es un hecho real, constatable, que está produciéndose en estos momentos. Entre otros motivos por un mal tratamiento mediático de la cuestión.
–¿Quizás porque no somos capaces de explicar bien la diferencia entre musulmán y radical?
–Hay que evitar una identificación entre el Islam y el integrismo, entre el Islam y el terrorismo. En España tenemos una experiencia importante. Yo recuerdo las manifestaciones en Euskadi, cuando salíamos y gritábamos “Vascos sí, ETA no”, en un esfuerzo por clarificar. Una cosa es ser vasco y otra ser terrorista. Y antiguamente se alimentaba mucho en la propaganda de extrema derecha, pero también en los errores de identificación del discurso político y de los medios de comunicación, la identificación del término “vasco” con “terrorismo vasco”. Aquí se da lo mismo: “terrorismo musulmán”, “terrorismo islámico”... Ese tipo de términos no se pueden mitificar, estigmatizar una religión al vincularla a una práctica terrorista. Hay que hacer un esfuerzo por diferenciar el terrorismo yihadista, de una parte, de lo que es el Islam y los musulmanes.
–Pero hay sectores interesados en que esa confusión se perpetúe.
–Sin duda alguna hay en estos momentos una gran ofensiva en toda Europa de carácter islamófobo que trata de dañar la imagen del Islam de una forma absolutamente terrible y de promover además el choque entre las distintas religiones, incluso provocando el conflicto violento. Hay toda una corriente radicada que está sacando réditos electorales de esta estigmatización y de esta confrontación, y lo vemos en muchos países. Y también aquí, en España, la bandera de la nueva ultraderecha es una bandera contra la inmigración y también muy islamófoba.
–¿Y cómo puede calar ese mismo mensaje en países tan dispares como el Reino Unido, una democracia occidental consolidada, y Hungría, que sabe lo que es sufrir una dictadura durante décadas?
–La nueva ultraderecha europea lo que pretende es levantar un concepto de Europa uniforme en muchos aspectos, entre ellos en el ámbito religioso. Esa uniformidad les lleva a plantear una política de xenofobia, de rechazo a la inmigración y a su vez plantear una política de identidad cultural donde la diversidad religiosa no tiene cabida. Entonces construyen no sólo un estigma, sino que inventan un chivo expiatorio de todos los males, de la quiebra cultural europea. Y ese chivo es el Islam. Lo mismo que también construyen un chivo expiatorio económico detrás de la banca de carácter antisemita. Se está alimentando por parte de una nueva extrema derecha que gana muchos adeptos, que está presente en Hungría, Grecia, Bulgaria, pero también empieza a estar en el Reino Unido y en Francia. Un discurso muy eurófobo, muy contrario a la UE, y uno de los argumentos es la supuesta quiebra cultural por dos motivos: la presencia de inmigrantes y la presencia de musulmanes.
–¿Se traduce eso en una quiebra del espíritu fundacional de la UE, que se suponía debía ser un espacio de integración?
–Claro. Es que lo que está en riesgo es un retroceso histórico en Europa. La UE, mucho antes de llamarse así, nació como una Europa de la diversidad, una sociedad abierta que además tiene como principios el respeto de la dignidad humana, de la universalidad y de los derechos fundamentales. Y tiene como valor superior en el Tratado de la Unión la tolerancia, que implica respetar, aceptar y apreciar la diversidad humana. Si esto no se lleva a la práctica y lo que avanza es lo contrario, pues estamos ante la Europa de la intolerancia. Y la Europa de la intolerancia nos retrotrae a un pasado donde no debemos olvidar los grandes crímenes contra la humanidad que se han vivido.
–La crisis económica ha alimentado la llama, como ocurre en Grecia con Amanecer Dorado...
–Es la construcción del discurso fácil ante problemas complejos como los que tiene Europa. Estos grupos vienen a plantear un esquema simplista: el inmigrante te quita tu puesto de trabajo y el musulmán te destruye culturalmente y religiosamente. Ese es un poco el esquema. Y esto, claro, enfrenta a colectivos humanos, rompe cualquier posibilidad de cohesión social, de convivencia. Lejos de solucionar, lo que hacen es ahondar en el conflicto y en el peligro, en la destrucción de la convivencia.
–¿En España hemos fracasado en el proceso de integración de los inmigrantes?
–Es una integración insuficiente. Hay además un problema de estafa política preventiva, de racismo, de xenofobia, de intolerancia. De hecho hay una escasa reflexión sobre dos elementos fundamentales: la islamofobia, que no se reconoce el problema y es peligroso, y que aquí no se recuerda el pasado como una cuestión fundamental para construir la Europa democrática, como ocurre con el tema del Holocausto y el genocidio nazi. El antisemitismo está vivo. Todos estos elementos construyen un escenario muy difícil que alimenta un horizonte incierto.
–¿Quizás porque la legislación en esos casos es suave y fomentar el odio sale muy barato?
–No es que sea barato, es que sale gratis. Hoy alentar esos mensajes en internet, por ejemplo, que es lo que se viene a conocer como el delito del odio, sale gratis. Esxiste tal preocupación que el Consejo de Europa ha convocado una gran movilización en Internet para 2014 frente al discurso del odio. La UE está alentando que se reformen los códigos penales para que esa incitación sea una conducta que se haya de sancionar penalmente, reprochar en los tribunales.
–¿Debería tomarse ejemplo de países como Alemania, donde la apología del nazismo está perseguida con dureza?
–Sí, pero aquí, por ejemplo, la apología del racismo no se persigue. En estos momentos en España puede haber unas 2.000 webs y blogs que alientan el racismo, la xenofobia, la islamofobia, el antisemitismo, las diferentes formas de intolerancia. Las alientan todas, con artículos, con comentarios... Vale todo... La clave es que niegan la diversidad y se instalan en un concepto de intolerancia que a veces llega a ser criminal.
–Y los mensajes a través de la Red circulan a una velocidad escalofriante...
–Internet es, ahora mismo, el mayor foco de intolerancia en el mundo... Lo están diciendo todos los mecanismos europeos de derechos humanos a nivel internacional. Se está planteando como el problema número uno, porque el odio en internet se propaga de forma espectacular. A través de la música, de organizaciones, de grupos de difusión, de foros, de la distribución de merchandising, incluso de venta de armas... Están en todas partes...
–Incluso en los fondos de los campos de fútbol...
–Sí. Los ultras de los equipos de fútbol son el gran vivero de estos grupos de intolerancia. Ahí se reclutan, en los fondos de los estadios. Es como una cadena: en los estadios están los viveros, en internet la propaganda... Y luego todo tiene consecuencias y pasa al terreno de las agresiones.
–¿Teme ese estallido social que preconizan algunos sociólogos por el hartazgo de la crisis?
–No creo tanto en eso, porque no se ha producido aún, pero sí veo el crecimiento de este tipo de grupos ultras. Además, están todos en relación y absolutamente coordinados en redes europeas de intolerancia y odio, con una velocidad tremenda de crecimiento. La prolongación de la crisis nos va a poner en un escenario europeo muy peligroso. Esta misma semana lo ha advertido la Comisaría de Interior de la UE.
–Pero además de organización, estos grupos necesitarán financiación. ¿Quién hay detrás?
–Ahora mismo les llega financiación de muchos lados, de muchos sectores: empresariales, de antigua gente muy vinculada al nazismo o a los supremacistas blancos de EEUU o de Europa. Pero lo más escandaloso es que tengan financiación de los propios fondos públicos, de los estados, de la UE... Fondos que en teoría se destinan a organizaciones políticas pero que se filtran hacia otras que en el fondo están contra de la democracia.
–¿Se está siendo muy permisivo?
–Claro. Hemos hecho una campaña con otras oenegés para exigir al Parlamento Europeo que los fondos para partidos políticos no financien las actividades de grupos que son profundamente antieuropeos, que son antidemocráticos y que están a favor de la xenofobia.
–El cese de la acción armada de ETA ha enterrado uno de los principales focos violentos de este país. ¿Será posible acabar también con la intolerancia que ha dividido a los vascos durante décadas?
–Es muy difícil el cierre de esas heridas. Para la cicatrización es necesario que ETA se disuelva y luego que haya un acercamiento entre las víctimas y aquellos que atentaron hacia ellas. El encuentro es necesario, el perdón, que los violentos reconozcan el daño causado. Eso no está aún maduro y es difícil que se produzca. Se necesita un tratamiento honesto y ético, porque reparar el daño es difícil...
–El nacionalismo catalán y su órdago independentista también está quebrando la convivencia...
–Cualquier nacionalismo, en Cataluña o en el resto de España, que lleve a un enfrentamiento de carácter identitario de manera excluyente es un germen de intolerancia. La gente tiene derecho a tener una identidad, pero el problema es cómo se vive. Si se vive de forma estridente, conflictiva, estamos en el origen de la intolerancia y sus derivados. Que haya nacionalismo no es un problema, sino cómo se vive.
–Las campañas de su organización también combaten la homofobia. En España se llegó a recurrir ante el Tribunal Constitucional para frenar las bodas entre gays, y en Francia hay una movilización social en contra...
–La homofobia es una de las caras más crueles de la intolerancia, y todavía no está reconocida su peligrosidad. Según la Agencia de Derechos Fundamentales Europea, el 27 por ciento de los gays y lesbianas ha sufrido violencia homófoba. Esto lleva a reclamar una flexibilidad importante acerca de este crimen de odio que es la violencia sexual. No noto una respuesta en esta línea. El discurso homófobo se alimenta, por ejemplo, en el ámbito del matrimonio, como sucede ahora mismo en Francia, que es terrible, porque es una deslegitimación de un acto de responsabilidad individual como es el matrimonio entre dos personas. Es improcedente, como lo fue en España el recurso ante el Tribunal Constitucional. Afortunadamente éste salió a favor del reconocimiento del matrimonio entre gays y lesbianas, un paso democrático importante, lo contrario a esas movilizaciones en Francia, que degradan la imagen del país como tierra de igualdad y libertad, y están haciendo mucho daño al avance de la democracia en la UE.
–La Iglesia ahí tampoco es que contribuya mucho...
–La Iglesia, con su intransigencia, no está ayudando, y está haciendo una lectura que no hacen todos los católicos. Estamos hablando más que de la Iglesia de la cúpula de la Iglesia, porque hay cristianos y católicos que son gays, que son lesbianas, y que no hacen esa lectura religiosa. Es más, hay posiciones claramente enfrentadas dentro de la Iglesia frente a la oficial de la cúpula. Es un error de una magnitud y consecuencias extraordinarias.
–¿La violencia de género puede ser, por su arraigo social, la vertiente intolerante más dura de combatir?
–La verdad es que la intolerancia en un poliedro maligno de tantas caras que nos va mostrado en cada ámbito sus escenarios más terribles... El sexismo avanza. La misoginia, la fobia a la mujer por el hecho de serlo... Estamos viviendo un retroceso de la sociedad emancipatoria y libertaria, e igualitaria.. Vamos en estos momentos en toda Europa a vivir un retroceso importante que entre todos tenemos que frenar.
–El discurso oficial habla de concienciar desde la escuela, pero la paradoja es que éstas son también un foco de agresiones...
–Sí. Tener conocimiento de que por bulling una niña se suicida en Ciudad Real es terrible... Es la punta del iceberg, que tiene manifestaciones de bulling escolar, violencia en los aledaños de las escuelas... Viene a reflejar que es muy difícil no acometer integralmente el problema. Hay que ir a la escuela a introducir y desarrollar valores, deslegitimar la violencia, fomentar la cultura de derechos humanos intensamente... Es un disgusto grande que se elimine la asignatura de Educación para la Ciudadanía.
–¿Este país sigue pendiente de cicatrizar las heridas de la dictadura? ¿Seguimos pagando la factura del odio de décadas?
–Hemos avanzado enormemente en libertades y derechos fundamentales desde la proclamación de la Constitución, del Estado de Derecho. Pero hay asignaturas pendientes, como la verdad de lo que ocurrió en la época de la dictadura. Es inaceptable que la UE tenga esto absolutamente claro, porque fue un régimen incompatible con el Tratado de la UE, y que nosotros no hayamos avanzado en un reconocimiento de la gravedad de lo que ocurrió en aquellos años y cómo eso es incompatible con los valores europeos.
“En Facebook había una página que pedía mi muerte; también soy víctima”
–Un simple ‘paseo’ por internet al teclear su nombre y aparecen cientos de textos e inclusos páginas web completas que le acusan de un pasado terrorista, de asesinatos... ¿Se siente también víctima de la intolerancia?
–Yo he sido víctima de la dictadura, he sido víctima del terrorismo y soy en la actualidad víctima de una campaña permanente por parte de grupos neonazis que han llegado a pedir en Facebook mi muerte a través de una página que se llamaba Esteban Ibarra debe morir, denunciada en prensa. Efectivamente, soy víctima de la intolerancia en diversas dimensiones, y por diversos sujetos. Eso lo único que viene a confirmar es la lucha que estamos librando, una lucha justa, correcta, del lado de las víctimas, y que verifica que los promotores de los derechos humanos han de ser defendidos porque son también unas de las primeras víctimas en padecerlo.
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