En Europa se ha perdido demasiado tiempo en un debate inútil y estéril sobre la naturaleza de los perros, si eran galgos o podencos. La arraigada e inmovilista mentalidad del político profesional que condiciona las posibilidades de todos a su visión corta, a su propio destino, ha configurado un espacio ideológico en el que cualquier planteamiento susceptible de abrir nuevas vías de solución ha estado sometido al antinomio austeridad/gasto. Tras el imposible encaje de estos conceptos, vuelto imposible su equilibrio por el discurso de la ortodoxia, la sociedad europea se ve abocada a extremos desequilibrios territoriales, sociales y económicos, que no presagian el clima adecuado para la necesaria recuperación.
En el clima de desconfianza y recelo, de inseguridad y humillación que la élite política, tanto de los países integrantes de la UE como de las instituciones de esta misma, ha diseminado en la sociedad, no encontraremos el camino de una mayor integración cultural, social y económica, sino que la fuerza centrífuga propiciada por el mensaje insolidario emitido será caldo de cultivo de populismos y nacionalismos, con el fondo de una masa crítica de población emigrante inadaptada, encerrada cada vez más en guetos, y carne de cañón de fanatismos.
Como ha sostenido el expresidente de Gobierno Felipe González, “el mercado no se presenta a las elecciones” para denunciar la perversión de un discurso economicista que vuelve la espalda a la realidad social y sin pudor alguno sigue exigiendo a la población más depauperada mayores esfuerzos, mientras estamos aún bajo los efectos del descalabro de un sistema financiero, verdadero lastre que impide despegar por la resistencia obstinada de algunos líderes europeos a soltar el hueso de sus políticas económicas, entre las que se encuentra la columna vertebral rota de una Europa que se hundirá si no son barridos en próximas elecciones, la integración fiscal y bancaria europea. Una integración que debe preceder a la reforma de las instituciones continentales para acoger a un Gobierno que ejerza de cerebro en un cuerpo en el que cada órgano y miembro se mueven por propio impulso. Eso … o el caos social.
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