Aunque el eucalipto es originario de Australia, de Tasmania y Nueva Guinea, debido a su rápido crecimiento y a las utilidades de su madera y hojas, se ha extendido de tal forma por las zonas templadas y cálidas del planeta, que hoy fácilmente nos lo podremos encontrar en cualquier viaje o excursión que emprendamos.En Galicia, por ejemplo, lo hallamos coronando las onduladas elevaciones del viejo Macizo Galaico. Tanto es así que, con bastante frecuencia, haciendo El Camino nos vemos inmersos en un enorme eucaliptal, advirtiendo que por su magnífica altura, con un poco de viento que sople, cimbrea todo lo largo del tronco como si fuese un sencillo y débil junco. Entonces, las hojas al agitarse originan un rumor que recuerda al que producen las olas en la orilla del mar, al tiempo que esparcen el agradable aroma balsámico que les caracteriza.
Hace años, en el último tramo de nuestro parque de San Amaro, ya próximos a la cisterna y fuente de LaTeja, encontrábamos unos magníficos ejemplares, que a diferencia de los anteriores, sus troncos eran robustos, fuertes y sinuosos. Mientras , en lo alto las viejas ramas estaban cargadas de hojas, el suelo se encontraba repleto de semillas que desprendidas nos ofrecía toda la fragancia y la oportunidad de examinarlas. En mi infancia, en las calurosas tardes de verano de aquellos, ya lejanos años cincuenta, era corriente (como alternativa a la playa) trasladarnos al mencionado parque para paliar en algo tanto la temperatura como el aburrimiento. Rápidamente los niños aplicábamos nuestros juegos en aquel paraíso con tanta ilusión que al rato, sentíamos la necesidad imperiosa de refrescar nuestras jóvenes gargantas. Así que, sin pensarlo ni mucho ni poco, todos los pequeños iniciábamos alegremente la andadura hasta la fuente benefactora con la finalidad de saciar la sed. Inevitablemente, a escasos metros de nuestra meta, nos deteníamos para recoger unas cuantas semillas que meteríamos posteriormente en los bolsos de nuestras respectivas madres para luego, al llegar a casa, colocarlas bajo el colchón con la finalidad de continuar respirando aquel aroma que tanto nos agradaba.
Juan Antonio