Es difícil acabar el día sin que te sorprenda hasta dónde llega la estupidez humana y lo peor es que se contagia más rápidamente que la gripe. Ambas patologías -la estupidez y la gripe- tienen vacunas eficaces en nuestro país. Una, gracias a los científicos; otra, gracias a la Guardia Civil, que alerta de los posibles contagiados y, en su caso, les receta el antídoto para la estupidez.
Esta semana la Guardia Civil alertó en nuestra cuenta oficial de Twitter del peligro que suponen las nuevas camisetas ANTI-MULTAS que se venden por Internet. Es una camiseta de color blanca con una banda negra simulando un cinturón de seguridad para que los insensatos puedan librarse de las posibles sanciones por no llevar el dispositivo de seguridad correctamente colocado. Pueden pensar que es un hecho aislado de estupidez pero, según dicen, se están vendiendo como rosquillas y esto es aún más preocupante.
Es indignante y difícil de entender que existan empresarios tan golfos que se dediquen a hacer y vender este tipo de prendas para evitar que los usuarios sean sancionados con 200 euros, porque carecer de cinturón de seguridad es la segunda causa de muerte en carretera después del exceso de velocidad. Pero más indignante es que conductores elijan esta vergonzosa camiseta despreciando de forma insultante su propia vida.
Desgraciadamente hablar de estupidez humana en una materia tan importante como la seguridad vial no se ciñe solo a las camisetas asesinas, porque también hay conductores que utilizan los avisadores de radares para intentar burlar los dispositivos de control de velocidad y, según algunos, dan un resultado muy positivo, aunque personalmente tengo mis dudas. Los insensatos usuarios hablan de sus detectores de radares con entusiasmo y disfrutan contando su última hazaña alcanzada: “He tardado de Madrid a Sevilla... horas” y sin problema. Ese “sin problema” es que después de hacer el loco y poner en peligro su vida y la de otros conductores no han sido detectados ni sancionados por la Guardia Civil.
Es difícil entender que una persona en su sano juicio pueda utilizar este tipo de artilugios para conducir saltándose los límites de velocidad sin ningún pudor, porque el pasado año en las carreteras españolas fallecieron 1.160 personas, no sé cuántas, pero muchas provocadas por imprudentes que desprecian su vida y ponen en peligro la vida de inocentes que respetan las normas y que quieren llegar a su destino.
Pero lo más preocupante es que cuando estos locos cuentan sus experiencias asesinas al volante, muchos de los que los escuchamos no reaccionamos con la contundencia que se merecen, tachándolos de lo que son “unos locos insensatos”, porque reírles las gracias o no censurarlos por educación puede hacerles creer que son unos súper conductores cuando en realidad son unos súper imbéciles, pero como dicen el refranero “de donde no hay, nada se puede sacar”.
Hay un pensamiento muy interesante que dice: “No sólo eres responsable de lo que haces. También eres responsable de lo que no haces, de lo que no defiendes y de lo que callas”. Un pensamiento que nos debería hacer reflexionar para empezar a denunciar o censurar a estos fanfarrones del volante, porque nuestra seguridad vial y nuestras vidas depende ello.
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