Estopiñán, sherlock, imbroda y aberchán

He aquí cuatro personajes para la historia de Melilla. Los cuatro hacen su propia historia, pero, unos y otros la hacen bajo circunstancias diferentes y no elegidas por ellos, sino por las circunstancias ya existentes. Pero, eso sí, Estopiñán y Sherlock hicieron historia con las armas en la mano, eso es evidente; los otros dos, Imbroda y Aberchán, en un marco de derecho, de diálogo, mesura y compostura.
Veamos: ESTOPINÁN fue enviado, en 1497, por el duque de Medina Sidonia para ocupar la ciudad de Melilla, por ser ésta un nido de piratas, el cual la anexiona a la casa ducal. Ya en 1556, Melilla pasará a la corona española. El mariscal irlandés John SHERLOCK fue comisionado, en 1775, por el rey Carlos III para defender Melilla del cerco de más de cien días al que la tenía sometida el sultán Mulay Mohamed Ben Abdalah. El citado sitio fue levantado el 19 de marzo de 1775. Se contabilizaron 90 víctimas durante el asedio. Juan José IMBRODA es el alcalde actual de la ciudad, y como tal, y como cada año desde aquel 19 de marzo de 1775, presidió, junto a las autoridades de la ciudad, la ceremonia de depositar una “corona de laureles” en el monolito del mariscal Sherlock, situado en Melilla la Vieja, en recuerdo de aquella gesta. Mustafa ABERCHÁN es el líder del partido CpM, en la oposición en la Asamblea de la Ciudad.  
En su discurso, Imbroda recalcó que el acto se enmarcaba no sólo en el respeto a la tradición, recuerdo del Sitio, sino lo que ha significado aquella gesta para la Melilla actual. “Esta ciudad intercultural y ejemplo de convivencia es en gran medida consecuencia de la hazaña del mariscal Sherlock y sus hombres”. Asimismo, el alcalde Imbroda hizo hincapié en que “los invasores que trataron de echar a los españoles de nuestra ciudad venían de la zona de Fez, lejana al entorno de Melilla”.
No es posible obviar la, digamos, sutileza de Imbroda cuando dice que “los invasores venían de la zona de Fez, lejana al entorno de Melilla”. Con esta pirueta dialéctica, el hábil Imbroda quiere diferenciar a aquellos “invasores de la zona de Fez”, que trataron de subvertir la nacionalidad española de la ciudad, de estos otros “invasores” de los alrededores de Melilla, que, andando el tiempo, en su inmensa mayoría se fueron asentando ilegalmente en la ciudad. Por otro lado, el astuto Imbroda manifiesta que “Esta ciudad intercultural y ejemplo de convivencia es en gran medida consecuencia de la hazaña del mariscal Sherlock y sus hombres”. Eso no se lo cree ni el mismo Imbroda. Ni en el ejército del mariscal ni entre los defensores de la ciudad no habría ni una sola persona de origen magrebí. Se dicen estas chorradas cuando se quiere justificar lo injustificable, y es que, debido a la desidia y a la felonía de la clase política española, se dejó que se fueran asentando ilegalmente magrebíes, desde tiempos inmemoriales. Y se les concedió la residencia y la nacionalidad. Y de aquellos polvos...
Pero quizá la mayor estulticia dicha por Imbroda sea que “Esta interculturalidad, esta convivencia, esta paz y esta tranquilidad” es fruto, es herencia, en Melilla, de la defensa de la ciudad, que hicieron los españoles, con Sherlock a la cabeza, frente a las tropas venidas “de la zona de Fez, lejana al entorno de Melilla”, claro, porque los que ya están dentro, con DNI, son del “entorno a Melilla”. ¿Qué diferencia hay entre unos y otros? Nada que ver la defensa de la ciudad con la “convivencia, la paz y la tranquilidad”. Se ve que el alcalde se agarra a un clavo ardiendo. Este Imbroda tiene la cara, como dijo aquel, de “uralita y de amianto”.
El cuarto personaje de esta historia es Mustafa Aberchán, líder del partido opositor CpM. Aberchán justifica su ausencia de los actos del levantamiento del Sitio porque “no son seña de identidad de los melillenses de hoy”. “El pasado debe asumirse, pero no es seña de los melillenses de hoy”. Continúa diciendo Aberchán que “Los valores de aquella festividad son contrarios a los que debe perseguir la sociedad encaminados a la justicia, el respeto y la paz social”. “Hay partes de la Historia que no nos caracteriza”. Y, finalmente, dice, sin pudor alguno, que “la conquista de Melilla no fue un acto patriótico, sino una actuación de pirateo”.
Llegados hasta aquí, cabría deducir –de la celebración del Sitio– que en Melilla, como en Ceuta, hay un problema para que los ciudadanos de origen magrebí se sientan concernidos con la historia de la ciudad de Melilla (y de Ceuta). No es fácil justificar la necesidad de reconocer el pasado como patrimonio de un pueblo a los que no sienten como propios ciertos elementos patrimoniales. Sin referentes se es huérfano. Si se rompe el cordón umbilical con el pasado, cualquiera que sea éste, el presente se vuelve, en cierto modo, incoherente. Como escribe Ángel Alcalá Galve “Conocer el pasado ilumina la acción para el futuro, nada se objete, en principio, al influjo recíproco entre historia y política, con tal de no diluir los límites de una y otra, no tergiversar la historia, y no intentar reescribirla”. Existe el común  “error de interpretar los hechos no como fenómeno histórico, sino como un suceso inmediato, imputando las responsabilidades históricas como si fueran políticas y sacadas del horno ayer mismo”. Finalmente, si se deja el pasado como pasado, se pone en riesgo el futuro, recordando a Churchill. Lo cierto de toda esta historia es que no pocos ciudadanos melillenses (y ceutíes) de origen magrebí se sienten, son, elementos extraños a la historia que nos ha constituido como pueblo. Si la historia nos separa, entonces…