Hasna, una marroquí vecina de Tánger de 68 años, se convirtió ayer en la primera víctima (al menos mediática) que se ha cobrado la demolición de la ya famosa escalera del Tarajal.
La demolición o la “gran cacicada”, como se le llama en este entorno a la actuación desarrollada el pasado sábado tras el acuerdo entre las dos administraciones para evitar los problemas denunciados por la comunidad educativa del CEIP ‘Príncipe Felipe’. La mujer cayó al vacío tras bajar por este hueco y sufrió una fractura de cadera, quedando ingresada en el Hospital Universitario. Su sobrina, angustiada, narraba a El Faro los problemas que tienen todos los que se buscan la vida con el tráfico de mercancías toda vez que han demolido el acceso sin disponer de una vía alternativa para bajar al Tarajal.
Minutos después de producirse el accidente y a pesar de que en un principio se pensaba que las consecuencias habían sido más graves, vecinos del Príncipe al igual que marroquíes seguían bajando o subiendo por el hueco de la escalera, solo protegido por unas vallas metálicas y ya sin la vigilancia de las fuerzas de seguridad que se hizo visible en estas dos últimas jornadas. Es más, las patrullas de la Benemérita pasaban en coche por la zona en su ir y venir de los relevos sin atender siquiera el tránsito que se estaba produciendo por un terreno peligroso. Pero si así es este paso, igual es el resto. Quienes no deciden arriesgarse a bajar, con bultos o sin bultos a sus espaldas, por esta zona, se ven obligados a hacerlo por la colina paralela, en donde el peligro es igual o mayor. De lo contrario, la única salida existente es bordear los aparcamientos de la curva del Jato y descender por una carretera que no tiene siquiera arcén. Un imposible en un laberinto diabólico provocado por la adopción de decisiones políticas acometidas sin haber pensado antes una salida.
“La gente sube y baja como cabras”, lamenta un ciudadano. Lo hace mientras señala el lugar en donde, hasta el sábado, se encontraba la famosa escalera del Tarajal. El panorama que se ve es el de hombres y mujeres, algunas ancianas, que descienden ayudados por jóvenes, con mantas en sus manos, cajas con tabletas de chocolate o bolsas. Por ahí no solo bajan las porteadoras, también lo hacen los propios vecinos del Príncipe o de las casas ubicadas justo encima del hueco. Estudiantes, funcionarios que no llegan al trabajo, madres con sus hijos... todos se agarran a las vallas, a los trozos de muro aún firmes para bajar directamente hacia el Tarajal y poder coger el autobús.
Los hay que se desvían hacia la colina cercana, en donde la peligrosidad es la misma o incluso mayor. Ninguna autoridad aparece por la zona, ningún responsable en un lugar que aparece abandonado. Tan solo se tiene en mente las recientes declaraciones del presidente de la Ciudad, Juan Vivas, que apuntaba a la adopción de una solución en el plazo de una semana. Mientras esta llega la visión en el entorno es completamente tercermundista. Se ha creado un problema mayor al adoptar una solución errática. “Si el problema era que los porteadores molestaban a los niños al ir al colegio, esto no ha servido de nada. Ha ido a peor”, explica un vecino que lleva a diario a sus niños al ‘Príncipe Felipe’.
Caballas emitía ayer tarde un comunicado para denunciar que los problemas no pueden solucionarse “a golpe de excavadora”, pidiendo voluntad política para resolver el entuerto. La coalición solicita una ordenación del terreno que no genere problemas indirectos como éste.
En imágenes
Los vecinos piden soluciones y temen que haya accidentes mucho más graves
1- La herida. La tangerina, en el suelo, con fractura de cadera, tras precipitarse por el hueco de la escalera.
2- En el Hospital. La ambulancia se encargó de su traslado al clínico, donde ingresó.
3- Peligrosidad. Las personas saltan de los montes y terminan invadiendo la carretera produciéndose accidentes.
4- Y siguen. Tras el accidente no se cambian los usos.