Cada vez estoy más confundido, no entiendo lo que está sucediendo en España o soy demasiado mayor para entenderlo, y a decir verdad, me encuentro en esta encrucijada.
Tal vez eran otros tiempos, tal vez la formación educativa tenía otros conceptos, tal vez mis padres se equivocaron al educarme, pero lo de hoy en día no tiene nada que ver con aquella España de mis principios.
¿Acaso los de nuestra generación poseemos un estigma distinto? Lo curioso y significativo está en los distintos ambientes frecuentados, la tertulia de disconformidad no falta. ¿Qué está pasando, que a tantos tiene insatisfechos?
Sin llegar a los 100 días de Gobierno, me entero que mi coche diésel no tiene valor, la minería del carbón y renovables desaparecerán en breve; si veo a un top manta y no me lo llevo a casa, soy racista, si en una tertulia se habla de los tiempos de Franco, te llaman fascista; en los colegios retiran símbolos religiosos y sin embargo vendrán profesores para enseñar el Islam; los asesinos exigen derechos; una introvertida Comunidad Autónoma no respeta la Constitución Española; una recepción oficial en la Moncloa sin uniforme oficial; un presidente autonómico visita la Moncloa exhibiendo un, no sé qué, lazo amarillo, etc. etc.
Ya es ominosa una situación así, en lo avanzado de este siglo XXI debería existir más respeto y tolerancia, hay problemas de mayor atención para ser abordados, crisis económica, retracción de inversores, jóvenes sin empleo ni futuro, deuda pública desorbitada...
Ahora todo tercia hacia un desorden de conceptos de vida y a olvidar la forja de sociedad consensuada, pues cuanto más la sacrifican más daño divulgan. En un determinado momento, los españoles decidimos consolidar nuestra democracia y las instituciones. Algo debería preservarse para ilusionar un futuro más brillante y no tantas diferencias sociales.
Las apariciones y exigencias de populistas e independentistas empiezan a confundir al más común de los españoles, tantas discrepancias alejan más que unen. Los españoles, todos, debemos recuperar la confianza y credibilidad en sí mismos y en una sociedad abierta para todos sin tantos descalabros.
Es hora de un alto en el camino y concentrar esfuerzos en superar tantos acontecimientos, hay futuro y hay esperanzas. Irreversiblemente me encuentro involucrado en estos acontecimientos, tantos, que, en estos momentos de redacción, llegan noticias de mi tierra: "asaltada e invadida" por 602 subsaharianos, con medios e instrumental violento, rompiendo todas las Leyes Democráticas". Perplejidad y desaliento ante esta impunidad, propuesta ya para un sin fin de comentarios.
Hoy haría falta la opinión de D. Julián Marías para exponer su pensamiento sobre el acontecer de esta "España perdida y desencantada", su lectura nos relataría esta hemorragia de riesgo y fracaso social.
J. Fernández y Pacheco es ex-miembro de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles.
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