Lo que desde hace ya varias semanas está ocurriendo en el Tarajal solo tiene un calificativo: vergonzoso. Ante la ausencia de valoraciones, ante un silencio inaudito, se está viendo ya como normal que Ceuta quede completamente bloqueada. Así sucedía ayer, pero así viene ocurriendo desde el último mes. Este caos está alimentando además una situación de tensión e indefensión para todos. Los ceutíes se ven atrapados en colas infernales, siendo prácticamente imposible la comunicación con el Tarajal o la Almadraba, salvo que uno quiera permanecer horas de espera. Los porteadores están siendo criminalizados lo que se ha traducido en amagos de manifestación en la zona internacional y en la adopción de posturas belicosas. Y entre medio de todo esto aparecen las fuerzas de seguridad: policías y guardias civiles que carecen de medios suficientes para controlar las avalanchas que se están sucediendo, que les desbordan y que pueden terminar provocando una desgracia. Son ya varias las ocasiones en las que se ha denunciado esta situación, sin que hasta la fecha se adopten soluciones. En esta historia no se trata de criminalizar las posturas de ningún país. Es loable la colaboración que Marruecos está prestando en materia migratoria, como también es digno intentar poner un orden en el tráfico comercial entre ambos países, pero todo esto no se puede conseguir a cualquier precio. Y eso es lo que está pasando, permitiéndose que Ceuta sea a diario objeto de bloqueos, que se impida la libertad de movimiento, que no haya claridad en el tráfico comercial que parte de las naves como si sus empresarios fueran auténticos delincuentes a los que hay que sabotear o que se ponga en riesgo físico y psíquico a los propios porteadores y a los funcionarios de las fuerzas de seguridad que, a todas luces, no pueden más.
Esto es una vergüenza, se mire por donde se mire. Las situaciones que se viven a diario en la frontera son tercermundistas y rozan lo inhumano. ¿Hasta cuándo vamos a seguir así? Cada día se están produciendo milagros que evitan tragedias; pero la ciudad no puede entregarse a actitudes milagrosas. Urge actuar.