Estamos hartos de esta inmigración. ¡Hartos! El ciudadano con dos dedos de frente, no la masa aborregada y lanar, está harto de estas invasiones, de estos inmigrantes que se arrogan el prurito de tener derechos sin respetar los derechos de los ciudadanos de los países que asaltan.
Al ciudadano sensato no se le oculta que esta invasión está dando lugar a la africanización y a la islamización del continente europeo. A ese ciudadano sensato, no a la masa aborregada y lanar, no se le oculta que estas invasiones laminarán, si no lo están haciendo ya, el orgullo de ser español y europeo, la autoestima, la identidad que nos caracteriza, el orgullo y la conciencia de pertenencia racial. Todo ello está conduciendo al español, y al europeo, a sentirse acomplejado por el mero hecho de defender sus raíces, su cultura, sus orígenes y su religión. Estamos hartos de esos inmigrantes ilegales que se pasean impunemente por las calles de nuestras ciudades con una orden caducada de expulsión en el bolsillo, sin que la cobarde autoridad competente los ponga a buen recaudo en una cárcel hasta que sean deportados con todas las de la ley.
Estamos hartos de esa casta política cobarde y traidora a su país y a su estirpe. Estamos hartos de esos pseudoprogresistas que se arrogan la defensa de esta inmigración masivo-invasiva en aras un mundialismo laminador y destructor de culturas y de identidades para formar una masa acrítica, amorfa, mestiza y sumida en la anomia, sin un claro sentido de pertenencia. Estamos hartos de esa casta política enemiga de todo lo que nos caracteriza como español y europeo. Una casta política cobarde, endófoba y etnomasoquista que se ha revelado enemiga de la civilización europea y está entregando en bandeja el país a esa masa africana y asiática que se nos cuela ilegal y violentamente, exigiendo por las bravas un lugar al sol y reclamando derechos a los que en modo alguno tiene derecho. El único derecho que asiste a estos asaltantes es la expulsión.
Estamos hartos de pagar para que nos invadan. Estamos hartos de que con nuestros impuestos se financien las escuelas, la sanidad, las medicinas, los pisos de acogida, la exención de impuestos, comedores escolares y demás subvenciones de estos inmigrantes ilegales. ¡No con nuestro dinero! Estamos hartos de ver cómo nuestra manera de ser y de vivir y de encarar el futuro, nuestra cultura y gastronomía, nuestra manera de celebrar nuestras fiestas y efemérides históricas se ven puestas en entredicho por esas masas tercermundistas, jaleadas y animadas por la casta política traidora, endófoba y etnomasoquista; por esos sindicatos corruptos hasta las cejas; por la iglesia y sus obispos y alrededores, entregados en cuerpo y alma a esos invasores, sin darse cuenta de que ellos serán los primeros en pagar las consecuencias de su irresponsabilidad; son alentados por la prensa vendida al Sistema, silente sobre la cara perversa de esta inmigración masiva; ayudados por esas ONG entreguistas y odiadoras de todo lo que huela a civilización occidental; y por los consabidos lameculos, lamebabuchas, tontos útiles y “gatos roñosos, rabiosos y sarnosos”. En fin, este cúmulo de colaboradores con la inmigración ilegal está haciendo un flaco favor a España, y coopera para que el efecto llamada sea un aldabonazo en las conciencias de las masas tercermundistas para que éstas se pongan en camino hacia nuestro país.
Ni una ayuda más, ni un euro más, ni una subvención más para esas masas tercermundista de asaltantes. Caso contrario, seguirán llegando. Estamos dando todo, lo mejor de nosotros, a cambio de nada. Pero, eso sí, no habrá vallas suficientemente altas, escribía alguien, para proteger a un pueblo de cobardes.