Han transcurrido más de 65 años de aquella guerra de Ifni-Sáhara, y yo diría que fue ignorada, pero no censurada. Otra cosa es que cuando algunos escriben sobre ella, afortunadamente los menos, lo hacen con absoluta ignorancia, y también tergiversando los hechos, o mezclando la política con el pasado régimen, que tuvo que hacer frente con los escasos medios que tenían, y con la prohibición por parte de EEUU de utilizar el armamento, aviones y vehículos contra las Bandas Rebeldes, ya que solo se utilizó a partir de febrero de 1958.
El heroísmo no es ninguna temeridad, es simplemente el valor elevado al bien supremo del cumplimiento del deber, sin importar los riesgos o adversidades. Para comprobarlo, la historia es fiel testigo de cientos y cientos de soldados que lo mismo en tiempos de guerra como en los de paz, alcanzaron con su heroísmo ese preciado título de ‘héroes’.
Joaquín Ortiz de Zárate y López de Haro, estaba casado con Mariana Sánchez de Movellán, y fruto de dicho matrimonio tuvieron varios hijos, entre ellos Antonio Ortiz de Zárate y Sánchez de Movellán, que se cubrió de gloria en la Campaña de Ifni en acción de guerra en la liberación de Telata de Sbuia.
Su padre, el entonces coronel Joaquín Ortiz de Zárate, en el combate de las Peñas de Aya, en el frente norte en agosto de 1936, por su brillante actuación y excepcionales dotes militares demostradas como jefe de la columna de operaciones en los frentes del norte, encontró gloriosa muerte en el campo de batalla. Por decreto de 6 de noviembre de 1958, diario oficial del Ejército número 292, se le asciende al empleo de general de División con antigüedad de 22 de agosto de 1936, según lo dispuesto en la Ley de 26 de mayo de 1944, y condecorado con la Medalla Militar Individual.
Antonio Ortiz de Zárate y Sánchez de Movellán había nacido en San Sebastián el 22 de noviembre de 1931, quedando huérfano cuando apenas había cumplido cinco años. Desde muy joven y tal y como lo acreditan los recuerdos familiares, despertó en él una ciega vocación por la carrera de las armas. Cuando contaba 18 años obtiene la mayor ilusión de su vida, el ingreso en la Academia General Militar de Zaragoza como caballero alumno. Tras los duros años de enseñanza en dicho centro castrense, y finalmente en la Academia de Infantería de Toledo, luce sobre su uniforme las dos estrellas de teniente.
Voluntariamente solicita destino a La Legión, donde se incorpora a Villa Sanjurjo. Muy poco tiempo después, al crearse las fuerzas paracaidistas del Ejército de Tierra, solicita el ingreso en dicha unidad de élite, y una vez realizado el curso obtiene el título de paracaidista y es destinado a la II Bandera Paracaidista, para poco más tarde partir a Sidi Ifni.
Fue en noviembre de 1957 cuando un fatídico día en que salió con una sección para liberar Telata, y ante sus paracaidistas en su arenga les dijo: “entraré en Telata o en el cielo”. Nada más salir de Sidi Ifni y cuando estaban en las proximidades de Telata, eran atacados por un enemigo muy superior, que los cercaron y tras un duro asedio de varios días y con una defensa numantina, tal como era este teniente, que despreciaba el peligro, murió como solo lo saben hacer los héroes, mirando a la muerte cara a cara y a pecho descubierto.
Por su heroico comportamiento le sería concedida, a título póstumo, la Medalla Militar Individual, y colectiva a los miembros de su sección. Cuentan testigos de esta acción que la muerte de su teniente les hizo soltar muchas lágrimas, ya que era un oficial muy campechano, tremendamente humano y de los que sabían ganarse el cariño y el aprecio de sus subordinados.
A Mariana Sánchez de Movellán se le puede calificar de madre y esposa ejemplar. Sus méritos están en su dura vida, ya que quedó viuda muy joven al morir en combate su esposo, el entonces coronel Joaquín Ortiz de Zárate, y aún todavía joven vio morir a su hijo Antonio Ortiz de Zárate en noviembre de 1957 en Ifni, lo mismo que su padre, en acción de guerra.
Cuando murió Antonio Ortiz de Zárate la prensa nacional publicó varios reportajes sobre su muerte en acción de guerra, pero destaco por lo emotivo, el siguiente: “Antonio Ortiz de Zárate, teniente de Infantería paracaidista murió en acción de guerra, y resulta difícil hablar de esta familia, sin que la memoria de uno de sus miembros no nos traiga el recuerdo de una muerte honrosa. Mariana Sánchez de Movellán, hacía unos diez días que se había trasladado a Las Palmas de Gran Canaria, como un presentimiento de madre y el presentimiento de madre resultó cierto, y había llegado a Las Palmas para ver a su hijo, y lo que vio fue lo contrario: recoger el cadáver de ese hijo”, L. López Nicolás, El Alcázar, diciembre de 1957.
"Sus méritos están en su dura vida, ya que quedó viuda muy joven al morir en combate su esposo, el entonces coronel Joaquín Ortiz de Zárate, y aún todavía joven vio morir a su hijo Antonio"
Pero aún quizás más emociona leer otro reportaje de un periodista que cubrió, en primera línea de fuego muchos días de aquella guerra, y cuyo texto recordando a este heroico teniente así dice: “Glosa emocionada de una Medalla Militar. El teniente Ortiz de Zárate ha expuesto de manera convincente el espíritu de sacrificio y de lucha que se alberga dentro del corazón español. El teniente Ortiz de Zárate ya forma entre la legión de héroes y mártires. El teniente Ortiz de Zárate ha conseguido la gloria eterna, y nos señala de nuevo el camino a seguir, cuando la patria es ofendida. Valgan estas líneas de homenaje póstumo al valiente oficial”, Bartolomé Peláez Torralba, Sidi Ifni, diciembre de 1957.
Aquella madre hundida por el dolor pero con la entereza de una heroína, fuera de lo normal, nada más bajarse del avión para recoger el cadáver de su hijo, se fundía en un abrazo con el capitán-jefe de la 7ª compañía de su hijo, Juan Sánchez Duque, otro gran soldado, que supo infundir a sus paracaidistas un espíritu con madera de héroes como así lo demostrarían en todas y cada una de las operaciones que intervinieron, y que al día de hoy todos los supervivientes de aquella 7ª compañía así lo demuestran con un inmenso cariño a su capitán.
Años después, Mariana Sánchez de Movellán antes de su muerte, siempre se sentía orgullosa de su hijo Antonio, ya que afirmaba que había muerto como él quería, vistiendo el uniforme de caballero legionario paracaidista, y rubricando con su sangre la célebre frase de la arenga a sus paracaidistas: “entraré en Telata o en el cielo”.
La brigada paracaidista, queriendo honrar a su héroe y reconocer a su madre, cuando la agrupación de banderas paracaidistas recibió la primera Bandera (enseña nacional), doña Mariana Sánchez de Movellán fue la madrina de esta primera enseña que los paracaidistas tenían desde su fundación. Razón tenía un intelectual en unas reflexiones acerca de la mujer, que así escribió: “las mujeres tienen de común con los ángeles esta cualidad: los seres que sufren son patrimonio suyo”, Honoré de Balzac, novelista francés.
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