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Espíritus

Había desempeñado tantos trabajos distintos en su vida que a veces meditaba sobre la vocación de las personas y sus actitudes. Adalberto sabía que cada cual tiene facilidad para alguna profesión concreta y él mismo se había inclinado por trabajos específicos, porque se sentía especialmente dotado para ellos.
Recordando sus experiencias, concluyó que  tuvo amigos con espíritu emprendedor, aquellos que, corriendo riesgos considerables, ponían en marcha proyectos más o menos ambiciosos.
También conoció Adalberto a personas dotadas de espíritu jurídico y sabía cómo profundizaban en los temas, hasta que conseguían encontrar una salida para quién solicitaba su ayuda en el caso de abogados o notarios,  o una sentencia en el de los jueces.
Incluso conoció a seres con espíritu deportivo que admitían perder con la misma facilidad que ganar; y otros dotados de espíritu crítico, esos que juzgaban las cosas y las situaciones en todo momento.  Luego estaban los que tenían espíritu administrativo que, después de sus estudios, enchufe o contrato de trabajo, culminaban su carrera como funcionarios que  planificaban o controlaban las restantes actividades, aplicando este tipo de derecho en cada caso.
Y de después recordó la actividad que más le gustaba a Adalberto, aquella presidida por el llamado espíritu empresarial  con el que determinadas personas tienen un sexto sentido para iniciar negocios o crear sociedades mercantiles. Estas generaban empleo, producían riqueza para el país y, en general, relanzaban la economía.
Cuando llegó al espíritu político se atrancó. No conseguía definir esta actividad o vocación en pocas palabras. Adalberto, después de consultarlo con su esposa, concluyó que un profesional de esta clase necesitaba tener espíritu emprendedor para plantear iniciativas novedosas y no caer en la rutina. Pero un buen político debería estar adornado de espíritu jurídico para comprender que los ciudadanos tienen derecho a defenderse ante los tribunales de sus decisiones o a acusarles cuando la honradez brilla por su ausencia. Y, desde luego, necesitaba igualmente espíritu deportivo para soportar las críticas de los administrados, porque hay políticos que no admiten esa forma de juzgar su actividad y llegan incluso a cabrearse con empresarios, sindicalistas o ciudadanos, por pensar distinto a ellos y expresarse libremente.
Y no digamos el espíritu administrativo para entender a los funcionarios con los que deben trabajar cada día y esos conocimientos le servirán también para evitar que las tareas se burocraticen demasiado, amargándole la vida al contribuyente medio. Pero lo que Adalberto consideraba más preciso para el político era el espíritu empresarial, ya que  suele manejar ingentes cantidades de dinero de los ciudadanos y, a veces, lo emplea sin pensar en los problemas de rentabilidad económica y social. Así, vemos infraestructuras  inútiles, obras injustificadas, inversiones sin rentabilidad sobre o bajo el suelo, ingresos  perdidos por desidia o desconocimiento y multitud de  situaciones que escandalizan en tiempos de crisis. Adalberto recordó por un momento como el gobierno central estaba intentando dotar a los altos funcionarios de ese espíritu empresarial. Hasta en el Cuerpo Diplomático recibían cursos para aprovechar sus cargos en beneficio de la economía de España.
Pero lo que a nuestro hombre corriente le ponía de los nervios es cuando el político de turno no solo carecía de espíritu empresarial, sino que además despreciaba esta actividad que es precisamente la que genera empleo, puede actuar con eficacia y hace posible, en gran parte, que existan los citados políticos. Pero también coincidía con su esposa en que el citado espíritu empresarial, mal entendido o deformado, puede llevar a una ambición descontrolada que, a veces, conduce al fracaso personal y profesional, por un desmedido afán de ganar dinero.
Adalberto se sirvió una copa de esa bebida en desuso que se llama coñac, suspiró profundamente y puso la televisión, aceptando mentalmente de antemano, las horrorosas novedades que le iba a aportar el telediario de la noche.

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