48 horas antes de que
el paso Tarajal II abra al comercio atípico, las
porteadoras guardan fila en el paso fronterizo de Bab Sebta. Hace frío, llueve, pero nada frena a estas mujeres en la espera por ser las primeras en entrar en Ceuta para portear. La Policía marroquí tuvo que intervenir en la madrugada del sábado desalojando a varias de las que hacían cola en la acera después de que varias protagonizaran peleas entre sí. Perdieron su puesto en fila pero también, algunas, sus carros, que la Policía arrojó al mar. Lo que se ve al otro lado de la frontera es fiel reflejo de la presión vivida cada noche y cada fin de semana por acceder a la ciudad que ofrece porteo: Ceuta.
Marruecos tiene su hoja de ruta orientada a la desaparición de esta práctica. No la esconde. Ha confirmado públicamente una fecha para su desaparición pero antes trabaja en alternativas que eviten un conflicto social con miles de personas que no tienen otra forma de subsistir. Ceuta poco hace por mejorar un negocio que ya lo tilda de problema, plegándose a horarios en los que cada vez los cierres se adoptan con facilidad y eliminando, con la excusa de las obras de la carretera nacional, el tráfico de coches patera resolviendo todo el comercio transfronterizo por el paso Tarajal II.
Hasta dos días antes de la apertura del porteo, cientos de mujeres se agolpan para cruzar. Esta noche serán más. Dormirán a la intemperie, darán su vida por un espacio sobre la carretera, frío, entregadas a la falta de protección, expuestas a cualquier cosa. Dormirán por segunda madrugada consecutiva, sin moverse del lugar para no perder la entrada en un camino que en estos meses ha evidenciado la peor de las situaciones en la Frontera Sur de Europa.