La calle, cualquier calle de cualquier Ciudad. nos muestra aspectos de la vida que merecen atención; nos enseñan la realidad del sufrimiento, la despreocupación de muchos con esa vida que algunos ( muchos también ) se ven obligados a adoptar y la separación de unos y otros, como si de castas diferentes se tratara, como si hubiera algunos genes que marcaran la desgracia, la infelicidad, la separación de clases humanas, la negación hasta de pequeños detalles de satisfacción personal, de esos que hacen desaparecer del rostro el rictus de la amargura. La calle está pidiendo que la observes con atención y, sobre todo, con el alma abierta de par en par para acoger, con cariño y gran respeto. todo ese conjunto de risas y de sufrimientos que en ella se dan más o menos simultáneamente.
El último día del mes de Junio, la calle estaba menos concurrida, a esa hora temprana de la mañana en la que se celebra la primera Misa del Domingo. A esa hora, en la que la gente suele ir deprisa porque va con el tiempo justo. ya había un hombre de raza negra en una de las puertas de acceso a una Cafetería. En la mano derecha sostenía un gorro como signo de petición de alguna moneda para poder satisfacer su hambre de la mañana. A veces se nos olvida que la gente pasa hambre y que tiene necesidad de comer algo que no es necesariamente un festín. Esta persona a la que me refiero procede de un país lejano y se ha acercado hasta nosotros - pasando un sin fin de calamidades y hasta riesgo de muerte - para que le ayudemos a vivir dignamente, como un ser humano, como usted o como cualquiera de los que pasan a su lado.
¿Cual es nuestra reacción? No me refiero a la de ese momento que pasas al lado de ese hombre que tiene hambre y te pide algo para comer, sino a nuestra forma de actuar en la política de relación con otras naciones. ¿Cómo se piensa solucionar ese grave problema de las emigraciones? ¿Cómo nos "ajustamos" en el mundo para que cualquier persona pueda vivir dignamente en su país? ¿Cómo los debemos acoger en su caso?. Ya sé que se piensa y se trabaja en ello, ¿pero a qué ritmo y con qué espíritu de solución eficaz? La gran mayoría de las personas solemos pensar primordialmente en nuestro problema personal y después en esos otros de carácter general; pero si pensamos con mucho cuidado y cariño en los nuestros no ha de ser menos en los de los demás. Es un deber de solidaridad.
Para completar el panorama, ésta misma mañana aunque algo más tarde que ayer, fui a solucionar unos asuntos, en mi misma calle, en la de la Cafetería que antes he citado, y pude observar cómo una mujer, bastante joven, removía con una varilla metálica larga las basuras existentes en un contenedor, y sacó de éste tres bolsas cerradas cuyo contenido pasó a examinar minuciosamente y seleccionando para sí misma lo que creyó conveniente que traspasó a un pequeño carrito que tenía a su lado. Un poco más allá cuatro o cinco chicas jóvenes charlaban alrededor de una mesa alta situada en la puerta de un Bar. El contraste no podía ser mayor. Ante el contenedor una mujer joven buscaba algo que pudiera serle de utilidad: era su trabajo. Al lado unas chicas jóvenes trataban de programar su día de veraneo.
Escenas tristes de la vida, esas dos que he relatado, que deben remover nuestras conciencias y hacernos más generosos - mujeres y hombres - en nuestra entrega a solucionar los problemas que existen en el mundo, aunque empecemos por los que vemos que hay en la calle que vivimos o que frecuentamos. Después el mundo espera algo más de la sensatez humana, a la que algo o mucho podemos y debemos contribuir. A todos nos esperan.