Escamotear la realidad

Presumo que la actitud adoptada por los sindicalistas de UGT y CCOO ha sido, en mi opinión, gallarda y merecedora de elogio en la defensa contracorriente de sus afiliados trabajadores del centro de menores del Albergue de Hadú. Han recibido descalificaciones desde el espectro político y mediático. ¿Su pecado? Describir a las claras el infierno en que se ha convertido la custodia, tutela y guarda de los menores marroquíes, los MENA. Tan sencillo como eso. Es ésta una ciudad proclive a cogérsela con papel de fumar respecto de la inmigración ilegal, de los menores marroquíes y de la convivencia entre ciudadanos de culturas diferentes. Hipocresía en estado puro. Una sociedad hipócrita. Tan es así que la opinión mediática ha saltado al cuello de los sindicalistas descalificándolos, apelando al consabido buenismo de los infantes no acompañados y a las manoseadas ‘responsabilidad y prudencia’. Incluso, en el colmo de su estulticia, la opinión mediática ha hecho coincidir las manifestaciones de los sindicalistas con un flaco favor al propio colectivo de los trabajadores allí empleados en el Albergue de Hadú. Al contrario, los sindicalistas han puesto bajo el foco de la opinión pública el comportamiento bárbaro de no pocos menores tutelados en el citado albergue. Pero lo más sangrante es que en la nota evacuada por el Gobierno de la Ciudad se manifiesta que las declaraciones de los sindicalistas “llegan incluso a incitar a la xenofobia”. ¡Ya salió la xenofobia!
A lo que se han limitado los sindicalistas es a describir una situación, no a valorarla, situación que viven día a día los trabajadores del Albergue de Hadú. Pero, claro, como esa situación sobrepasa no ya lo que debería ser normal, sino lo que alguien puede aguantar en su diario quehacer, es lo que la hace tan increíble y tan inasumible por el personal que no está en contacto con esos niños marroquíes. Esos buenistas a la violeta, cuando se les habla de los menores marroquíes no acompañados, piensan ingenuamente en sus propios hijos, por lo general, cándidos, asequibles, respetuosos y obedientes. Por eso creen tan desorbitadas esas declaraciones de los sindicalistas, pero esos buenistas huirían como alma que lleva el diablo de ese ambiente. Ni un minuto lo soportarían.
En la edición del miércoles de este periódico, hemos leído las agresiones sufridas por los trabajadores del Albergue o en sus enseres: mordiscos, puñetazos, golpes,  humillación, fuera del centro, en presencia de familiares, arrancamientos de cabellos, coches destrozados, insultos a la dignidad de las personas, amenazas a los trabajadores y a sus familiares, vejaciones. Según el ugetista Mata, el centro recién inaugurado “está destrozado”, “parece que han pasado elefantes”, “rompen ventanas”, “utilizan los enchufes para guardar droga”, etcétera. Todo eso quieren que se oculte a la consideración de los ciudadanos. ¡No pasa nada!, ¡son buenos chicos!, ¡se integran! ¡Hipocresía pura y dura! Es tal la hipocresía que se gastan la infame casta política y la opinión mediática –al tiempo que la Fiscalía y el Juzgado de Menores muestran una tibieza, en este asunto, cómplice y sospechosa– que quieren, unos y otros, hacer pasar por normal las tropelías que cometen estos vándalos. Cuando uno de esos vándalos cometa un delito irreparable en la persona de un ciudadano, entonces todos esos buenistas a la violeta mirarán para otro lado, no querrán saber nada y se dejarán caer vilmente con aquello de “hechos puntuales”.  
Pero la realidad que se respira en la ciudadanía es otra, es diferente. El ciudadano está hasta ahí mismo de los menores marroquíes y de la sumisión del Gobierno español a Marruecos. Porque no se olvide que el problema de los MENA es porque el Gobierno español no tiene agallas para cambiar la legislación, con su mayoría en el Congreso, y poner a esos menores, cuando cumplen los 16 años, en la misma frontera, y a los que hayan cumplido la mayoría de edad deportarlos sin ningún miramiento. Pero esta acobardada y timorata casta política que nos gobierna está paralizada ante Marruecos. He ahí el problema. Incluso, a pesar de  las declaraciones de los sindicalistas, el Gobierno de la Ciudad y la casta mediática quieren hacernos comulgar con ruedas de molino de que debemos tragarnos a los MENA, nos guste o no. Pero no se oyen voces en el Gobierno de la Ciudad ni en la casta mediática de que se cambie la legislación y los deporten a los 16, y a los 18 cuando cumplen la mayoría de edad. No, se limitan miserablemente a criminalizar a los sindicalistas. Matan al mensajero.
¿Cómo es posible que consideremos el reino de Marruecos un país soberano sobre sus riquezas de todo tipo, sus aguas, su política interior y exterior, etcétera, y, sin embargo, hemos decidido que no es soberano para cuidar de sus menores? ¿Quién lo entiende? Tan sencillo como que si hallan a un menor marroquí en Ceuta, el mismo fiscal y/o el juez lo llevan a la frontera y allí lo entregan a las autoridades marroquíes. ¿No?, ¿por qué? ¿Porque le hemos hurtado a Marruecos su soberanía sobre sus menores? Y ¿quiénes somos nosotros para hacer tal cosa? ¿Por qué no decidimos entonces, según ese argumentario, sobre la política penitenciaria de Marruecos, visto que nuestros compatriotas se pudren en las cárceles marroquíes? Hagámoslo. Lo cierto es que estamos escamoteando la realidad, más aún, eludimos mirarla de frente. Y así nos luce el pelo.