Hace unos años el bueno de D. Emilio Cózar (q.e.p.d), me dijo que escribía para sus amigos y que pensaba que sus artículos lo leían una o dos personas, pero que igual más, porque en alguna ocasión se le acercaban ciudadanos pidiéndole que escribiera o denunciara algún tema que les preocupaba. No aspiraba a más, pero muchos leíamos a D. Emilio.
En una de nuestras conversaciones me comentó que escribir le daba pocas satisfacciones, muchas decepciones y un sinfín de disgustos y antipatías. Escribía porque a su edad se podía permitir el lujo de decir lo que pensaba. La charla comenzó porque lo llamó un amigo militar para reprocharle que se decantara a favor del derecho de sindicalización en la Guardia Civil. No le sorprendió, porque sabía que esa opinión no tendría buena aceptación, pero era su opinión y opinar en Ceuta es un deporte de riesgo.
Recuerdo aquel artículo –todavía lo guardo con cariño- por el valor que tenía en ese momento y, sobre todo, por la persona que lo escribía. Eran años difíciles para opinar a favor del derecho de sindicalización en la Guardia Civil, como apunte a lo que digo, recuerdo que más de un periodista de prensa nacional y local, como Luis Manuel Aznar de El Faro de Ceuta fueron interrogados por publicar entrevistas del Sindicato Clandestino de la Guardia Civil. Eran, por supuesto, otros tiempos, donde había menos libertad, más hipocresía e ignorancia.
Han pasado muchos años, y ahora soy yo el que escribe, con las mismas premisas y pretensiones que D. Emilio y, en ocasiones, me sorprenden vecinos para decirme que leen mis artículos y otros, como el caso que nos ocupa, me paran para proponerme que escriba para denunciar alguna cosa en concreto. Esto es lo que me decía Manolo, una de esas personas, el pasado lunes:
“Juan, cuando vamos al cementerio de Santa Catalina no podemos limpiar y poner flores a nuestros familiares, porque para limpiar los nichos que están en la zona alta tenemos que utilizar la escalera móvil del cementerio. Las escaleras son imposibles de mover debido al peso y al deterioro de las ruedas. Todas las semanas tenemos que esperar a que aparezcan otros usuarios para que nos puedan acercar las mismas”.
Eso me decía y llevaba razón, porque este jueves me pasé por el Camposanto y pude comprobar que mover las escaleras no es precisamente fácil –ni para personas mayores, ni para los más jóvenes- o, mejor dicho, es casi imposible y además puedes coger el tétanos por el estado de óxido de algunas, algo que no me dijo pero pude comprobar.
Hoy, Manolo leerá la queja que me comentaba pero, como le dije, los responsables del servicio de la Ciudad Autónoma no están en el día a día de los ciudadanos y el Camposanto está muy lejos de la Plaza de África y de la Gran vía. Allí está todo perfecto.
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