“Es bonito que, desde arriba, el visitante capte el conjunto”

Estrella Arcos, Concepción Troya y Sergio García son los encargados de restaurar los restos arqueológicos que se integran en la nueva biblioteca Trabajan a un ritmo imparable. De ocho de la mañana a siete de la tarde. “Meten más horas que un reloj, estoy muy contenta con ellos”. Estrella Arcos es la máxima responsable del equipo de restauradores que desde la pasada semana se ha puesto manos a la obra para, en un plazo máximo de tres meses, poner en valor el conjunto de ocho viviendas y dos calles que integran el yacimiento de Huerta Rufino. Unos restos que se integran dentro de la nueva biblioteca formando parte de un bonito proyecto ideado por los arquitectos Ángela García de Paredes e Ignacio Pedrosa que, precisamente ayer, conocieron en primera persona la marcha de las obras. En esa visita pudieron intercambiar, además, impresiones con los restauradores que se afanan en la primera fase de limpieza y retirada de polvo.
“El trabajo es enorme porque la superficie total es muy grande y, además, hay cierta potencia en los muros y eso hace que todo se multiplique por dos”, expuso Arcos a ‘El Faro’ mientras, sin soltar la esponja, Concepción Troya y Sergio García continuaban con sus labores. Hay que tener en cuenta que, además de en superficie, los restos han de ser restaurados en altura. Todavía no han podido ‘hincarle el diente’ a los restos, aunque ya saben cuáles son los principales inconvenientes de esta restauración. “Hay bastante humedad por capilaridad, es decir, la que va de abajo hacia arriba y eso provoca una gran compactación del barro”, indicó Arcos, “y además se están sacando a la luz estucos que son muy frágiles y con ellos el tratamiento ha de ser muy minucioso”.
Son varias las fases que se han de abordar. De un lado la limpieza superficial en la que están inmersos; de otro la consolidación de los restos frágiles; también la fijación de material constructivo (ladrillos, piedras...). Aparte, hay una serie de ‘zonas perdidas’ que, a petición del arqueólogo municipal, Fernando Villada, se van a tratar de mejorar para favorecer la comprensión del visitante, con un fin didáctico. “Muchas veces los yacimientos son terriblemente complejos, así que de una manera muy discreta, se debe de tratar potenciar la lectura de lo que hay”, considera la responsable del equipo resaltando que la labor más importante de un restaurador es la que no se ve. Y es que la fragilidad de algunas partes va a demandar consolidaciones internas y algún que otro sellado.
La idea de partida es tratar la menor cantidad de productos químicos posibles, si bien ya se tienen preparados algunos morteros predosificados con cal hidráulica y cal aérea en función de qué trabajo concreto lo requiera. Ahora mismo lo único que utilizan Sergio y Concepción para retirar el polvo y la suciedad es agua, esponjas y brochas. El tiempo máximo por el que se ha contratado a ‘QUIBLA Restaura’ es de tres meses, si bien pretenden terminar la restauración en menos tiempo. “La idea es esa porque después vendrán una serie de trabajos paralelos en los que muy probablemente llegará una segunda fase de volver a eliminar polvo cuando se haga la definitiva puesta en valor”, adelanta Arcos ya que en los últimos coletazos de la obra los bordes del yacimiento requerirán de cierto aporte de tierra o grava.
El reto planteado por los arquitectos en el proyecto es apasionante, ya que quieren que el encuentro entre lo antiguo y lo nuevo se haga sin fisuras ni barreras, es decir, que el yacimiento sea visto tal cual está y no a través de ninguna cristalera. “He visto integraciones de este tipo en otras ocasiones, pero muchas veces el yacimiento queda arrinconado en un sótano sin que nadie lo vea mientras que lo más bonito de este caso es que, a todos los niveles, asomándote a las balconadas, lo ves”, agradece Arcos, “de tal manera que el visitante capta desde arriba el conjunto y tiene noción de este urbanismo”. Porque hay que olvidar que Huerta Rufino no son unos restos aislados, sino un ‘pedacito’ del urbanismo ceutí de hace siglos, un trozo de nuestra ciudad.