Cientos de marroquíes llevan atrapados seis meses en una tierra que no es suya. Atrapados sin poder salir solo por el hecho de haberse quedado bloqueados en Ceuta o Melilla. Su rey, al que se han dirigido, al que han llorado y al que han implorado, gestionó el regreso de mujeres desde Huelva, pero obvió a las otras féminas que no pudieron salir cuando ejecutó el cierre de las fronteras sin previo aviso. Durante todos estos meses la única opción ha sido escapar a nado, arriesgando la vida. Aquí muchos de los atrapados han llorado muertes de parientes cercanos, no han visto nacer a sus hijos, han vivido en soledad cuantiosas tragedias. Se ha castigado la condición de atrapado en Ceuta y Melilla después de unas repatriaciones vergonzosas, elegidas como las que tuvieron lugar en mayo.
Algún día habrá que contar la poca vergüenza con la que se ha gestionado todo esto, el desprecio que se ha tenido desde el ámbito político a profesionales de las fuerzas de seguridad al imponerles listados ajenos a cualquier criterio, o cómo se ha permitido el uso político de las ciudades de Ceuta y Melilla, de nuevo, como ejemplo de presión.
Decenas de mujeres han protagonizado vídeos llorando, entre ellas abuelas que estaban aquí soportando de todo. Y durante meses su rey no ha hecho nada, ha permitido otros desbloqueos pero castigando a las dos ciudades hermanas y visitando Ceuta en su propia embarcación mientras lo único que saben decirnos nuestros mandamases es que la Policía Nacional estaba investigando el famoso vídeo. Que puñetera poca vergüenza y que ganas de reírse del personal. Callados están mejor, pero insisten en hacer el ridículo.
De nuevo empieza a escribirse la crónica de una repatriación o de más. Las veremos si quiere Marruecos y saldrán adelante si el vecino país opta por admitir a sus propios nacionales a los que ha rechazado, olvidado y hasta repudiado solo por haber cometido un error: quedarse atrapados en Ceuta y Melilla.