Opinión

Epilepsia y COVID-19

Su tasa de prevalencia se estima entre 0,7 y 1,0% con altas incidencias en personas mayores y niños. Además, algunos pacientes tienen comorbilidades u otras patologías asociadas. Hasta el momento no se ha demostrado ninguna asociación entre epilepsia y COVID-19. ¿Podrían las personas con epilepsia tener un mayor riesgo de COVID-19 que otras personas?
Las comorbilidades neurológicas, incluida la epilepsia, pueden ser un factor de riesgo para COVID-19. Actualmente, no existen datos que hagan pensar que la epilepsia sea un factor de riesgo para desarrollar COVID-19. Además, las experiencias pasadas con enfermedades infecciosas no sugieren ninguna asociación. Teniendo en cuenta estas experiencias, algunas sociedades médicas/científicas sugieren parece poco probable que la epilepsia en sí represente un factor de riesgo para COVID-19. Sin embargo, ciertas afecciones preexistentes (tabaquismo, obesidad, diabetes, enfermedades cardíacas, enfermedades pulmonares y cáncer) se reconocen como factores de riesgo. Por lo tanto, en los pacientes con epilepsia con estas comorbilidades se debe adoptar un enfoque más cauteloso con respecto a COVID-19. Por el contrario, los niños infectados con COVID-19, incluidos aquellos con epilepsia bien controlada y sin otras afecciones de salud, generalmente son asintomáticos o presentan síntomas leves. El efecto de COVID-2019 en pacientes con epilepsia Los efectos de COVID-19 en pacientes con epilepsia y la prevalencia de nuevos casos de epilepsia siguen sin estar claros. Los síntomas reportados de COVID-19 se asocian principalmente con problemas respiratorios o gastrointestinales y no se han relacionado comúnmente con las convulsiones. Sin embargo, los pacientes con epilepsia que sufren COVID-19 o cualquier otra enfermedad infecciosa pueden tener fiebre, lo que puede desencadenar convulsiones. Además, la asociación entre los fármacos antiepilépticos (FAE) y los medicamentos para COVID-19 debe de tenerse en cuenta. Ciertas combinaciones no son recomendables o requieren mayor atención para prevenir las complicaciones. En este sentido el fármaco levetiracetam es de especial interés, ya que es el único antiepiléptico que no interacciona con ningún fármaco de los empleados hasta ahora contra COVID-19. También existen otros cuyas interacciones son mínimas, tanto clásicos (gabapentina y lamotrigina) como más modernos (perampanel). Estas interacciones farmacológicas deben tenerse en cuenta al introducir o agregar fármacos antiepilépticos. Además, algunos medicamentos para el tratamiento de apoyo, como los antihistamínicos, reducen el umbral de las convulsiones. Por otro lado, también se sabe que las exacerbaciones de las crisis pueden aumentar el riesgo de infecciones por COVID-19.
La mortalidad asociada con la epilepsia es mayor en pacientes con convulsiones mal controladas que en aquellos en las que están adecuadamente controladas. Las convulsiones frecuentes causarían desnutrición y el estado nutricional está claramente asociado con el sistema inmunitario. El segundo problema es que ir a los servicios de urgencias debido a un aumento de las convulsiones por crisis con escaso control podría exponer al paciente a la infección por el coronavirus. Consideraciones para cuidadores o pacientes que viven solos Muchos pacientes con epilepsia pueden depender de cuidadores. Los pacientes sospechosos de estar infectados con SARS-CoV-2 deben ser aislados y el cuidador debe llevar a cabo una correcta protección, para la prevención y protección contra COVID-19.
La protección contra COVID-19 también requiere el tratamiento de los portadores asintomáticos de SARS-CoV-2. Los cuidadores infectados o sospechosos de estar infectados con COVID-19 deben dejar de brindar atención a sus pacientes y aislarse.
En cuanto a los pacientes con epilepsia que viven solos, se sugiere mantener un contacto regular con alguien para informar que están bien mientras permanecen aislados, especialmente pacientes con crisis no controladas.
Es importante proporcionar esta información a los pacientes con epilepsia y sus familias para evitar que se infecten con COVID-19. Además, la difusión de información correcta reducirá la ansiedad y el estrés innecesarios. Educar a los pacientes con epilepsia reduciría la frecuencia de las convulsiones y las lesiones accidentales causadas por las mismas. Por el contrario, los medios sociales pueden ser fuente de información falsa o engañosa que puede hacer que las personas respondan de forma errónea o entren en pánico innecesariamente. Muchas asociaciones y sociedades médicas han proporcionado información útil sobre la epilepsia y COVID-19 que se puede compartir y consultar en sus páginas de internet.

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