Hamburgo es una preciosa ciudad portuaria, situada en el norte de Alemania, entre el Mar del Norte y el Mar Báltico, que forma su propio estado federado. Es la más rica de Alemania y la de menos desempleo. Tiene más puentes que Ámsterdam y Venecia juntas. Su puerto es el segundo de mayor actividad de Europa, después del de Rotterdam. Desde allí partió el mayor contingente de europeos hacia América. Ha sido destruida en varias ocasiones. La última durante la Segunda Guerra Mundial. Más del 70% de sus monumentos quedaron derruidos.
Hasta allí hemos viajado en nuestra última semana de vacaciones, para asistir a un congreso sobre economía de los servicios.
Lo hemos hecho desde otra ciudad portuaria, Ceuta. Más pequeña y con un puerto menos activo. Con menos teatros y puentes. Pero también situada entre dos mares, el Océano Atlántico y el Mar Mediterráneo. Ha sido un viaje de continente a continente. De mar a mar. De puerto a puerto. Que ya teníamos programado desde antes de que saltara la triste noticia de la muerte de muchos habitantes de esta ciudad como consecuencia de la epidemia ocasionada por la bacteria “E-Coli”. ¿Recuerdan?. Sí, aquella epidemia que la insensata senadora de Salud de esta ciudad, Cornelia Prüfer-Storcks, achacó a los pepinos españoles, y que llevó la ruina a muchos pequeños y medianos agricultores andaluces. Tal y como dije en un artículo anterior, lo primero que hice fue pedir una ensalada con pepino español. Y además lo hice en español. Entendieron mi mensaje.
Pero yo iba en son de paz, junto a algunos de mis colegas de la Universidad de Granada.
Como hacemos casi todos los años, presentábamos varios trabajos. En este caso el congreso tenía como tema central la productividad en el sector servicios.
Ha habido un alto número de participantes de muchos países europeos, y también de otros del continente americano o asiático.
Las ponencias más numerosas han versado sobre el sector público de los servicios y sobre los distintos sistemas de medición del valor añadido que se genera en dicho sector. Esta cuestión es muy importante, dado el enorme volumen que supone dicho sector en el conjunto de las economías desarrolladas (más del 60%). Pero mucho más es cómo se mide su producción. Por ejemplo, ¿qué produce un hospital?, ¿o una Universidad?, ¿o un Ayuntamiento?. Al contrario de lo que ocurre en una fábrica de automóviles, en estos sectores hay dificultades para saber qué se produce y para ponerse de acuerdo en cómo se mide.
En nuestro caso, por un lado calculábamos la eficiencia de la producción de cada una de las ramas del sector servicios en los distintos países de la OCDE y después estudiábamos la relación entre la eficiencia de estas industrias del sector servicios y la eficiencia productiva de las economías nacionales. El resultado de las estimaciones nos llevaba a confirmar una de las hipótesis de partida y a concluir que reforzando el tamaño relativo del sector de las nuevas tecnologías en las economías, los países estarían en condiciones de incrementar su eficiencia y productividad.
Fue interesante la observación que nos hizo un colega americano en el sentido de que quizás convendría repetir dicho estudio, pero centrándonos en las distintas regiones. Se me vino a la cabeza Andalucía, y también Ceuta. Lo veremos más adelante.
Pero también presentábamos un estudio acerca de la influencia que tiene la Responsabilidad Social Corporativa en el incremento de la sostenibilidad y de los resultados empresariales.
A lo largo de una extensa revisión bibliográfica pudimos establecer conclusiones muy interesantes acerca del comportamiento de las empresas actuales, también durante la crisis económica.
A pesar de la terrible situación en la que nos encontramos, aquellas empresas que adoptan formas de gestión respetuosas con el medio ambiente y con los Derechos Humanos, están ganando cuota de mercado, están incrementando la base de su clientela, están consolidando su capital humano y, también, incrementan sus beneficios económicos. No obstante, lo que quedó claro es que hoy día, la obtención del beneficio económico a toda costa, ha dejado de ser el objetivo más importante en muchas empresas. Afortunadamente a pesar de la crisis económica.