Detrás de cada suceso siempre hay una historia. Tras las crónicas de fallecimientos de esos particulares ‘invisibles’ que permanecen en Ceuta y a los que muy pocos ponen nombre hay identidades que quedan ocultas en narraciones impersonales.
El pasado miércoles era encontrado el cadáver de un hombre en un descampado detrás del ‘Edificio Granada II’, en pleno centro de la ciudad. La Policía hacía acto de presencia mientras la autoridad judicial ordenaba el levantamiento del cadáver. Tres datos, siempre los mismos, se repetían en todas las crónicas de los medios de comunicación. Muerto, calle, Ceuta. Punto y final.
Pero esa persona tenía un nombre. Se llamaba Hamid y era de Tetuán, aunque prácticamente no cruzaba a Marruecos, en donde tenía un hermano. Había convertido ese descampado, habitualmente ocupado por chatarreros marroquíes, en su vivienda particular, ocupando una zona en ruinas. Allí fue encontrado sin vida y ayer era enterrado en el cementerio de Sidi Embarek.
La falta de neveras en la sala de autopsias (solo hay dos) y la acumulación de sucesos trágicos estos días llevó a que se ordenara judicialmente su entierro, sin posibilidad de tramitar una posible repatriación a Marruecos ya que no podía ser mantenido durante más tiempo en ese depósito. Su entierro se hizo en soledad pero fue digno, en ese último paso de la vida que ha quedado plasmado en una crónica de sucesos.