Opinión

La enseñanza de España y Francia en el Protectorado

Refiere Manuel Aragón Reyes, en su obra titulada El Protectorado Español, sobre lo que fue la enseñanza de España y Francia, que Marruecos acusa a España de haber practicado el colonialismo dentro de su territorio y de haber ocupado y sojuzgado al pueblo marroquí. En cambio, el juicio de valor que el vecino país vierte sobre la labor de Francia, es bastante más favorable. Y ello, en nada se corresponde con la realidad de los hechos. Francia, siempre fue más exigente con Marruecos que España. Hay que empezar por replicar que España fue bastante más tolerante; luego, Marruecos también presenta mejor imagen sobre la labor realizada por Francia que sobre la llevada a cabo por España.
Más España, no tuvo ningún interés en tutelar aquella gran obra que ambos países realizaron, consistente en civilizar y pacificar Marruecos, porque nuestro país, desde comienzos del siglo XX, había quedado ya agotado de tanto gastar dinero de forma manirrota, tras haberlo ido despilfarrándolo durante siglos intentando poner orden en Europa y de pacificar el territorio marroquí para restablecer la paz y la autoridad del monarca alauita, sin haber tenido el más mínimo interés en lucrarse en aquel país, sino todo lo contrario, porque Marruecos nos costó a los españoles "sangre, sudor y lágrimas", parodiando a Winston Chúrchil. Y nos costó "sangre", por los ríos de ella derramados por los españoles, que no tuvieron en Marruecos nada más que pérdida de miles de españoles muertos en combate, tras que entonces viniera disputando la corona marroquí otra dinastía distinta a la alauita y que, sin embargo, España fue decisiva y determinante en proteger la actual monarquía del rey Mohamed VI, encarnada entonces en su abuelo Mohamed V. Por el contrario, Francia se inclinó por instituir rey a Mohamed ben Arafa, incluso habiendo deportando a Mohamed V, primero, a Córcega y luego refugiado en Madagascar y Egipto. Nos costó "sudor", porque tuvo que desplegar allí toda una ingente labor en todos los aspectos, a base de grandes esfuerzos y sacrificios. Y también "lágrimas", por la riada de ellas que allí tuvieron que regar todas las familias españolas por tantos hijos y familiares queridos como generosamente entregaron sus vidas.
Pero se trataba de un mandato internacional impuesto por la Conferencia Internacional de Algeciras de 1906 y por el Tratado de Fez de 1912, que España no podía eludir, por haberlo acordado así en dicha Conferencia los once países siguientes que se constituyeron en tutores del vecino país, como fueron: España, Francia, Reino Unido, Bélgica, Austria-Hungría, Italia, Holanda, Portugal, Rusia, Suecia, Estados Unidos y una delegación marroquí.
En aquellas negociaciones para lograr el acuerdo de la tutela, hubo dos posturas opuestas enfrentadas: Alemania, con el único respaldo de Austria-Hungría, defendió para Marruecos una política de puertas abiertas que garantizara a todas las potencias, en igualdad de condiciones, la participación en la economía y las finanzas del país. Francia logró el apoyo del Reino Unido, Estados Unidos, Rusia, Italia y España a su tesis de reparto en dos áreas de influencia. España tuvo que aceptar aquella misión encomendada, hasta que su Zona quedó pacificada en 1927.

"España destinó a en Marruecos ingentes gastos, hasta llegar a hipotecarse, y no pudo levantar cabeza ni iniciar su propio desarrollo"

Francia, se adelantó a acaparar para ella la Zona Sur, que era la más rica, más fértil y más productiva. A España, en cambio,, le fue endosada la Zona Norte, que era la más pobre, escabrosa e improductiva, habitada por una población marroquí muy mísera, más aguerrida y mucho más conflictiva, teniendo como hueso más duro de roer al Rif, con Abd el-Krim como cabecilla rebelde. Es célebre aquella frase de éste, diciendo al general Fernández Silvestre: "Tú y yo formamos la tempestad; tú eres el viento furibundo; yo el mar tranquilo. Tú llegas, soplas irritado; yo me agito, me revuelvo y estallo en espuma. Y ahí tienes la borrasca; yo, como el mar, jamás me salgo de mi sitio; y tú, como el viento, jamás estás en el tuyo".
España destinó a en Marruecos, desde principio de siglo XX hasta que en 1956 el vecino país declaró su independencia, ingentes gastos, hasta llegar a hipotecarse, y no pudo levantar cabeza ni iniciar su propio desarrollo, hasta que Marruecos se independizó. Lo refiere el mismo Aragón Reyes cuando dice que para saber dónde están las principales diferencias que existieron entre las dos formas de organizar la administración en las zonas francesa y española del Protectorado marroquí, una de las conclusiones que se extraen es que no debían de parecerse demasiado. La primera razón es que España estaba entonces bastante más lejos de ser Francia de lo que lo está hoy, y la segunda, que un gran número de quienes han escrito sobre ello, caen inevitablemente en la tentación de juzgar a una mejor que a la otra. Y España ahí lleva siempre las de perder.
Pero muchas veces, las críticas a España se hacen sin otros argumentos que los de la descalificación basada en tópicos, o incluso apelando a recursos tales como el atávico rifirrafe histórico que a ambos países nos caracteriza, entre la sinceridad y la llaneza del español y el engreimiento y la arrogancia de los franceses, o la exaltación del refinamiento francés, en oposición al "ruralismo" español. Y, por absurdo que parezca, todavía hoy seguimos cayendo en ese impulso reduccionista.
Aunque el Islam forma parte básica y fundamental del sentimiento nacional marroquí, no hay que olvidar que también el cristianismo estaba muy presente en España y en Francia que administraron el norte y sur de Marruecos, respectivamente. Aunque franceses y españoles no pretendieron "evangelizar" Marruecos, sino "protegerlo", cada uno lo hizo a su modo y a su manera, según pudieron.
El legado llega hasta hoy en forma de presencia efectiva para unos y para otros - mi pretensión aquí no es otra que la de rendir un homenaje a todos aquellos "españoles de Marruecos", a quienes el destino llevó a nacer y vivir en aquellas tierras que en el fondo siempre hemos sentido como algo nuestras y que en el periodo histórico que nos ocupa, de derecho, casi lo fueron. Y a todos aquellos marroquíes que aún mantienen en su corazón el recuerdo amable de España, por haber sido "un poco españoles" ellos o sus antepasados.
Antes del Protectorado, y casi podríamos decir que desde que existe memoria de Marruecos, la enseñanza, entendida como transmisión de conocimientos, ha tenido su base en la religión y esta no ha sido otra que el Islam. Sin apenas diferenciación entre niveles, lo que existía cuando empezaron a llegar los misioneros europeos debía parecerse bastante a la primera escuela. Nunca llegó a darse la imposición religiosa de España en Marruecos, porque una y otra cultura y religión eran radicalmente distintas.
En los países europeos de tradición cristiana, sin entrar en consideraciones acerca de la existencia o no de un Estado, la enseñanza nunca había sido considerada como una función que debía ser asumida de forma estatal. Tampoco se puede decir que estuviera en manos de instituciones privadas, pues lo único que existía que pudiera tener la consideración de tal quedaba reducido al ámbito familiar más inmediato de los personajes más influyentes en cada una de las regiones.
Einstein decía que los nacionalismos son el sarampión de las naciones. Yo, que jamás en mi vida fui político, digo que son extremadamente dañinos. ¿Pasó algo parecido con el legado cultural español en Marruecos?. ¿Ocurrió lo mismo allí que en otras partes del mundo en las que un día gobernamos?. ¿Por qué nunca conseguimos los españoles aquello de lo que siempre se beneficiaron otros países?; por ejemplo, los ingleses, manteniendo vivo el "vínculo con el sometido". España no fue la parte más beneficiada de todo cuanto supuso la responsabilidad de asumir la "protección" de esa parte norte de Marruecos. ¿Cómo fue el trato que dieron unos y otros a la religión y, más concretamente, al Islam? Al margen de que son muchos los que atribuyen un mayor respeto a la religión mahometana en el territorio administrado por España que el que se manifestaba en los núcleos de población dependientes de Francia, la premisa común, teniendo en cuenta la mentalidad colonial de ambas potencias, es que en una zona y en otra se intentaron introducir reformas que en ninguno de los casos produjeron los resultados perseguidos.
En el caso francés, la idea de Protectorado marroquí, tal y como llevó a la práctica el mariscal Lyautey y sus sucesores, tenía como objetivo, al contrario de lo que había sucedido en Argelia en el siglo XIX, no destruir ni decantar a la sociedad musulmana a favor de la causa colonial. En el campo de la educación (incluida la religiosa), el empeño consistía en actuar principalmente sobre la enseñanza superior, apoyando, ayudando y convenciendo a las élites locales, predisponiéndolas a la reforma del Islam y de la sociedad musulmana en el sentido de la "modernidad europea".
En el caso español — y aunque la línea principal estuviera dirigida a la "arabización", en razón de la libertad religiosa de nuestro sistema de enseñanza adaptándolo a las particularidades de la "sociedad protegida"— también se persiguió reformar los modelos existentes, aunque solo fuera para hacerlos más convergentes con la responsabilidad contraída por nuestro país. de sobra conocidas y diferentes de las habidas en la relación de Marruecos con Francia, para explicar por qué nuestro país se vio forzado a desmarcarse de múltiples aspectos de la "política indígena" seguida por nuestros vecinos los franceses.

"En los países europeos de tradición cristiana la enseñanza nunca había sido considerada como una función que debía ser asumida de forma estatal"

Por otra parte, España no disponía de los medios adecuados para emprender una política escolar "a la francesa" y optó por mostrar un talante más liberal que permitiese a sus "protegidos" desarrollar cualquier iniciativa en este campo, incluido el empleo de profesores traídos de Siria y Líbano. Pionero de un sentimiento nacional diferente del impuesto por el Protectorado. Tal vez esto sea así y se pueda aplicar al conjunto de lo que muchos han dado en llamar "la acción española en Marruecos", pero en mi opinión, en el caso de la enseñanza, y más concretamente en lo que se refiere al papel que jugó el grupo de notables en lo que luego sería el proceso de independencia, pasó lo que, fruto de nuestro atávico quijotismo, nos pasa siempre a los españoles.
Lo que se estaba haciendo era alimentar los ideales de identidad nacional de unas élites locales que, con el aval del nombre de España, avanzaban en sus tesis individualistas en busca de la independencia, no solo de España sino del resto del Marruecos francés. La cosecha final fue que la enseñanza hispano-árabe se arabizó a fondo y terminó siendo sustituida por la enseñanza marroquí, creando con ello el embrión de una autentica escuela marroquí para el futuro, incluso con una dirección de enseñanza marroquí, encargada de impulsarla claramente y especificando que el gran visir (que era como el primer ministro de un gobierno que, como representante del sultán, tenía al jalifa a la cabeza) fuera el que fijara sus funciones y relaciones con los organismos autóctonos que eran el Consejo y la Inspección de Enseñanza Islámica.
El primer paso de la separación ya estaba dado. Ya se había conseguido una enseñanza marroquí, que bien podía recibir la calificación de musulmana al estar regulada por el gran visir, mediante el Consejo Superior de Enseñanza Islámica. Más musulmana aún si se tiene en cuenta que se impartía en árabe y que sus beneficiarios eran musulmanes casi todos. El paso siguiente consistía en organizarla, y así se hizo, dividiéndola en primaria, media y especial.
Como culminación de este embrión de "Sistema Nacional de Enseñanza Marroquí del Norte", se ordenaba a los interventores evitar la circulación de población escolar en las horas de clase, se indicaba a los maestros que dieran cuenta a los padres sobre el rendimiento escolar de sus hijos y se les exigía que informasen a las autoridades de las faltas de asistencia. Se decretó incluso que las sanciones por las faltas derivadas del no cumplimiento de lo ordenado en materia de enseñanza pudieran contemplar la expulsión de la zona.
Mientras que entre los hispanófilos había muchos que, sin tener una especial animadversión hacia Francia, nos quieren de verdad, no hubo, sin embargo, resquicio alguno de cariño sincero hacia nuestro país entre los francófilos, a pesar de ese fingido aprecio al que obliga la regla más elemental de la diplomacia que debe regir la relación amistosa entre militares de distintos países.

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