Leí el libro de Saramago “Ensayo sobre la lucidez” en una época en la que mis pensamientos revolucionarios impregnaban muchas facetas de mi vida.
Lo que tiene de ser de revolucionario es que vas claudicando con el paso del tiempo; puedes ser engullido por el sistema, por la comodidad, por la rutina del día a día. Te acomodas en tu sillón rojo mientras pasas ya de puntillas por los problemas sociales del que eres consciente aunque ya los mires desde la distancia y manera distinta.
Yo creo que no he perdido la utopía de cambiar las cosas, de no callar, de seguir comprometiéndome.
No creo en Dios, ni en el paraíso, ni en las religiones, ni en los bancos que te dan un paragüas y cuando llueve te lo quitan. No creo, soy ateo en casi todo. Sigo en la lucha, aunque esté viejo, aunque parezca un pária, un loco que anda por el instituto provocando risotadas. Así soy y así me siento, en un mundo paralelo, a una distancia infinita de las personas que me rodean.
Nunca sabré el por qué de mi lucha; tal vez esté en mi naturaleza. Estoy enganchado a la revolución permanente y no pierdo la esperanza. He confiado muchísimo en amigos, en camaradas, pero he sufrido el desencanto por haberlos idealizado demasiado.
Mi compañera y amiga Remedios, también profesora de Filosofía, sabiendo de mi desasosiego, me escribía está nota:
“Previamente confiamos demasiado. Por mi parte, confío en mí pero no me siento traicionada por nadie porque en nadie deposito más confianza que en mí misma. Y siendo así, yo soy la única que podría traicionarme, pero no es traición sino torpeza. Me es más sencillo solucionar problemas graves conmigo que con los demás. Jamás he sentido eso que hablas porque tampoco espero nada de los demás. Me apena sentir que son los otros, pero me da seguridad. Si ya es difícil sintonizar conmigo, supón meter a más. Yo estoy para ayudar, a mi manera, pero no te voy a pedir nada. Quien no pide no vive traiciones. Además los que traicionan, están en un mundo que simplemente no me pertenece”.
Ser lúcido en la niebla y descubrir que el tiempo se te escapa de las manos abre una especie de nihilismo existencial. El compromiso me da la vida y me devuelve . La primavera de la juventud.
Saramago habla de la ceguera y de la lucidez, de las iras, las envidias, el egoísmo, las cloacas del poder; estos son los temas de “Ensayo sobre la ceguera”. En el “Ensayo sobre la lucidez” abre una brecha a una sociedad hipócrita que anula todo tipo de libertad y de decisión.
Durante las elecciones municipales la mayoría de sus habitantes decide individualmente ejercer su derecho al voto de una manera inesperada; Votar en blanco mayoritariamente. El gobierno teme que ese gesto revolucionario, capaz de socavar los cimientos de una democracia degenerada, sea producto de una conjura anarquista internacional o de grupos extremistas desconocidos. Las cloacas del poder se ponen en marcha: los culpables tienen que ser eliminados. Y si no se hallan, se inventan. Los protagonistas alcanzan una altura moral que los ciudadanos anónimos pueden alcanzar cuando deciden ejercer su libertad.
¿Conseguiremos eliminar el cáncer que padece el sistema democrático? ¿Nos salvaremos de la manipulación? ¿Dejarán de vernos como el populacho que aplaude con promesas inventadas?
Todos los actos conscientes, todos los diálogos con uno mismo y con los demás, todas las mentes abiertas, todo razonamiento crítico nos dará las pistas para sitiar a los que usan los votos para enriquecerse de cualquier manera.
No pienso que el poder corrompa, creo que el poder corrompe a los corruptos.
Mañana iremos a los colegios electorales y elegiremos. Deberemos elegir como si eligiéramos por los demás. Cada una de las papeletas debe ser una manifestación de la sociedad que queremos.