Alguien falta a la verdad. Labor de la magistrada titular del Juzgado de lo Penal número 1 de Ceuta es determinar quién. De ello depende que el llamado M.A.A. termine condenado o no por un delito contra la salud pública después de que en la noche del 4 de diciembre la UIR de la Policía Local le detuviera con un lote de bellotas de hachís marcadas con la cara del mono Albert, el primero en llegar al espacio.
La droga estaba escondida dentro de un casco de moto imposible de ser vista desde el exterior. Fue al peso, en el momento en el que uno de los agentes cogió esta protección, cuando supuso que algo ocultaba y así fue: dentro había prácticamente un kilo de hachís.
M.A.A. declaró que ese casco era de un vecino menor de edad y amigo que se lo había dejado olvidado en su coche. Un vecino con el que estuvo poco antes dando vueltas por Loma Colmenar y el Príncipe, a quien se le olvidó ese lote de bellotas valorado en más de 6.500 euros.
En su declaración insistió en que no sabía de la droga y que si portaba 1.000 euros y dirhams en su poder era porque se los había entregado su hermano para que los guardara en casa.
Fiscalía no le cree y además piensa que ha ideado la estrategia perfecta para que un menor asuma la culpa por muy bien que ambos declararan ofreciendo versiones casi idénticas sobre qué habían hecho antes del hallazgo del hachís.
El menor, contra el que se sigue un procedimiento en el juzgado de su competencia, aseguró que el casco y la droga eran suyos y que el acusado nada tenía que ver. El fiscal no solo pide condena, en concreto 2 años de prisión y multa, sino también que se deduzca testimonio del adolescente por mentir.
La Defensa reclama la absolución de su patrocinado manteniendo que el menor dice la verdad porque no tiene necesidad de echar mano de estrategia alguna para pagar por algo que no habría hecho. Insistió en que el chico, nada más enterarse de la detención de M.A.A., compareció de manera voluntaria para evita una injusticia.
En la vista celebrada este miércoles pudieron escucharse declaraciones de policías locales de la UIR a los que la Fiscalía da credibilidad mientras que la Defensa se la quita.
Al acusado le pararon en un control en Juan Carlos I porque presentaba la ITV caducada y después mostró un estado de nervios fuera de lo normal lo que les hizo sospechar que algo ocultaba en su coche. Uno de los policías detalló que al encontrar la droga les dijo que no les iba a confesar a dónde llevaba esa mercancía. Esa confesión no quedó recogida en el atestado ni tampoco fue escuchada por otro agente que se encontraba al lado, tal y como puntualizó ante la magistrada.
Más claro fue otro de los integrantes de la UIR, precisamente el que cogió el casco y se dio cuenta de que pesaba más de la cuenta, al declarar que le preguntó al acusado si había droga dentro y este le comentó que sí. Esa confesión tampoco quedaría recogida en el atestado ya que se consideró que no era necesario.
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