Los ángeles sin dos alas están en todas partes, también en Ceuta. A veces duermen al otro lado de la cama, si se ocupa, y te salvan la vida sin asomar las plumas. Otras en el piso de abajo (o arriba), y ni siquiera te has cruzado un hola en el ascensor. O sí. Están, aunque solo se revelan cuando actúan. Laura, auxiliar de
Enfermería, tenía potencial por su formación para erigirse en uno sin esperarlo, pero durante la tarde-noche de este sábado necesitó de tres para seguir respirando este domingo. Son Gema y Charo, personal del clínico de Loma Colmenar, y una más, la del Bloque 1. Se aparecieron en la avenida Ejército Español cuando ya se había puesto el sol. La mujer había disfrutado de “un día estupendo en la playa” con su familia y, en el centro comercial, ya de recogida, recordó que tenía unas “hormiguitas” de lo más molesto entrando en su casa por la ventana de un segundo piso. “Pensamos que podíamos comprar una trampa que no afectase al gato y al perro, para ponerla en la esquinita”, recuerda este domingo entre lágrimas y sonrisas, contradicciones de la vida, del filo de la guadaña a la rutinaria tranquilidad. “Mi marido la abrió, la puso debajo de la ventana y ya… Tiré la caja vacía a la basura y me iba a duchar, pero como el termo estaba apagado me puse a hacer la cena para los niños y entiendo que con el extractor a toda leche para freír absorbí lo que fuera…”, reconstruye la salvada, que
empezó a sentir que “se ahogaba” sin intuir el abismo. “Me pareció que tenía una crisis de alergia, notaba la nariz como cerrada, como un bloque, y me tomé el jarabe habitual para los ácaros y demás, pero escuchaba pitidos y con la toalla que llevaba, desnuda, me acordé de que mis vecinas de abajo son enfermeras, así que salí corriendo tal como estaba, descalza y deseperada, ahogada que me moría, a pedir ayuda”, rememora.
Intervención de sus vecinas y llegada de sus 'ángeles de guardia'
La vieron tan mal que sus dos
vecinas del piso inferior le inyectaron cuatro dosis de Urbason hasta que intervinieron los ángeles de guardia en la ambulancia. “Cuando llegué al Hospital el médico me dijo que no podía ni inyectarme, que todo tenía que ser por vía oral… Me dijo que tenía la glotis cerrada casi y que mis vecinas me habían salvado la vida”, añade. Su relación no era nada especial: hola y adiós. “A una la veo porque tiende justo debajo y conocí a sus abuelos, a la otra de ‘buenos días, qué pasa…”. “Me pusieron un vestido, me sacaron al patio para que respirara mejor, tiraron todo al suelo buscando desesperadas medicación…”, rompe de nuevo en lágrimas la auxiliar, a la que el marido del tercer ángel del Bloque 1 proporcionó la medicina que “me salvó la vida”.
Agradecida con sus salvadoras
Laura rompe en lágrimas consciente de que el shock anafiláctico que le han diagnosticado la tuvo al borde del otro barrio. “No hubiese llegado al Hospital… Me moría, los ojos muy rojos, la cara hinchada, me faltaba todo… No sé qué hubiera pasado sin ellas”, asume Laura, que sigue “rara”. “Me pica la garganta, tengo los labios como si hubiese comido muchas pipas y no he podido comer porque me atragantado, pero me han dicho que sería lo normal… Ahora tendré que hacerme pruebas para ver a qué agente en concreto tengo alergia”, indica. “Ha sido una cosa rara porque siempre nos quejamos, yo por lo menos, de que los vecinos de ahora… Que no nos saludamos, que no hay más que un contacto justo, pero anoche… Estoy tan agradecida…”, que no olvida cuando a una tía diabética nadie la quería atender en el suelo de la cale Mármoles de Málaga víctima de una hipoglucemia porque pensaban que era una ‘tirada’ por vicios. “Yo uso mucho la palabra ángel y seguro que lo tengo ahí… Algo hay”, afirma tras conocer a varios que tenía tan cerca y tan lejos.