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Enfermera en Noruega: la aventura de la ceutí Gemma Ferreiro

De inicio, su familia no pensó que el comentario iba en serio. “Me voy a trabajar a Noruega”. Era abril de 2020, la pandemia acababa de empezar y Gemma Ferreiro Salvador (Ceuta, 1998) acababa de terminar Enfermería en Granada. “Con el estado de alarma me volví corriendo a Ceuta”, explica. Confinada, una tía le dijo que aprovechara para ir armando su currículum. Lo hizo y, pronto, saltó una alerta en Infojobs, de esas que parecen spam. “Le di porque me hacía ilusión empezar a mandar mi currículum”, bromea. Pero a los tres días el teléfono sonó. “En esos momentos no pensé ni en lo económico, solo en la aventura, en mi desarrollo personal”, asegura.

Ese anuncio era de una empresa intermediaria y ofrecía trabajo en Noruega, en principio para atender en residencias de ancianos, salvo que el interesado buscara otra cosa, por la cuestión del idioma. “Además, ofrecían el curso de noruego, yo en mi caso lo hice online, fueron unos ocho meses para alcanzar un nivel B1 antes de irnos ahí a trabajar”, detalla Gemma. Estos días está de vacaciones, disfrutando del sol que casi no ve en Gol, el pueblo de menos de 5.000 habitantes en el que vive junto a Celia, una malagueña con la que coincidió en esta ‘loca idea’.

Con el paso de los meses, la ilusión por Noruega fue irrompible. La situación por la covid le ponía el trabajo en bandeja. De hecho, en los meses previos trabajaba por las mañanas en el Hospital Virgen de las Nieves de Granada, pero por las tardes seguía, constante, su curso de noruego.

Aquel 5 de mayo de 2021

Casi un año transcurrió desde aquel ‘click’ hasta que se montó en el avión. Al llegar a Oslo, cuarentena de 10 días en un apartamento y, desde el 18 de mayo, a trabajar en Kviteseid, un pueblito chiquitito donde solo hay un restaurante y un supermercado. Ahí comenzó la aventura, aunque desde septiembre trabaja en Gol, algo más grande y con bastante actividad turística en invierno al contar con buenas pistas de esquí. “Ha pasado más de un año y no me arrepiento en absoluto”, afirma.

Pero, ¿cómo se vive la enfermería en Noruega? Gemma reconoce que “al no tener mucha experiencia en España, no puedo comparar mucho” pero afirma que la situación que describen sus compañeros desde España no tiene nada que ver con la que ella palpa en su día a día. “Allí estamos dos trabajadores por planta y en cada planta tenemos 10 personas”, detalla, “de España tengo amigos que cuentan que tienen a su cargo 70 o 100 pacientes, así es imposible darle al paciente el tiempo que necesita”.

Habla de un clima de trabajo mucho más tranquilo y, lo más importante, el anhelo de la ‘atención integral’ no es un sueño, sino que es real. “En mi residencia para mayores estamos en cada turno nueve trabajadores para atender a unos 40 residentes”, cifra. Aparte está la cuestión económica, el reconocimiento del tiempo extra de trabajo porque “fichamos mediante una aplicación y, si te pasas 15 minutos de tu hora de salida, te los pagan”, o una remuneración de más de un 100% extra en el caso de días festivos. Es decir, todas las facilidades del mundo. “Además la empresa nos cubre el alojamiento y los gastos”, agrega.


En los primeros meses, a pesar del curso de noruego y su ‘cierto’ nivel con el idioma, la mímica fue su mejor aliada y, con los pacientes, había de todo. “Tenías al que le hacías gracia y se reía contigo y te trataba genial, hasta otros no tan agradables, pero con gestos todo se superaba”, dice Gemma. Pero a partir del quinto mes se fue sintiendo más cómoda con el idioma e incluso hace poco logró sacarse una certificación oficial B2 de noruego. Ahora, de hecho, suelen dejarle como encargada de la residencia y eso implica utilizar el teléfono para contactar con la ambulancia, llamar a la farmacia o hablar con los familiares de los residentes. “Al ser un trabajo de rutinas cada día aprendes vocabulario nuevo y lo afianzas a diario, eso es lo bueno”, opina tras comentar que el noruego tiene “muchos dialectos”. Últimamente también le piden que cante. “Se enteraron hace poco de que me gusta y de vez en cuando me arranco”, bromea. Y nos manda una foto con su ukelele para demostrarlo.

Clima, vida social... ¿volverá?

Gemma se ríe cuando se hace la pregunta del millón: ¿Volverás a España? “En un futuro creo que sí. Estoy contenta, pero no sé si me veo en Noruega a largo plazo. Las condiciones laborales son inmejorables, pero sí que la tierra tira… Ahora me siento inquieta, con ganas de descubrir otras cosas, estar en un ambiente que me nutra en todos los niveles… Todo esto está siendo muy enriquecedor y me gustaría repetirlo en otro sitio”.


En los meses de invierno han tenido, de media, -18ºC y han llegado a -23ºC. “Me ha afectado menos de lo que pensaba, es un frío seco y bien abrigada se sobrelleva bien”, asegura, “además aquí todo está preparado, ya puede caer la gran nevada que no colapsan las carreteras ni nada, todo está abierto con normalidad”. Quizás lo más frío es el carácter noruego. Eso sí que no es un mito, aunque con el tiempo se logra tener un puñado de amigos nacionales que te llevan a conocer los mejores lugares. Vivir en Gol, donde hay más extranjeros, conexión directa con Vergen y Oslo y más posibilidades de ocio le ha venido bien.


“Algo que nos llama mucho la atención es la frecuencia de visitas a los pacientes, los familiares vienen muy poco, el concepto de familia sí es bastante diferente al que tenemos nosotros”, comenta Gemma. Una cultura diferente de la que todavía le queda mucho por aprender porque, al menos, seguirá allí un añito más porque… lo más curioso está por venir.

Estudiar Arte Dramático: su gran sueño

En junio Gemma visitó Madrid. No lo hizo para ver a la familia, sino para hacer un examen para la Escuela Superior de Arte Dramático. Y es que, con el título de Enfermería, el B2 en noruego y quien sabe cuántos papeles más ya en su pared, aún le falta el que siempre ha soñado. Su colegio, el San Agustín, le permitió dar sus primeros pasos en el teatro. De ahí vino el grupo de teatro de la universidad y, una vez en Noruega, Gemma sintió que algo le faltaba. “Sentía que echaba algo de menos”, explica. Atrevida como es, empezó a prepararse de manera online las pruebas y, aunque no ha logrado entrar (había unos 120 aspirantes para 12 plazas en la modalidad que ella quería), tiene claro que en 2023 lo volverá a intentar.

Serían cuatro años de estudios, pero lo tiene claro: lo haría. Incluso es un tema que ya ha hablado con sus jefas en Noruega, quienes le han animado a perseguir su sueño y le han asegurado que le darán todas las facilidades para que, llegado el caso, pueda regresar a trabajar en época de vacaciones.

Quien sabe si en unos años volvemos a hablar de Gemma, pero ya sin bata de enfermera, sino subida sobre los escenarios. Decisión y confianza en sí misma, desde luego, no le falta.

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