Son las 21:00 h y me encuentro a pocos metros de las murallas de la fortaleza del Hacho. He pensado que este punto alto de Ceuta es el más adecuado para contemplar el ocaso del sol y el amanecer de la luna. El satélite de la tierra es la reina de la noche y de los misterios asociados a lo femenino. Aún queda un buen rato antes de que el sol se sumerja en las aguas del Estrecho. Hace bastante calor, agudizado por el esfuerzo de subir la empinada cuesta que he debido superar para llegar hasta aquí. No obstante, se nota que estamos en pleno verano y las temperaturas ya son altas. Se da, además, la circunstancia de que no sopla ni una brizna de viento. La atmósfera es sofocante y hasta los paisajes sudan desprendiendo un vapor que se adhiere a su silueta.
El mar está en calma. Lleva así todo el día. Lo he notado esta mañana cuando he ido con Alejandro y Sofía a la playa de Fuente Caballos. La naturaleza parece expectante, como yo, ante el encuentro del sol y la luna. Da la impresión de que su unión es un amor imposible, similar a la difícil conjunción del principio masculino y femenino en la psique humana. Su simple acercamiento ya resulta mágico y por eso merece la pena acercarse hasta este altozano para compartir con la naturaleza este espectáculo.
"La naturaleza parece expectante, como yo, ante el encuentro del sol y la luna. Da la impresión de que su unión es un amor imposible”
Según pasan los minutos el calor va descendiendo e incrementándose la fragancia de las plantas que perfuman y oxigenan el ambiente. Las moras ya lucen sus vivos colores rojizos y negruzcos. Su sabor es dulce y su textura agradable al paladar.
Puede que sea una apreciación errónea, o el resultado de la neblina, pero este atardecer es más dorado de lo acostumbrado y acompañado de un temprano fondo rubedo. Parece simbolizar que la Obra alquímica está más próxima que nunca del ansiado oro de los alquimistas. Todo los colores de la naturaleza han sido absorbidos por el sol, como si quisiera llevárselos con él al inframundo.
Al unísono las cigarras empiezan su concierto cuando el dorado haz solar tendido sobre el Estrecho se apaga y se enciende el lucero de la noche. Venus se sitúa sobre el pecho del Atlante dormido indicando el eje vertical o Axis mundi que enlaza la tierra y el cielo.
"Las moras ya lucen sus vivos colores rojizos y negruzcos. Su sabor es dulce y su textura agradable al paladar"
La noche extiende su oscuro manto sobre el Estrecho de Gibraltar y Ceuta, pero el recuerdo del sol aún perdura. La tierra sobre la que estoy sentado permanece caliente.
La montaña bicorne de Gibraltar marca una nítida frontera entre la noche y las últimas luces del día. La Luna ha salido más al sur de lo que yo había previsro, así que no he podido presencia su amanecer. Cuando me he asomado al mirador del faro la luna lucía una intensa tonalidad cobriza de la que se ha ido desprendiendo en su ascenso sobre el mar para mostrar su habitual tez blanquecina.
La presencia de la luna llena introduce un ingrediente mágico a esta noche de principio de verano. La temperatura es muy agradable y permite que la imaginación recorra el firmamento visitando galaxias y otros sistemas solares en los que, quien sabe, el milagro de la vida también se ha producido.