Llevamos un tiempo asistiendo a una auténtica oleada de críticas sindicales y políticas tras la creación de cuatro plazas de despacho en el Ingesa. Los primeros en ser críticos fueron los sindicatos, que hasta avisaron que, quizá, denunciarían. Los segundos han sido los políticos. En este caso el PP, que también ha cuestionado eso de las colocaciones interesadas pero echándole más picardías, hablando incluso de corralito. El Ingesa, mientras, más o menos callado. De hecho se niega a sentarse con los sindicatos para discutir, como se debe, este asunto. Y cuando eso sucede... entonces la cosa huele bastante mal.
Lo triste de asuntos como el que ahora cobra protagonismo es la alergia que parece existir para acudir a la Fiscalía y, si se sospecha la más mínima ilegalidad, denunciarlo. Todo lo que se haga al margen de esta actuación no sirve para nada. Bueno sí, para llenar páginas de prensa y garantizar que éstas servirán para envolver el pescado del día 24 horas después.
Hoy, a buen seguro, será el PSOE el que conteste, en esta especie de locura colectiva que a todos les ha entrado forzándoles a adelantar la campaña de las generales con bastante antelación para pesar de los votantes. El ciudadano se queda viéndolas venir, y, al menos en mi caso, con más dosis de indignación. Una se da cuenta que por muchas lecciones de moralidad y tanto alarde de transparencia, al final quien más quien menos intenta abandonar la vida política dejando bien colocados a sus afines. Debe existir un juego consentido de darle a la sin hueso hasta cierto límite. Será por alimentar la movidilla electoral, por engordar ese cierto vicio político que todos esconden. Pero al final cuando hay que sentarse ante el Fiscal y dejarle claro que uno sospecha que hay una ilegalidad como la copa de un pino... empieza el acojonamiento colectivo. ¿Por qué? A mi juicio los fiscales de esta plaza no tienen cara de mala gente. Más bien al contrario. O sea que el miedo... por el miedo... como que no. ¿Pruebas? Deben existir. De lo contrario estaríamos ante una incongruencia supina. ¿Entonces qué? A mi pesar no estoy en condiciones de contestarles, hay cosas que me superan y que me hacen dudar de la transparencia que debe haber en los comportamientos que se estilan en la clase política.
El denunciar está muy bien, pero también lo está el acompañar dicha labor con ciertas dosis de seriedad. Y en los casos a los que últimamente asistimos sobra lo primero pero falta lo segundo. ¿Cómo le ponemos al niño?: ¿canguelo?, ¿mejor no denuncio por si acaso algún día hago yo lo mismo?, ¿estafa colectiva?