Mercedes Jiménez Álvarez, doctora en Antropología Social; investigadora posdoctoral en la Universidad del Algarve (Portugal) y profesora invitada en la Universidad Abdelmalek Essaadi de Tánger (Marruecos) imparte la conferencia ¿De qué trabajan los antropólogos/as? Derechos humanos en la Frontera Sur de Europa: Elogio de una Antropología ‘inquieta’ mañana a las 18.00 horas en la UNED.
Esta conferencia se inscribe en una reflexión sobre el ejercicio profesional de la Antropología y la defensa de los derechos humanos en contextos fronterizos.
–Una de sus líneas de investigación es la migración de los menores extranjeros no acompañados, ¿Europa quiere a los MENA?
–Si tengo que definir la problemática de los menores migrantes, diría que son intrusos en una fortaleza. Porque son niños, adolescentes, menores de edad que ponen en crisis un sistema pensado para controlar la migración. En Europa existe un régimen fronterizo que se ha deslocalizado al Magreb, ahora en el Mediterráneo la principal orientación de las fronteras es controlar la inmigración irregular. El régimen fronterizo entra en crisis a la hora de pensar en un menor que se está moviendo. Con frecuencia se obvia el hecho que tiene que ser protegido, se tiende a pensar que tiene que ser controlado. Creo que es el ‘migrante más molesto’, pero no solo para Europa, sino en todo el Mediterráneo y también en otras regiones fronterizas, como la frontera entre México y EEUU y la frontera Sur de México con Guatemala.
–La entrada de menores sirios (incluso solos) es una de las variantes del flujo migratorio cuya ruta pasa por Ceuta.
–Los sirios son refugiados. Hay que protegerles y punto. Hablamos de una situación límite. Europa todavía de eso no se da cuenta, tiene una guerra a sus puertas. La movilidad de los refugiados sirios se está dando mayoritariamente fuera de la UE, en los países limítrofes a Siria, como Turquía o Jordania, Líbano. Europa y en concreto en estado español no está respondiendo como debería, en consonancia con la Convención de Ginebra y tendría que ser mucho más valiente en ese sentido. El número de solicitudes de asilo concedidas es irrisorio.
–La ausencia de repuntes en la entrada de menores marroquíes, ¿se puede interpretar como una mejora en las políticas sociales en el país vecino o una consecuencia del mayor control en la frontera?
–Hace años, en los medios, se pusieron de moda los menores migrantes y no eran ‘ni tantos ni tan peligrosos’. Asistimos a un proceso de criminalización de la infancia y la adolescencia migrante. En la actualidad el número de menores extranjeros solos acogidos en el sistema de protección tampoco ha variado mucho, aunque tampoco en estos momentos contamos con datos fiables y rigurosos. Pero como la prensa está menos focalizada en esta realidad, pareciera que ya no “existe” menores que migren. Es decir, los medios de comunicación juegan un papel importante en la creación de cierto alarmismo. Eso por un lado. Por otro lado me parece importante señalar que a la hora de pensar en las causas de la migración, se suele pensar automáticamente en la pobreza. Sin embargo, las personas que migran en el mundo no son las más pobres, porque para comenzar la aventura migratoria hace falta cierto capital social. Entonces hay un componente de desarrollo y de promoción en el hecho de migrar, de moverse, de buscar nuevas oportunidades. Las políticas públicas de un país no “frenan” la migración y el control fronterizo vemos que tampoco. La migración es y será una constante en la historia.
–¿Cree que la vulneración de derechos humanos del 6-F (denunciada desde distintas instancias) es un hecho puntual o una constante en Ceuta?
–Las fronteras son los barómetros del estado del mundo, y en todas las fronteras hay una forma de cristalización de la violencia. La frontera de Ceuta es especialmente complicada porque encierra una paradoja: es permeable para unos e impenetrable para otros. Hay 20.000 personas que cruzan todos los días la frontera. Hay muchas familias que viven de esta interdependencia fronteriza. Si no estuviera la frontera, las dos partes no podrían vivir y no podrían comer. Hay una violencia que se expresa en esa paradoja. No se puede mantener de un lado esta interdependencia para unos y por un lado intentar blindar la frontera, el resultado de esta paradoja sólo puede ser la violencia. Hay que pensar otra forma de gestionar las fronteras, de forma conjunta. Hay que organizar, dignificar y mejorar las dinámicas fronterizas. Lo que pasó el 6F fue una vulneración de los derechos fundamentales de las personas: de los 15 personas muertas, de las personas expulsadas sin procedimientos y de las que no recibieron el socorro humanitario.
–¿Por qué no se regulariza la situación de los migrantes en Marruecos?
–En Marruecos hay procesos de regularización desde el 1 de enero. En septiembre del 2013 Ginebra elabora una serie de recomendaciones a Marruecos en relación a la aplicación de la Convención de los Derechos de los Trabajadores Migrantes y sus Familiares. El proceso de regularización emana de estas recomendaciones.
–A pesar de esa mejora que introduce Marruecos, siguen intentándolo incluso con más ímpetu como se ha visto en las avalanchas de Ceuta y Melilla.
–No lo creo. Lo que ocurre es que los medios lo han sobredimensionado. Pero la situación no es de mayor alarma que hace un año o tres meses. Según los datos del Frontex, las cifras son más o menos las predecibles.
–Tras el 6-F, se habló mucho de la vulneración de los derechos humanos en el lado español, ¿qué está ocurriendo en Marruecos?
–En el estado español se vulneran los derechos humanos de las personas migrantes y en Marruecos también. Son las dos caras de la misma moneda. Las fronteras son espacios de violencia. Defiendo y creo el derecho humano a la libertad de movimiento.