Marius le dijo únicamente a su madre que se iba en busca de un futuro con esperanza. A nadie más para que no fuera blanco de burlas si las cosas no iban bien y se viera obligado a regresar con menos de lo que se llevó.
Un puñado de euros. Desde Bacau, un pueblo del norte de Rumanía. hasta otro de la provincia de Lérida del que había oído, necesitaban personal para una granja de gallinas. Era un rumor.
Así comienza la historia de uno de los muchos extranjeros que terminan trabajando en la ciudad autónoma.En la actualidad menos que antes, pero los últimos datos del Ministerio de Trabajo salvan a Ceuta del descenso de afiliados extranjeros a la Seguridad Social que se produce en la mayoría del país.
Éste año doce más que el pasado 2009 y es Marruecos la nacionalidad que alcanza el 85 por ciento del total de los contratados, casi siempre hombres. Pero en ese porcentaje que falta, no deja de haber sudamericanos, chinos, portugueses o rumanos. La construcción es el sector en el que trabaja Marius junto a otros tres compañeros rumanos, otros tantos marroquíes y algunos españoles. Tras el fracaso de la granja de gallinas llegó a Barcelona y comenzó a buscar trabajo. “Era difícil porque no sabía catalán, apenas me quedaban ya ahorros pero por fin encontré algo”. Habla un español perfecto que aprendió viendo la televisión en su tiempo libre porque no podía costearse clases. Cobra un sueldo medio. “Ser mileurista en España supondría allí cobrar 300 euros y con ese dinero puedes vivir el presente pero no puedes hacer planes de futuro”, explica.
Andrei se casó y desde que tuvo al primero de sus dos hijos siempre pensó en lo mejor para ellos. Vino porque un cuñado le dijo que había trabajo.Y hace siete años se puso a trabajar como encofrador. Trajo a su mujer, a su hijo y aquí nació otro. “Piensan que queremos los papeles y por eso tenemos hijos, eso es una tontería, yo ya tenía mis papeles, he comprado un piso y de momento no voy a regresar aunque pienso en mis padres que sufren porque todos los hermanos nos hemos ido”. Asegura que muchos compatriotas se han ido marchando. Ellos son afortunados. La crisis ya no entiende de países “pero a nosotros no nos falta trabajo gracias a Dios”. Llevan aquí dos meses y en un par de semanas regresan a Huelva, donde tiene su sede la empresa subcontratada por la que realizan la obra del futuro Centro Asesor de la Mujer. “Son buenos, como cualquier otro compañero”, explica Ángel mientras disfruta junto a ellos de la hora del almuerzo.
Los rumanos saben “que tenemos mala fama por culpa de otros ” y también han tenido que aguantar amenazas con el estallido de la crisis “para que nos fuéramos y dejáramos trabajo libre”. A Ceuta han venido a trabajar. Un compañero marroquí les ha enseñado el país vecino. Se parece al suyo. Hay presente. El futuro está aquí, en Ceuta. En España.
Son el 45% de las contrataciones de la construcción
El período estival y la falta de obras han provocado que sean muy pocos los obreros extranjeros, a excepción de los marroquíes, que vivan en Ceuta. Rumanos, portugueses y sudamericanos son las nacionalidades más numerosas en el sector de la construcción que acapara aproximadamente el 45 por ciento de las contrataciones que se hacen a extranjeros. El resto de demandantes en su mayoría apuestan por la vigilancia y seguridad y por trabajos de cuidado de personas y limpieza. Desde el Servicio Público Estatal de Empleo, Carlos Torrado explica que hace unos años muchos sudamericanos vinieron a Ceuta “porque trabajaban muy bien la piedra para el Paseo de las Palmeras”. Los empresarios de la construcción lo confirman: menos obras, menos manos foráneas.