Allá por el año 1970, el Procurador en Cortes por el tercio familiar elegido en el distrito de Ceuta fue recibido en su despacho del Palacio de El Pardo por el entonces Jefe del Estado, al cual le entregó un detallado informe sobre la economía y las aspiraciones de esta ciudad. Terminada la audiencia, mientras el Jefe del Estado leía el informe, el Procurador en Cortes se dirigió hacia la puerta, pero antes de salir se volvió y vio cómo la más alta autoridad de la Nación dejaba de leer y depositaba dicho documento a un lado de la mesa. Ambos, el Jefe del Estado y el Procurador, cruzaron sus miradas durante unos segundos, hasta que aquel rectificó y, extendiendo la mano, volvió a coger el informe para seguir leyéndolo.
El Procurador en Cortes se llamaba Serafín Becerra, y el Jefe del Estado Francisco Franco, “Caudillo de España por la Gracia de Dios”, como rezaban las monedas de la época, un hombre al que las circunstancias históricas habían dado un poder omnímodo, pero que ante el gesto de Serafín se vio obligado a bajar la cabeza y a continuar con la lectura de unos papeles elaborados en la Cámara de Comercio ceutí y en cuya elaboración puso todo su empeño quien redacta estas líneas.
Creo que esta anécdota refleja fielmente la personalidad de Serafín Becerra Lago. De extracción humilde, nacido en El Cabañal, un barrio valenciano de gente de la mar, y que, como tal, llegó a Ceuta trabajando en los transbordadores de Trasmediterránea, para afincarse aquí y formar una gran familia, tras encontrar en una caballa, África Constantino, la esposa ideal que supo moldearlo como buena maestra que es.
Recuerdo que en sus primeros años de estancia en nuestra ciudad, ya como representante de productos farmacéuticos, me visitaba de vez en cuando en mi despacho de Secretario de la Cámara de Comercio. Cierto día, en 1967, me hablaba de sus inquietudes políticas y sociales, cuando se me ocurrió preguntarle, medio en broma, si pensaba presentarse a las primeras elecciones para Procurador en Cortes por el tercio familiar, prontas a convocarse, y su respuesta fue exactamente “¿Y eso qué es?”. Se lo expliqué en pocas palabras y, levantándose, se despidió dándome aquel terrible apretón de manos que le caracterizaba. Semanas después, ya era candidato, y poco más tarde, resultó elegido Procurador en Cortes por el distrito de Ceuta. Como no podía ser de otra forma, dada su personalidad, pronto se integró en el rebelde grupo de los llamados Transhumantes, cuya última reunión tuvo lugar en nuestro Hotel La Muralla, siendo disuelta poco después de su inicio por la Policía.
Luego, llegó la democracia, y en las elecciones de 1977 salió elegido, junto a Francisco Lería, como senador por Ceuta, siendo diputado su amigo el Dr. Antonio Domínguez, quien completaba la victoriosa candidatura de la UCD de Adolfo Suárez. Consiguieron la inclusión expresa del nombre de esta ciudad en el texto constitucional, objetivo prioritario en aquellos momentos. Tras el referéndum en el que se aprobó la Constitución, se convocaron nuevas elecciones, y en 1979, por segunda vez, triunfó en Ceuta la candidatura de UCD, con los componentes que aparecen en la fotografía: Serafín y Antonio Domínguez para el Senado y quien suscribe, con Antonio Vázquez de suplente, para el Congreso de los Diputados. Entonces pude comprobar cómo defendía sus propuestas sobre Ceuta ante los miembros del Gobierno, con una energía tal que alguna vez se hizo preciso moderar para tranquilizar al interlocutor, cuando éste empezaba a enfadarse.
La desintegración de UCD nos llevó a distanciarnos durante cierto tiempo, pues tomamos caminos distintos, pero a la postre se impuso de nuevo el mutuo sentimiento de amistad. En sus aún recientes y desgraciadamente últimas declaraciones a un periódico local, me dedicó unas palabras de elogio que siempre le agradeceré.
Descansa en paz, irrepetible Serafín.