Imaginar que un hijo, hermano o pareja desaparecen de la noche a la mañana sin dejar rastro. Imaginar la angustia de ver su habitación vacía todos los días, o las noches eternas esperando una llamada de teléfono que nunca llega. Imaginar no saber dónde duermen, qué comen o si siguen vivos. Todos los años, cientos de miles de africanos emprenden un viaje peligroso para alcanzar terreno europeo, unos 2.500 desembocan anualmente en la ciudad. Se les suele denominar migrantes, pero muchas veces se olvida que son hermanos, hermanas, maridos, hijos, hijas o amigos de alguien.
En San Antonio adquieren conciencia del mundo que les espera más allá del Estrecho. La encargada de impartir estas ‘lecciones’ es Maite. “Les hablo muy claro, les explico la realidad que se van a encontrar en la península, porque es muy dura, allí tienen tres meses en una ONG y después se van a la calle donde se les abre un limbo.
No pueden aspirar a un trabajo decente porque no tienen documentación pero pueden buscarse la vida con ‘trabajillos’ y, precisamente de formarlos en ese aspecto nos ocupamos en el centro”, explica.
Poner voz desde el silencio a las últimas víctimas del fenómeno migratorio
El Circulo de Silencio se celebra desde hace más de dos años en la plaza de la Constitución el segundo miércoles de cada mes y en él se relatan los acontecimientos relativos a los migrantes que se han sucedido durante las últimas semanas.
El propósito es “poner una voz de los sin voz, como son los inmigrantes y refugiados”, explica la presidenta de la asociación Elín y carmelita vedruna, Paula Domingo.
“Nuestro objetivo cada mes es recordar los acontecimientos que cada día les ocurren a estas personas y que, por desgracia, se traducen en muertes, tragedias y situaciones que no podemos olvidar porque todos somos responsables”.
Santiago Ramírez. Voluntario de Cruz Roja. “Te hace valorar lo que tienes aquí. Cuando comparas nuestras quejas con su realidad, abres los ojos, son situaciones que te hacen cambiar, ves la vida de otra forma”.
Paula Domingo. Asociación Elín. “Ellos vienen con una gran riqueza, debemos abrirles las puertas y dejar de obcecarnos en cerrárselas porque son el aire nuevo que va a rejuvenecer Europa”.
Habib Diallo. Residente del CETI. “Todas las personas somos iguales, solo nos diferencia el color, pero no puedo adentrarme en la mente de nadie y hacerlo cambiar, tan solo pedirles que nos den una oportunidad”.
Maite Pérez. Coordinadora del centro ‘San Antonio’. “Es importante que la sociedad conozca su realidad. No hay que mostrar lástima, pero que descubran que tienen ganas de estudiar, trabajar y cooperar”.
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