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“En épocas de crisis hay una evidencia ciudadana: antes mantequilla que cañones”

Profesor universitario, filósofo y diputado del PSC en el Congreso durante seis legislaturas, Jordi Marsal i Muntalà (Manresa, 1951), actual adjunto al director del Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional (CESEDEN), analiza esta tarde el presupuesto de Defensa, su evolución histórica y la adecuación a los actuales retos de las Fuerzas Armadas.

–El presupuesto de Defensa no para de menguar en España. ¿Es fruto de la crisis o una tónica general en nuestro entorno?
–Desde el fin de la Guerra Fría, los presupuestos de Defensa en España y el resto de países occidentales europeos han tendido efectivamente a la baja. En nuestro país se ha acentuado sobre todo desde 2008 por la crisis económica, pero en general  es una tendencia común. Lo advertía hace días Barak Obama y también lo hizo su anterior secretario de Estado de Defensa. Lo que ocurre es que en los países que gastaban más en Defensa, por encima del 2% del PIB, la disminución se ha notado menos. En otros como España, donde se invertía menos y se ha caído por debajo del 1%, se ha notado mucho más.
–¿Y esa tendencia es síntoma de los nuevos tiempos, de un enfoque hacia otras preocupaciones?
–Reducir o no en Defensa depende de lo que quiera ser un país, del papel que quiera jugar en el orden internacional. Y depende a su vez de la percepción que los ciudadanos tengan de si hay amenazas o no a su alrededor y de si los políticos son capaces de trasladar a esos ciudadanos que si España quiere ocupar una posición importante en el mundo debe dotarse de unas Fuerzas Armadas que sean creíbles.
­–Pero el argumento de más inversión en Defensa hoy en día no ‘vende’ mucho...
­–En situaciones de crisis hay una evidencia general ciudadana: antes mantequilla que cañones. Por lo tanto, es normal. Se incrementa la inversión en aquellos países en los que por su historia o su situación actual los ciudadanos tengan percepción de amenazas directas. Nos pueden robar el móvil o el coche, y es necesario que haya Policía que nos proteja de esa amenaza y se considera normal gastar en ello. En el caso de la defensa, nuestra población no tiene una percepción de que haya un enemigo dispuesto a atacar. Por tanto, para el ciudadano el grado de protección que necesitamos tienen una dimensión distinta que la que puede sentir en el caso de la seguridad interior.
–¿Con las partidas actuales pueden las Fuerzas Armadas responder a los retos del Siglo XXI?
–El concepto de seguridad y defensa válido en la Guerra Fría cambió con el fin del Pacto de Varsovia. Por lo tanto, ha sido necesario ir adaptando las FAS a las nuevas amenazas y riesgos. Esto ha provocado procesos de transformación, y las FAS españolas también están sumidas en ellos. Cuanto más bajan los presupuestos, más difícil es esta transformación. Esto conduce no a una situación de indefensión, no nos encontramos ahí, pero evidentemente sí con dificultades que hacen que el grado de operatividad de todas las unidades no sea el mismo. Hay algunas unidades que tienen mayor operatividad que otras.
–¿Pueden los recortes en Defensa poner en peligro las misiones internacionales de las FAS?
–Como los presupuestos iniciales  eran bajos se ha articulado un mecanismo por el que las partidas en las misiones eran ampliables: una dotación inicial puede ampliarse en función de las necesidades. Por eso las operaciones en el exterior no han tenido un problema de financiación, pero evidentemente de existir una situación de descenso continuado de los presupuestos de Defensa, habrá problema para financiar esas misiones en el exterior.
–El 77% de los presupuestos de 2014 lo absorbe el capítulo de personal. ¿Están las FAS sobredimensionadas?
–Hay que diferenciar entre presupuesto inicial y ejecutado. El segundo es siempre más elevado por mecanismos como la ampliación de las partidas para sufragar misiones en el exterior o créditos extraordinarios para pagar deudas. Si observamos el inicial sí que existe una relación de 75% a 25%, pero en el ejecutado, el final, la cosa se equilibra y nos situaríamos en un 55% de gasto en personal y un 45% de gasto en funcionamiento e inversiones. En cualquier caso, al principio de la democracia había 400.000 militares y ahora sólo unos 120.000. Y en número de militares por mil habitantes, comparado con otros países, no podemos decir que tengamos unas FAS exageradas.
–¿Y de dónde se puede recortar aún más para ganar en eficacia?
–Hemos ido recortando tanto jamón que llegamos ya al hueso. Es difícil reducir más. Si hay que hacerlo, deberá ser en aquellas partidas que menos afecten a la operatividad.

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