En el camino de la amistad

La vida te ofrece, entre otras muchas cosas, el poder relacionarte con los demás, con cualquiera de la enorme cantidad de gente - personas igual que uno mismo y, por tanto, con iguales virtudes y defectos - que puebla nuestro mundo. Unos más cerca que otros, en cuanto a distancia física se refiere y también a afinidad de carácter aunque los tengamos muy próximos y sean hasta de una misma familia. Los lazos de unión, de concordancia de pensamiento y de acción de la voluntad de cada cual hay que establecerlos y mantenerlos constantemente. Han de tener vida, esa vida que hay en el alma del ser humano y que a poco que se cuide de ella ofrece maravillas que van llegando por el camino de la amistad. El gran hombre que fue Platón nos ha dejado dicho: "No dejes crecer la hierba en el camino de la amistad"
Hay que transitar por ese camino a todas horas pues es la forma adecuada de cuidarlo, de que no crezca la hierba del olvido, de la indiferencia o de la atenuación de los sentimientos.
Es un camino lleno de belleza y que hay que cuidarla, sin lastimarla por nuestra falta de atención. A veces pasamos demasiado a la ligera - con prisas en el tiempo y con la mente llena de ideas más o menos importantes - por ese camino  y nos olvidamos de los demás para pensar sólo en nosotros mismos. Dejamos de contemplar la belleza de la amistad para fijar la mente en otras cosas que pueden ser importantes pero que no tienen la delicadeza grande de la amistad.
¡Qué maravillosa es la palabra de aliento que nos llega movida por el sentimiento de la amistad! ¿Cómo se puede agradecer esa palabra o esa mirada tan profunda?
Es mucho lo que hay que hacer en esta vida, aunque las fuerzas físicas y el deterioro de la mente acuse el paso de los años.
No hay nada que se pueda oponer totalmente a que nuestros pasos discurran constantemente por ese camino en el que Platón nos aconsejaba que no dejáramos crecer la hierba. Nuestro caminar ha de ir siempre por ese camino, aunque sólo sea una senda, aunque sólo sea conocida por muy pocas personas.
Es tu camino aunque otras personas tengan noticia de él; es de tu propiedad moral y por ello es lógico que tenga lo mejor de lo que es capaz tu alma. ¿Por qué nos empeñamos - tantas veces - en olvidar los sentimientos más nobles de nuestra alma?.
¿Acaso la has olvidado ante la presencia de tanta maravilla tecnológica que nos rodea?  ¡Un aliento con amor del alma, es mucho más valioso !
Es cierto que el camino de la amistad, como cualquier otro camino, sufre los peligrosos embates del olvido. Parece como si sobre él se hubieran amontonado capas de nieve y el hielo hiciera intransitable tal camino.
Para deshacer esa helada basta un recuerdo intenso de la fuente de esa amistad, un deseo vivo de que tu corazón no se enfríe y que sus latidos fuertes vayan deshaciendo el hielo de la indiferencia y descubriendo los bordes con hierba de tu camino liso, sobre el que tu caminar ha de proseguir día a día para que la hierba no crezca y para que puedas hacer llegar ilusión a quienes les debes amistad - a todo el mundo - y de quienes recibes, a su vez, el calor de la vida.
Tu camino es ese, está junto a ti y sobre él has de marchar para llevar amor a los que sufren por cualquier motivo. Llévales el latido fuerte de tu amor y esperanza.
Ese camino de la amistad es una gran arteria de la vida del hombre. Sin ella no se puede vivir; por eso, y por amor grande, no dejes crecer la hierba en el camino de la amistad. Serás feliz, enormemente feliz, en tu corazón.