Juan José Álvarez Vega sabía varios idiomas y, según parece, trabajaba como intérprete en los barcos. Una profesión que sirvió al bando franquista como perfecta excusa para deportarlo. ¿Qué sería de él?
En Hadú todos le conocían como ‘El Jonny el mexicano’. Y debía ser, según parece, muy inteligente. “Tengo entendido que hablaba siete idiomas”, afirma el tercero de los hijos que Juan José Álvarez Vega tuvo con doña Eulalia Roldán. Lorenzo, que así se llama este vecino de Juan Carlos I, habla de su padre como ‘este hombre’ porque, lamentablemente, apenas le conoció. Era muy pequeño, casi un bebé, cuando unos hombres afines a Franco le buscaron y detuvieron en su propia casa ante la incomprensión de su esposa. Lo llevaron al Hacho. ¿El motivo? “Según consta en los documentos de la época le acusaban de espionaje”, cuenta el historiador Francisco Sánchez Montoya. Los papeles que ha rescatado a petición de Amado Álvarez, uno de los nietos del mexicano que ha contactado con él para intentar reconstruir la historia de su abuelo, la Comisaría de Investigación y Vigilancia de la época encuadra a Juan José Álvarez dentro de la Célula comunista número 3 por un supuesto ingreso dentro de la Unión General de Trabajadores. Este primer documento data del 6 de octubre de 1937.
A priori, el caso de este hombre parece el de tantos otros en aquellos años convulsos. El de falsas acusaciones, entremezcladas con alguna conversación o amistad que te ponían en el punto de mira. Pero si por algo se caracteriza la detención y posterior expulsión de España de ‘El Jonny’ es por el misterio que encierra toda su historia ya que su familia nunca más supo de él. Desde Segovia, donde vive, a Amado Álvarez le cuesta explicar por qué ha empezado a intentar conocer la historia de su abuelo paterno. “No le puedo decir, quizás sea mera curiosidad, aunque realmente creo que lo que persigo es crear, a base de documentos, una persona con sus músculos, sus arterias... es complicado explicarlo con palabras, simplemente sentí la necesidad de hacerlo”, cuenta. Como le ocurre a su tío Lorenzo las certezas en todo lo que rodea a este familiar desaparecido escasean aunque, apoyándose en la versión de su madre y abuela, al menos están seguros de que era una buena persona. “Era bueno, cariñoso, un hombre amable al parecer”, dice Lorenzo, “en Hadú los vecinos le debían querer mucho”.
Pero si alguien de verdad lo adoraba era Eufemia. Ella, que ni siquiera era de Ceuta ya que procedía de la cordobesa localidad de Rute, quedó muerta en vida después de que tras el Consejo de Guerra su marido y padre de sus hijos fuera deportado. Una orden de expulsión que se produjo el 12 de junio de 1940 tras la cual nada más se supo de Juan José. La duda de si emprendió una nueva vida fuera de nuestras fronteras o de si en vez de ser deportado fue directamente fusilado siempre ha estado en la mente de sus familiares. “La historia es que no sabemos nada de nada, dónde estarán sus restos, qué fue de él...”, comenta su nieto Amado. Por este motivo se ha puesto manos a la obra y, además de solicitar la ayuda de Sánchez Montoya, pide que cualquier ceutí que sepa algo más sobre ‘Jonny el mexicano’ le ponga sobre la pista. “¿Cómo podría yo saber, por ejemplo, en qué barco partió de Ceuta? Imagino que habría alguna lista de pasajeros, ¿no?”, lanza. Las dudas son miles y sabe que para desvelarlas también debe contactar con el otro lado del Atlántico. Por ejemplo con la tierra de origen de su abuelo, San Luis de Potosí, en México, aunque nunca jamás haya sabido algo sobre los familiares de su abuelo allí.
Su tío Lorenzo tiene un ligero recuerdo que no sabe bien concretar. “Cuando ocurrió lo de mi padre a mi pobre madre le quitaron todo, hasta la casita de Hadú, así que a mí y a mi hermano Guillermo (difunto padre de Amado) nos llevó al asilo Nuestra Señora de África con unas monjas”, rememora, “y un día en que nos debió sacar a comer con ella vino una señora que nos quería llevar a México, pero mi madre se opuso porque éramos sus hijos”. Desconoce si esa mujer era familia de su padre.
Le molesta hablar de su padre como ‘este hombre’, pero no puede evitarlo. No tiene ni un solo recuerdo de él y el cariño y aprecio que le guarda se sustenta tan solo en lo que otros le contaron. Esta misma sensación la tiene su sobrino Amado que quiere que las leyendas que ha escuchado, basadas en los recuerdos y en las conversaciones familiares, se transformen a través de sus indagaciones en una historia real lo más fiable posible. Acaba de emprender un camino que no será fácil. Lo sabe. “Es un reto, porque como todo es tan misterioso... Saber que desapareció hace 72 años y jamás supimos nada más de él. A ver hasta dónde se puede reconstruir...”, confiesa Amado.
Es extraño cuanto menos que, de seguir vivo tras la sentencia y haber proseguido su vida en cualquier otro punto del planeta, jamás diera señales a la familia que había dejado atrás. “Las motivaciones humanas son un misterio, a lo mejor tenía más miedo que nadie a que a su familia le pudiera pasar algo y por eso no lo hizo”, reflexiona Amado al ser preguntado por la extrañeza de que su abuelo no diera señales de vida en varias décadas. La única pista con la que cuenta Lorenzo es una misiva que llegó hace años de Nueva York y que ni siquiera él tiene en su poder. A pesar de que provenía de un hospital anunciando la muerte de Juan José Álvarez en ese centro médico, nunca investigaron más. Ocurrió hace tiempo, los medios no eran los de ahora y no sabían bien a quién y cómo dirigirse.
Sea como fuere, las esperanzas de encontrar los restos de su antepasado son escasos teniendo en cuenta la casi nula información de la que disponen. “Imagino que historias y casos como el de mi padre habrá cientos y que nunca se logrará saber al 100% qué pasó”, cuenta Lorenzo. Además, explica, debía ser un hombre muy aventurero, rasgo en el que tanto él como su hermano menor se identificaban claramente con quien les proporcionó la vida. Por eso pudo estar en cualquier parte. Amado, por su parte, sabe que esa es una misión casi imposible pero al menos tiene la esperanza de proporcionar a la figura de su abuelo una historia. Es que su padre Guillermo tanto echó de menos, “supongo que como nos habría ocurrido a cualquiera si nos hubiéramos criado sin saber a ciencia cierta qué fue de nuestro padre, ¿no?”.
EL ASUNTO DE ‘EL CORBATAS’: “Coincidimos en los barcos e hicimos amistad porque los dos sabemos griego”
Juan José Álvarez Vega negó rotundamente ante el tribunal que lo juzgó en un Consejo de Guerra que estuviera vinculado a la Unión General de Trabajadores. Según consta en su declaración a la que tuvo acceso el historiador Francisco Sánchez Montoya el emigrante mexicano contó que como, al ser extranjero no se le permitía trabajar en el muelle por esta causa, acudió a la Casa del Pueblo para encontrar la fórmula de poder trabajar. Como al ser forastero no podía afiliarse a ningún partido político se comprometió a cotizar lo que fuese necesario solo para conseguir un trabajo, así que ante esta promesa le habían apuntado incluyéndole en la sección de ‘oficios varios’. Asimismo aseguró no haber pagado nunca ni un céntimo ya que cuando llegó la hora de abonar la cantidad correspondiente no disponía de dinero, de tal manera que, como muy pronto estallaría la revolución, jamás abonó nada.
Respecto a su posible unión con algún otro centro obrero dijo que solamente en alguna ocasión, cuando había dispuesto de algún dinero, había colaborado cuando se le aseguraba que el dinero era para huérfanos o para presos. En el Consejo de Guerra también se le interrogó sobre una denuncia que un borracho le había puesto después de que Álvarez, que entonces trabajaba como camarero, le echase a la calle.
Pero, sin lugar a duda, uno de los principales motivos que, al parecer, llevaron a la detención de Juan José Álvarez fue su ‘amistad’ con Marcos Cohen, vendedor de corbatas. “Hemos coincidido en barcos de turistas donde él vendía corbatas y yo trabajaba como intérprete. Hicimos amistad porque los dos sabíamos hablar griego”. Asimismo aseguró que cuando ambos se encontraban en la calle se saludaban y que, en una ocasión, este le había dado dos pesetas para que comiera.
Otro de los documentos que Sánchez Montoya ha aportado a la familia es una relación de nombres y apellidos de varias personas. Todos bajo un mismo encabezado ‘Asunto de “El corbatas”. Reparto: Nombres, domicilios y antecedentes”. El nombre de Juan José Álvarez aparece el primero y le apodan como ‘Negrín’.