Pensaba escribir sobre varias denuncias que se presentarán contra ciudadanos por injuriar, descalificar o imputar delitos a guardias civiles, pero esto puede esperar.
Hace veinte años funcionarios de Vigilancia Aduanera o del Cuerpo Nacional de Policía –no recuerdo bien el Cuerpo–, se personaron en la Comandancia de la Guardia Civil y procedieron a la detención de un guardia civil que se encontraba prestando servicio en la Centralita de la Comandancia –actual COS–.
El compañero tenía fama de ser un profesional serio, formal, buena persona y mejor compañero. Nadie sabía el motivo de la detención, pero no tardaron en hacer juicios temerarios sobre él. Tras declarar fue puesto en libertad, porque unos delincuentes suplantaron su identidad falsificando su Documento Nacional de Identidad.
Este mes hace un año de la detención de varios guardias civiles de la Compañía Fiscal que fueron puestos en libertad al comprobarse que se trataba de un error. Sin embargo, ocurrió como en el caso anterior porque los deslenguados no tardaron en despellejarlos.
Estas últimas semanas se ha procedido a la detención y puesta en libertad de las diputadas Susana Román, Rabea Mohamed, el diputado Mohamed Ali, funcionarios de EMVICESA y otros ciudadanos a los que su señoría ha decretado libertad con cargos; otros han ingresado en prisión. Una causa bajo secreto de sumario, por tanto, poco o nada se conoce el grado de implicación de los detenidos.
A pesar de todo, no han tardado en insultarlos anónimamente en las redes sociales y medios de comunicación, condenándolos precipitadamente con falsos juicios morales, porque la moral es precisamente el conjunto de obligaciones que asumimos ante el otro para garantizar la mutua convivencia, que no es otra cosa, que el respeto.
Estos anónimos justicieros no buscan ¿JUSTICIA?, porque los linchamientos son más propios de los estados tribales, donde la justicia no era precisamente justicia.
En los casos de los guardias civiles pedí respeto, paciencia para conocer la certeza o no de las acusaciones y, por supuesto, el derecho a la presunción de inocencia que no es otra cosa que el derecho a ser tratados como si fueran inocentes hasta que no se demuestre lo contrario. En este caso, no quiero ser cómplice -con mi silencio- de los que anónimamente tratan de justificar los insultos y rencores bajo una delirante moralidad o falsa búsqueda de justicia, porque en democracia sólo condenan los jueces y no tengo la menor duda que serán juzgados con rigor e independencia.
Puntualizar para evitar interesadas interpretaciones, que no tengo amistad con ninguno de los detenidos, con alguno como Susana Román o Mohamed Ali, he podido hablar en un par de ocasiones o hacernos el clásico saludo de cortesía cuando te cruzas con un conocido.
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