Categorías: Carta al director

Emilio Cózar

No quisiera comenzar el segundo tiempo de éste partido en el diario decano de la ciudad de Ceuta, sin realizar un precalentamiento de cariño hacia un Señor que siempre mostró su sensibilidad hacia mi persona y en especial, porque de él, ¡siempre!, obtuve una palabra de ánimo y buenos consejos cuando, con 19 años, me enrolé en las filas del añorado y siempre querido Club Deportivo O’Donnell de Ceuta. Tanto en tercera división como después, en la regional preferente de nuestra ciudad, se convirtió en mi más fiel admirador futbolístico. En ese aspecto, un verdadero padre.
Pero hay veces que, aún sintiendo los latidos de un corazón herido, suele suceder que los recuerdos parecen “no tener memoria”. Y el silencio, en ocasiones, no permite que ese silencio se manifieste. En nada sería comparable al escritor Pablo Neruda, que nunca hablaba mejor “que cuando lo hacía de si mismo”.
Emilio Cózar entró en mi vida por la puerta sana de mi juventud. Y con sus palabras, sentí el calor que me ofrecía un amanecer de ilusiones. En aquel tiempo, donde la timidez era nuestro fiel acompañante y la orientación brillaba por su ausencia, tuve ocasión de conocer cual era su mejor faceta y desarrollarla como un auténtico psicólogo del deporte rey. De igual manera, dar la cara cuando un problema acuciaba a un vestuario que no gozaba del privilegio de la objetividad. En aquel equipo, ni jugaban los mejores ni tampoco los que estaban mejor fisicamente… clasificados en última posición, se contrató como segundo entrenador a Edgardo Calvo Marini, de nacionalidad argentina y que hizo variar la visión que hasta entonces se llevaba a cabo.
Recuerdo como si fuese hoy, aquellas palabras cariñosas de Eugenio Canas, cuando en el Campo “El Armaljal” de Cartagena, se dirigió a mi para decirme: “Amárrate las botas Paquito, vas a bautizarte en tercera división”. Perder aquel partido contra el líder del grupo en el último minuto y por un fallo garrafal de un defensor nuestro, nos hizo derramar muchas lágrimas. Emilio luchó porque se nos pagase una prima de 500 pesetas, que entonces suponía una inyección significativa. Y es que así era él.
En agosto del año de 1982 y en noche de feria, me ofreció ser Delegado de la Federación en Melilla, donde entonces realizaba mi trabajo ganado mediante oposición. (…) Si eso conlleva dejar de jugar al fútbol, siento decirte que no. Tengo 29 años y me considero joven (…). Así le contesté y recibí de él su comprensión. Solo la felonía me hizo abandonar cuando contaba con 38 años.
A pesar de ello y aunque en su momento lo consideré injusto, en junio de 2006 y en el Salón del trono del Ayuntamiento, gracias a su cargo como Presidente de la Federación de Fútbol de Ceuta, me otorgó el honor de recibir una placa por mi dedicación al fútbol de esta nuestra querida tierra. Placa que acepté por respeto y que para mi significaba un reconocimiento extendido a mis hermanos Felipe, Juan Antonio y Rafael. Nunca podré olvidar esa sensación emanada de aquel acto, cuando Emilio se disponía a entregarme la misma y el Presidente de la ciudad, D. Juan Jesús Vivas le susurró al oído: -Déjame que se la entregue yo-. ¡Qué bonito!. Gracias.
Fueron veinticinco días los que pasaron desde que cayó enfermo, cuando sentados en la terraza de una cafetería de la Gran Vía, le comenté: -Emilio, yo seré el futuro Presidente de la Federación en Ceuta-. Sin inmutarse y con ese humor que le caracterizaba, me respondió: -Si, dentro de veinticinco años-. Pero la vida, que nos regala verdadera enseñanza, no quiso que su presagio se cumpliese. Lo que en ese momento supuso una carcajada, se tornó tristeza cuando la enfermedad se apoderó de él.
Desde aquel entonces, solo fui a visitarlo dos veces. Cuando se debatía en quedarse o emprender el camino de la gloria, en una habitación de aquel oscuro hospital de la Cruz Roja y después… después cuando una luz blanca iluminó su camino. Allí, donde junto a su cuerpo inerte, lanzaba al aire un mensaje que, aún grabado sigue en mis ojos y que decía: -No lloren… oren por mí-.
Hoy que mi vida ha girado bruscamente hacia la escritura y la poesía, donde quizá sea más conocido en  Sudamérica y Estados Unidos, es un honor dedicarle este escrito a Emilio Cózar que, casi con toda seguridad, estará colmado de controversia y discusión. Y que no será diferente a lo que fue mi vida en el mundo del fútbol. Silencio cuando bordaba un partido y crítica…  mucha crítica cuando las cosas no salían.
Y aunque padezca de estrés post-traumático, nadie ni nada conseguirá vulnerar mi conciencia y mi dignidad... y tu Emilio, seguirás en mi memoria y en mi recuerdo. Descansa en paz.

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