El 8 de Marzo es un día que conmemora, no celebra, a través del feminismo, la lucha de las mujeres por conseguir una igualdad efectiva y real en todos los ámbitos de la vida con respecto a los hombres, que viene realizándose desde hace más de un siglo y a través del cual, se han ido sumando de forma lenta pero contundente, países, colectivos, mujeres y desde hace relativamente poco, hombres.

Éste día, es un día que representa la fortaleza que ha ido adquiriendo el feminismo en todas sus dimensiones y que ha ido abarcando espacios conforme ha ido avanzando, reclamando cada vez más, situaciones de desigualdad que estaban invisibilizadas y reproducidas de diferentes formas.

El feminismo se ha convertido en una bandera ideológica-política-económica que avanza por todo el territorio global, de forma diferente en cada Estado, pero con una gran contundencia que se hace palpable si echamos la mirada atrás, habiendo conseguido cambios con mucho esfuerzo y tiempo, aunque también violencia y muertes.

Como dice Iria Marañón en su libro 'Educar a un niño en el feminismo', las feministas han conseguido crear un movimiento como ningún otro de ninguna ideología ni de ninguna índole, en el sentido de que desde que se inició, ha tenido la capacidad de crecer progresivamente día tras día, año tras año, abarcando a cada vez más mujeres, incidiendo cada vez más en más lugares y extendiéndose al mundo entero con diferentes expresiones, haciendo frente a un sistema tan intrínseco e injusto en la humanidad como el patriarcado.

Sabemos que no ha sido ni es fácil avanzar y que el patriarcado ha ido reinventándose cada vez que el feminismo ha dado un paso al frente, resistiendo hasta la saciedad cualquier indicio de avance que se contemplara. Prueba de ello, la exaltación como nunca antes se había visto del patriarcado en su máxima representación, tal y como estamos viviendo ahora, totalmente enrabietado, furioso y visible, que está suponiendo otras formas de representación machista, misógina y violenta en nuestras sociedades de forma sistemática, estructural e intergeneracional y que se resiste a aceptar por un lado, la justicia de igualdad que reclaman y por otro, la aceptación de tener que perder privilegios en pos de una igualdad que equipare a las mujeres con los hombres en todos los ámbitos de la vida.

La ley del 'Sólo sí es sí'

La ley del 'Sólo sí es sí' con la resistencia y la utilización rastrera que se ha hecho sobre ella, a pesar del daño que está ocasionando y puede generar en la sociedad con la errónea interpretación que están realizando sobre la reducción de penas sobre violadores y agresores sexuales, desde una institución misógina y machista como la judicial (que debiera velar por la seguridad de la sociedad) y los medios de comunicación utilizados para la construcción de un relato falso con tal de destruir un Ministerio tan importante como necesario, el de Igualdad (y más aún, con una mujer, progresista como Ministra) es una representación de la resistencia y rabia que ejercen para que el feminismo no avance como debiera.

Pero a pesar de ello, nos encontramos ante una situación histórica en la que las voces feministas de diferentes culturas, organizándose y compartiendo espacios, escuchándose, tras una lucha incesante de décadas, están viendo como lentamente están llegando a conseguir que se ponga sobre la mesa del debate político, académico y mediático otras formas de repensar la posición de desigualdad que han tenido las mujeres con respecto a los hombres en las diferentes esferas de la vida y durante toda la historia de la humanidad. La capacidad que han tenido las mujeres de resistir, de organizarse, de resiliencia y de sororidad ha conseguido ir dando pasos hacia delante.

Hoy, el feminismo lucha para eliminar la violencia sexual, la violencia machista, la explotación de la mujer a través de la prostitución, la pornografía, los vientres de alquiler, la justicia patriarcal, la defensa de la naturaleza, de la vida, la violencia obstétrica, sus sexualidades, la infrarrepresentación en puestos públicos, de poder y responsabilidad; lucha también para combatir la feminización de la pobreza, la desigualdad que produce el trabajo doméstico y reproductivo, entre otras. Esta lucha posiblemente elimine también las desigualdades sociales producidas por la raza y la clase. En definitiva, las feministas llevan más de tres siglos exigiendo derechos y justicia social como dice Marañon en su libro citado anteriormente.

Este 8 de Marzo y por supuesto todos los días que le continúan, tienen que servir como respuesta a través de diferentes ejes institucionales que fortalezcan a través de sus vertientes, la solidez de los avances conseguidos y la continuación del puente que camine hacia la igualad y derechos que ellas reclaman. La exposición de conocimiento de los diferentes pensamientos e ideologías feministas tienen que abanderar en primera línea dicho reclamo y las construcciones de nuevas masculinidades desde atrás como aliados conscientes de que del feminismo lo lideran ellas, apoyando a la vez que nos deconstruimos, sirviendo éstos como instrumentos que vertebren la capacidad de colorear una vida, una sociedad, un mundo, en violeta.

El patriarcado, con la gestión desde el poder de decisión sobre la vida en el mundo con todas sus vertientes que repercuten en el día a día de la ciudadanía global y habiéndonos llevado a la decadencia y rozando el colapso, debe girar hacia un sistema antagónico en el que las mujeres sean partícipes activas, dejándoles espacios en las posiciones de poder, habiendo éstas gestionado la vida desde la economía hasta los cuidados de una manera eficiente desde hace siglos. Tenemos que admitir la necesidad de que hemos fallado y que urge otro tipo de organización global que nos aleje del precipicio en el que nos encontramos; y esto irremediablemente debe ser a través de ellas. Las mujeres en concreto y a través del feminismo.

Por ello, la sociedad entera, cada individuo desde la gestión de aceptación que requiera, tiene que girar hacia el feminismo, apoyando abierta y contundentemente el 8 de marzo, ejerciéndonos desde la misma necesidad de dejar un legado a nuestras nuevas generaciones medianamente digno y realizar como adultos responsables una transmisión de valores que salgan desde cada gesto, cada conversación, cada intervención, la condición de feminista para que, estas nuevas generaciones, comiencen a ver en vez de un mundo gris, un mundo violeta. Es de justicia. Además, es imparable.

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