Volvemos a romper la cadena social por el eslabón más débil. Esta Ceuta entregada a los grandes planes y proyectos, a la búsqueda de avances y modernidades, falla en lo esencial, en cuidar a los más débiles.
Seguimos teniendo a personas en la calle, buscando rincones donde dormir, atrapados en enfermedades sin control, mirados con recelo por el resto de la sociedad.
Dicen que más pronto que tarde habrá un albergue, que se desarrollarán medidas sociales, que se suplirá ese vacío de forma urgente. Pero la realidad es que mientras Ceuta avanza a sus marchas (con dos velocidades bien diferenciadas, aunque lo nieguen), sigue habiendo un sector olvidado que se ha convertido en una parte de la ‘decoración’ más absurda porque no es más que el ejemplo del fracaso de todos, unos por acción y otros por dejadez.
Esos hombres y mujeres que viven en situación de calle tienen auténticos dramas a sus espaldas, arrastran quiebras sociales, fracasos… pero lejos de contar no ya solo con un techo sino con una asistencia mínima terminan integrando esas imágenes que rechazamos, que obviamos, que quedan fugazmente en nuestras retinas.
Tenemos un grave problema social que solo trasciende a los medios de comunicación cuando estas personas terminan ‘metiéndose en líos’. El sistema, que siempre falla, no reflexiona sobre lo que ha hecho mal. Hacerlo sería reconocer sus carencias y para eso somos demasiado orgullosos.
Ni siquiera se ahonda en el origen de las consecuencias que criticamos. La hipocresía carece de límites. No nos fijamos en las necesidades de esas personas sino en las consecuencias de sus actos descontrolados. Entonces sí, la reacción es soberana y tenemos cuantiosas resoluciones judiciales que pesan sobre personas que no están bien, que no tienen tratamiento, que viven en la calle, que carecen de un hogar.
Personas invisibles a las que el sistema ha convertido en odiadas, en el último reducto, en lo que ni siquiera importa en esa Ceuta de dos velocidades incapaz de, en años, haber pensado en los que ahora habitan las calles.
Somos tan torpes que no tenemos en cuenta que en un futuro ellos podemos ser nosotros.