La guerra civil que desangra Siria desde 2011 no necesita presentación: nutre desde entonces a los medios de comunicación de imágenes dantescas a diario que intentan desterrar, por ahora con escaso éxito, las partes enfrentadas que se sientan en torno a la mesa de negociación en Ginebra. Menos conocido, al menos en el resto de Europa, es que Ceuta se haya convertido en la cantera de los yihadistas españoles que deciden abandonar la rutina diaria para empuñar un arma, recorrer miles de kilómetros y desembarca en una guerra ajena en la que dejarse la vida para derrocar al régimen Bachar al Asad. Al menos once de ellos partieron con ese rumbo fijo desde nuestra ciudad.
Carlos Rontomé, doctor en Ciencias Políticas y Sociología y profesor de la materia de la Universidad de Granada en Ceuta y de la UNED, presentó ese preocupante escenario el pasado 30 de enero en La Haya (Holanda), la misma ciudad que alberga la Corte Internacional de Justicia y hasta donde fue convocado para que desgranara las claves de un fenómeno que absorbe buena parte de las preocupaciones de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Participaba en una jornada convocada por la Red para la Sensibilización frente a la Radicalización, organismo dependiente de la Comisión Europea, integrando una delegación compuesta también por Amando de la Vega, trabajador social del Ingesa, y Miguel Ángel Alonso, profesor de Colegio ‘Santa Amelia’ y ex docente en el ‘Príncipe Felipe’. Entre el auditorio de su conferencia, cuerpos policiales de buena parte de los países de la UE e incluso observadores de EEUU con un único objetivo: analizar y debatir sobre casos concretos de ciudades salpicadas por el flujo de combatientes a Siria.
Un yihadista huido hacia ese país por cada mil habitantes del Príncipe. Esa proporción fue, recuerda Rontomé ya de regreso en Ceuta, la que más impactó a los especialistas en seguridad que escucharon su diagnóstico. “A nosotros puede no sorprendernos, pero si tenemos en cuenta que en toda Bélgica, por ejemplo, sólo se han detectado unos 25 casos... Tantos combatientes saliendo de una única ciudad y de un único barrio fue lo que más llamó la atención, como un shock”, rememora. “La ponencia estaba centrada en la situación de vulnerabilidad de la ciudad respecto al fenómeno y por qué se registra una concentración tan elevada de candidatos a partir hacia Siria”, añade. “Esa ratio les sorprende, les parece una auténtica barbaridad, por eso nos pidieron que presentásemos un estudio sobre esos aspectos que luego se sometió a discusión”.
Bajo la contundencia de las cifras aflora la pregunta recurrente: por qué tantos y, sobre todo, por qué en Ceuta. La primera respuesta, intuye Rontomé, apunta hacia la proximidad de Marruecos. “El principal problema es la cercanía de un país con un gravísimo conflicto también de combatientes en el extranjero, con unas redes de captación muy fuertes en el norte que acceden a Ceuta a través de una frontera muy permeable, donde es relativamente sencillo entrar y salir, y establecer redes. “Si muchas veces en España hay quien desconoce dónde está Ceuta, imagina cuando se explica a un danés. Hay que matizarles que somos frontera de un país de mayoría islámica”.
Esa condición geográfica nos sitúa “junto a un foco de captación muy complicado además de detectar”, pero no es ni mucho menos el único ingrediente. Especialista también en demografía y autor de numerosos estudios sobre la compartimentación social de la ciudad, añade a ese cóctel explosivo “las carencias socioeconómicas” de El Príncipe, un foco de marginación que no considera causa directa del fenómeno yihadista pero que, a su juicio, “sí genera un caldo de cultivo que facilita el salto”.
Sumados los dos primeros condicionantes, el perfil del candidato a yihadista que trazó Rontomé en La Haya responde a un “joven con empleo poco estable o sin trabajo, incluso dependiente de los planes de empleo o que sobrevive con ocupaciones esporádicas”, pero también hay casos inmersos en actividades ilegales “como el menudeo de droga”. Una situación siempre “precaria” que multiplica el atractivo de la captación. El retrato robot se adapta a la mayoría de los casos de ceutíes que un día desaparecieron de sus casos rumbo al conflicto.
Pero hay más argumentos. Por ejemplo, que a juicio del profesor de la UGR el conflicto civil en ese enclave de Oriente Próximo se haya transformado en “una guerra de moda frente a otras que no han despertado tanto atractivo”. O también, y en ese punto hace especial énfasis, que Ceuta esté enfrentándose a “un proceso de islamización” que provoca que muchos jóvenes “sientan, a edad temprana, la necesidad de reafirmarse como musulmanes” en un dilema “identitario”. Esa radicalización de tintes religiosos alentaría “que chicos que han nacido y crecido en un entorno europeo de pronto salten a luchar y se consideren incluso combatientes en un país ajeno”.
Mezcla de marginación y extremismo religioso, el joven ya está a un paso de la captación. De ella se encargan “redes integradas por personas desconfiadas, a las que es complicado acercarse”, las mismas que deslizan sus mensajes en “asociaciones y entornos de ciertas mezquitas” hasta que el joven asume que su destino está en Siria. “Es una captación puramente religiosa, sin compensación económica. De hecho incluso ellos se pagan los viajes. La única retribución que perciben es la religiosa y el supuesto premio de extender la Yihad”, subraya Rontomé, que incide en la dificultad de desenmascarar a los captadores porque actúan desde posiciones ocultas y con estructuras difusas que no se parecen a las redes delincuenciales. “Ponen sus ojos en chavales con poca formación, gente que puedan usar como carne de cañón, para el frente o para ataques suicidas, que no duden en inmolarse, que vayan a dejarse el pellejo y a morir por unas ideas”, matiza.
La mayoría de esos jóvenes, “sin arraigo familiar y por lo tanto sin un acicate para volver”, morirán lejos de su hogar. Sobre los que regresen, como el ceutí detenido en Málaga a principios del pasado mes de enero, pesará la duda de sus verdaderas intenciones. El Ministerio del Interior ya ha advertido en varias ocasiones de los bautizados como lobos solitarios, combatientes que vuelven a casa pero que podrían ser células durmientes a las que Al Qaeda reactivaría en cualquier momento. “Tenemos pocos retornados, que se sepa. El español que acaba de volver, por ejemplo, no se arrepiente. Sabe lo que ha hecho, es consciente, y es complicado tratarlo como a una víctima, que es lo que intenta hacerse en el resto de Europa con apoyo psicológico. Está convencido de lo que ha hecho, y así es muy complicado saber a qué vuelve, si será reactivado o si se dedicará también de nuevo en España a la captación de otros yihadistas, a contar lo que ha visto y sentido, a servir de señuelo, de atractivo”, augura Rontomé.
El fenómeno, da por sentado, no acabará cuando se apague el conflicto sirio: “Ya hubo combatientes extranjeros en Iraq, y los hubo también en Afganistán, pero ahora el número se ha multiplicado. En la próxima guerra de un país árabe volverá a haber. Esto va a seguir”.
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