D e acuerdo: ha ganado, con toda limpieza y justicia, Alberto Núñez Feijóo, que seguirá, porque se lo ha merecido, al frente de la Xunta de Galicia. Y que, además, queda entronizado como posible sucesor de Mariano Rajoy, en el caso de que el actual presidente del Gobierno central quede ahogado en las propias reformas que él mismo ha tenido que poner en marcha, por sí o por mandato externo. Todo el loor preciso, por tanto, a Don Alberto (Núñez Feijóo, digo), político serio y sin demasiadas fisuras, teniendo en cuenta lo que se estila por estos pagos. Pero... ay, siempre hay algún pero tras el elogio.
Pero lo cierto es que Núñez Feijoo ha visto mermar el número de votos al PP con relación a las elecciones de 2009. Y que este 'recorte' de sufragios se ha producido en todas, casi sin excepción, las principales ciudades gallegas. Lo cual tiene el valor que tiene, ni más, ni menos. Me parece que no conviene minimizarlo, pero tampoco sería procedente sobrevalorarlo. Pensar que las urnas gallegas han dado un espaldarazo a Mariano Rajoy y sus políticas sería, simplemente, un diagnóstico no solo equivocado, sino hasta suicida.
Y lo mismo digo con Iñigo Urkullu en el País Vasco. El próximo lehendakari ha obtenido una clara victoria... que supone el peor resultado para el PNV desde 1984 (cierto es que entonces EA no se había desgajado del partido de Sabino Arana).
El desgaste en votos del PNV no ha sido tanto como el del Partido Popular en Galicia, pero las cosas han ocurrido como han ocurrido y no vale darles vueltas épicas ni sectarias: los vencedores lo han sido en parte por la fragmentación de la izquierda clásica -el descalabro del Partido Socialista Obrero Español ha sido de época- y en parte por la aparición de nuevas formaciones que, según la Ley D'Hondt, alteran los resultados más ortodoxos.
Conste que no le quito mérito a nadie. Simplemente, quiero mirar la otra cara de la moneda: ni los triunfos han sido aplastantes ni nadie puede pretender patente de corso para hacer lo que le venga en gana.
Para mí, los resultados de estas elecciones autonómicas abonan la vieja tesis de que hay que gobernar de otra manera, no solamente para los ciudadanos, sino con los ciudadanos. Es el mensaje de las urnas. Y, si no, que se lo pregunten a los maltrechos socialistas.
Qué bueno sería que todos, todos, lo entendieran.algún pero tras el elogio.