Pasan los años y el tópico –adobado con una buena dosis de desconocimiento histórico– aflora de vez en cuando.
Como una vieja cantinela, algunas voces claman cada cierto tiempo por la cesión de Ceuta y Melilla a Marruecos, por encima de voluntades políticas y ciudadanas, e incluso de los dictámenes del Comité de Descolonización de Naciones Unidas, que de forma insistente han rechazado durante las últimas décadas las pretensiones anexionistas que suelen sonar desde Rabat.
El último capítulo en el uso inapropiado del manido verbo –no se puede “devolver” a Marruecos lo que nunca fue suyo– lo ha escrito el círculo de Podemos en Anchuelo, un municipio madrileño de poco más de mil habitantes y cuya extensión, 21 kilómetros cuadrados, dista poco de la de Ceuta. Desde ese punto del centro del mapa, algún representante del emergente partido que lidera Pablo Iglesias deslizó el pasado día 23 un comentario a través de la cuenta oficial de la formación en la que abogaba por “devolver Ceuta y Melilla al Pueblo Marroquí, vecino y hermano (sic)” con el objetivo de “normalizar relaciones y dejar atrás siglos de opresión”. Podemos Ceuta se desmarcó ayer del comentario, que su portavoz, Julio Basurco, tachó a El Faro de “barbaridad”.
Las reacciones en la red social se han sucedido en cascada durante la última semana. De usuarios de Twitter en Ceuta y en el resto de España. Pocos de ellos obtuvieron respuesta del administrador de la cuenta, que el día de Nochebuena publicó otra entrada en la que cargaba contra “los insolidarios que celebran plácidamente el dolor del pueblo humilde” y acababa con un elocuente “¡vamos a por ellos!”. Unas horas después censuraba también a “los insolidarios que pasan las fiestas gastando en El Corte Inglés y otros deshumanizadores centros al servicio del capital” y clamaba que “terrorismo es pasar las Navidades con abundancia de regalos”.
El círculo de Podemos no ha sido el único en poner en cuestión el estatus de las dos ciudades norteafricanas. Por lejanía o por mero desconocimiento, el diario argentino Los Andes publicaba ayer un reportaje en su edición dominical en el que analizaba el papel que juegan Ceuta y Melilla como fronteras sur de la Unión Europea. Nada nuevo si no fuera porque la primera frase con la que lo encabezaba habla de ambas como “pequeñas colonias españolas en el norte de Marruecos”. Otra patada en las narices a los tratados internacionales, a la diplomacia y la mismísima ONU. A partir de ahí, el texto pasa revista al peso de la inmigración en la frontera, al ingente comercio atípico a través del paso fronterizo del Biutz y a “las enormes vallas custodiadas por guardias”, en las que a veces “se muere en el intento cuando se huye de la pobreza extrema de regiones subsaharianas, como también de las guerras en Siria y Libia”. El autor del texto se refiere también “a las 30.000 personas que cruzan a diario la frontera para vender todo lo que puedan cargar, ya que no pagan tasas por dicha mercadería”, y todo ello en el escenario del contraste entre “las soleadas costas españolas donde muchos europeos pasarán sus fiestas de fin de año” y “la miseria y la guerra”, que “ejercen una presión migratoria sin precedentes sobre una España abrumada”. Argumentos discutibles o matizables, pero más reales al menos que la etiqueta de “colonias”.
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