Categorías: Opinión

El testimonio de la rabia

La familia de Tarek, el joven asesinado hace unos meses en el Príncipe, ofrecía ayer a mi compañera Paloma una entrevista demoledora. De todos los testimonios dados me quedo con una frase, la de sus padres cuando reconocen su pesar porque no saben si están sirviendo un café al asesino de su hijo en el local que regentan en Los Rosales. Pónganse ustedes en la piel de esa padre o de esa madre, es, sencillamente, para volverse loco. La rabia domina a la familia, y no es para menos. Que el caso se archive porque hoy por hoy no hay idea alguna de quién es el asesino de Tarek es duro y genera una desconfianza clara entre quienes depositan su deseo de justicia en las instituciones. Todavía recuerdo el rostro del padre de Tarek en el Príncipe, poco después de que hubieran matado a su hijo y con el cuerpo del joven todavía en el cafetín. Era el rostro de un padre hundido, desesperado, al que intentaban consolar, era el rostro de un padre muerto en vida porque cuando el asesino mató a Tarek también mató a buena parte de su familia: sus hijos, su viuda, sus padres y hermanos. Hoy por hoy todos esos seres queridos siguen igual o peor que antes, porque ven cómo pasan los meses y no hay respuestas. Y aquí entramos en el terreno más complejo: el terreno de los silencios, de las mafias y de los cobardes que prefieren sellar sus labios en vez de decir lo que saben. ¿Alguien cree que a plena luz del día, con las calles del Príncipe a reventar, matan a un joven y nadie sabe nada?, ¿por qué cuando asesinaron a Karim hubo una concentración de vecinos que pedían justicia y con Tarek, pocos meses después, no hubo ninguna? Al menos sería lo lógico que los mismos que se sentaron en la plaza de los Reyes pidiendo ver al delegado y reclamando justicia, hubieran ido meses después a, simplemente, manifestar lo mismo. ¿Por qué no lo hicieron? A esa pregunta no les puedo contestar, pero otros sí. Lo que no es de recibo es que Ceuta siga anclada en los mismos miedos y mafias que dominaron la ciudad en los años noventa. ¿Hay que permitir que el caso Tarek sea otro Kimbi, otro Pejeta... personas que fueron asesinadas y cuyas familias todavía hoy piden justicia y reclaman que sus asesinos estén presos? Pensemos en lo que está pasando porque es para tenerlo muy en cuenta.

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