E n Ceuta es bien conocida la gesta del teniente Jacinto Ruíz Mendoza, héroe de la Guerra de la Independencia. Nació en esta ciudad el 16-08-1779. Sus padres fueron Antonio Ruíz, subteniente de Infantería, y Josefa Mendoza, ambos de Ceuta.
Su abuelo paterno, Antonio Nicolás Ruíz, también sirvió de capitán en Ceuta. Sólo a Ceuta cabe el alto honor de ser la noble cuna de tan ilustre soldado. Pero hoy me voy a ocupar, además de honrarlo y de perpetuar su recuerdo, también de glosar la triste, pero entrañable relación que tuvo con mi tierra, Extremadura.
Y como Ceuta fue siempre vivero fértil de vocaciones militares, por haber sido durante siglos una ciudad en la que sus hijos y moradores tuvieron que vivir de forma casi permanente empuñando las armas para poder defenderse de los continuos y numerosos sitios y asedios a que fue sometida y a los que sobrevivió española gracias al heroico valor de los ceutíes y gentes de otras tierras españolas que siempre la defendieron con uñas y dientes, pues el joven Jacinto no podía ser menos, y con sólo 16 años sintió la misma inclinación de sus antepasados familiares y paisanos y abrazó la carrera de las armas, ingresando como cadete el 17-08-1795 en el antiguo Regimiento de Infantería, "Fijo de Ceuta".
El Dos de Mayo de 1808, hallándose destinado en Madrid de teniente, enfermo con fiebre en la cama, al oír tiroteos y enterarse del levantamiento del pueblo contra los franceses, Jacinto Ruíz dio un salto de la cama y corrió a su cuartel a unirse a las fuerzas españolas que salieron hacia el cuartel de Artillería. Llegados al mismo, Ruíz entró con el capitán Goicochea en el Parque con el pretexto de notificar su llegada al Jefe del Establecimiento. En el patico encontró al capitán de Artillería Luis Daoiz, que paseaba ensimismado manteniendo una terrible lucha entre su deber y su patriotismo; pero alentado Daoiz por el enaltecimiento de su compañero el capitán Velarde, ambos tomaron la grave y valiente decisión de romper en pedazos la orden que tenía de su coronel de no intervenir. Acto seguido, desenfundaron su espada y Daoiz mandó abrir las puertas a los paisanos allí congregados y a las fuerzas de Goicochea. Una vez dentro del Parque y tras desarmar y arrestar a la guardia francesa, fueron entregadas las armas al pueblo que salió en busca de los franceses, logrando detener Velarde a unos ochenta. Las tropas francesas que estaban próximas al Parque dispararon contra los españoles, que ante los disparos enemigos se enardecieron respondiendo con los suyos y con vivas a España y al rey.
En el fragor de estos choques el teniente Ruíz recibió un balazo de consideración en el brazo izquierdo; fue auxiliado por el guardia de Corps, José Pacheco, que le ató fuertemente un pañuelo y con tal apósito vuelve a su puesto aun más enardecido por el furor que le exalta, no cesando de mandar: ¡Fuego, Artilleros!. Siguen los cañonazos por ambas partes y el heroísmo de los defensores se hace patente, hasta que el capitán Daoiz que dirige la defensa cae gravemente herido en una pierna y después mortalmente por otro disparo de los franceses. El capitán Velarde acude a auxiliarle y también cae abatido. Toma el mando el teniente Ruíz que casi es el único que continúa combatiendo en el interior del Parque. Casi sin municiones, rodeado de cadáveres, envuelto por el humo, exaltado su ánimo por el fragor de las incesantes descargas, con su cuerpo y uniforme ensangrentados y el sable empuñado parecía como si lanzara un reto a la muerte. Un segundo balazo le penetró por la espalda saliéndole por el pecho y da con él en tierra casi exánime tras haber luchado durante más de cinco horas. Varios soldados lo recogieron como muerto, pero un cirujano francés vio que todavía estaba vivo y le practicó una primera cura, aunque calificando su herida de mortal. Los compañeros lo llevaron escondido hasta su cuartel para ponerlo a salvo del general francés Murat que había anunciado la condena a muerte de quienes entraron en el Parque. Fue escondido en el piso donde vivía con su casera, María Paula Variano. Allí volvió a ser curado de sus heridas. Pero al estar amenazado de muerte en Madrid, lo trasladan clandestinamente a Badajoz llevándolo al Regimiento de Guardia Walona, siendo ascendido por su gesta a teniente coronel por la Junta Nacional de Defensa.
Y ahí comienza su entrañable relación con Extremadura. El Diario de Badajoz del 26-07-1808 publica la noticia: "Badajoz.- D. Jacinto Ruiz de Mendoza, teniente de voluntarios del Estado, ha llegado a esta plaza, le acompañan el ayudante mayor D. Julián Romero, el teniente de granaderos, graduado de capitán D. José de Luna y subteniente D. Francisco de Arcos, todos del mismo regimiento. D. Jacinto Ruiz fue uno de los tres oficiales que el 2 de mayo hicieron en Madrid prodigioso valor, y una carnicería horrorosa de los franceses, hasta que después de haber rendido una columna de trescientos enemigos, cayeron agobiados por la muchedumbre que cargó sobre ellos, pero sin querer rendirse Daoiz y Velarde murieron al pie de los cañones y con el sable en la mano, y Ruíz con un balazo en el brazo y otro en la espalda que le salió por el pecho y cayó, y los enemigos le tuvieron por muerto. Aun tiene abierta la llaga en la espalda; pero no pudieron entretenerse por más tiempo, no pudieron tampoco contener a sus amigos y compañeros, que se habían comprometido a no abandonarle, han burlado la vigilancia de los franceses y, huyendo de Madrid han venido todos a alistarse entre los defensores de la Patria". Otro documento sobre Jacinto Ruiz en Extremadura señala que la Junta Suprema de Extremadura le destina, el 27 de 1808, al Regimiento de Infantería Voluntarios de Cataluña.
El 6 de agosto del mismo año, en Badajoz el coronel D. Antonio Hernando le propone para primer teniente de la 3ª compañía, batallón II, del Regimiento de Infantería 2º de Mallorca.
El 21-09-1808 el barón de la Barré, le propone en Badajoz para primer teniente de la 4ª compañía del batallón RR.GG Walonas.
Desde Badajoz cursa la siguiente solicitud: el 4-10-1808: "Excmo. Sr. Presidente y demás vocales de la Junta Suprema. Don Jacinto Ruiz Mendoza, primer teniente del R.T. Cuerpo de Guas, Walonas con el respeto debido hace presente: Que a su llegada a esta Plaza desde la de Madrid donde se hallaba, en la curación de su herida que recibió el 2 de mayo, en la defensa del Parque de Artillería, no hizo presente a V.E no su corto merito en aquella acción, ni los deseos que le asistían de llevar un distintivo que le autorizara a la vista del público. Por el Jefe de Estado Mayor se le pasó un aviso para que así él, como todos los oficiales y soldados del cuerpo que llegaron al mismo tiempo, pudieran llevar el Escudo concedido a los prófugos de Portugal. No solicita el exponente ser preferido a nadie ni hacer ostentaciones de un servicio que cualquier otro oficial hubiera hecho en iguales circunstancias, ni tampoco manifestar que la grave herida, que aún tiene abierta, fue efecto que de otra cosa que la de las vicisitudes de la suerte militar, pero sí desearía que V.E como tan dignase mandar, que se le habilite de una orden, certificación, o cualquier otro documento para autorizarle a llevar aquel distintivo, o cualquier otro que V.E bien quisiera señalarle en consideración a su corto merecimiento, pudiendo estar V.E bien persuadido que nada anhela con más interés que buscar ocasión para acreditar el deseo de sacrificarse por la Nación, el Rey Religión y esta provincia. Cuartel general de Badajoz, 4-10-1808.- Excmo. Sr. D. Jacinto Ruiz Mendoza".
Al anterior escrito se le contestó: "Líbrese la certificación el primer teniente de R.s. Guardias Walonas Don Jacinto Ruiz Mendoza, diciendo se le ha concedido por esta Suprema Junta el mismo escudo de distinción, señalado a todo militar, fugado de Portugal. Hallándose prisionero de los franceses, por amor y patriotismo, con que huyó de Madrid, luego que las graves heridas que recibió tan gloriosamente el día 2 de mayo en aquellas Cortes, le permitieron dejar la cama, con las cuales abiertas aun se presento a alistarse entre los defensores de la provincia , por cuyo motivo, y el distinguido mérito que contrajo en la defensa del Parque de Artillería, le señala la misma Suprema Junta otro nuevo escudo de distinción como premio de valor, del cual deberá usar antes de aquél. Dicho escudo consistirá: en una corona de laurel y en la circunferencia dirá : Por fernº 7º y la defensa del Parque de Artillería el día 2 de mayo de 1808. Badajoz, 4 de Octubre de 1808 – Josef Gawuzo". El original de este documento fue entregado por Ramón Gómez Villafranca, en 1908, al general Macón, gobernador militar de Badajoz, junto a otros más, para ser depositados en el Museo de Infantería de Toledo, donde deberá conservarse. Aun cuando por su herida abierta no podía combatir, pero acompañando al ejercito de Extremadura en su marcha hacia Madrid llegó a Trujillo, alojándose en casa de unos parientes.
Sintiéndose muy grave, el 11-03-1809 hizo testamento en Trujillo, cuyo texto ya di a conocer en otro artículo. Dos días después falleció en Trujillo a los 29 años de edad, siendo enterrado al día siguiente, en un sitial de honor en la Iglesia de San Martín.
Su fallecimiento figura registrado al Folio ciento setenta y uno del Libro de Defunciones de la Iglesia Parroquial de San Martín de Trujillo, con el siguiente texto: "En catorce días del mes de Marzo del año Mil ochocientos nueve, se dio sepultura eclesiástica en esta Parroquia de San Martín de Truxillo, al cuerpo de Don Jacinto Ruiz Mendoza, Teniente Coronel de Guardias Walona, fallecido el día anterior, el que para morir recibió el Santo Sacramento de la Extremaunción; se le dijeron por su alma las misas de cuerpo presente, novena y cabo de año. Y para que conste lo firmo en la fecha y plaza "ut supra". J. Rigueros, Rubricado".
En Trujillo permanecieron sus restos 100 años. Al cumplirse el centenario de su muerte se le tributó un gran homenaje nacional al igual que antes se había hecho con los capitanes Daoíz y Velarde, y la reina Regente Dª Mª Cristina ordenó el traslado de sus restos a Madrid.
El presidente de la Comisión nombrada para dicho traslado fue el coronel ceutí D. Federico Páez Jaramillo. El pueblo de Trujillo se oponía abiertamente a que se llevaran los restos a Madrid. En el Libro de Actas del Ayuntamiento de Trujillo se recoge la sesión del día 1-03-1909, dando cuenta de una carta del Centro Hispano-Marroquí de Ceuta excitando el entusiasmo de la Corporación Municipal para honrar al teniente Ruiz. Trujillo se adhirió a tan merecido y solemne homenaje nacional. Nombró una comisión local presidida por su Alcalde D. José Mª Grande de Vargas. El 14-03-1909 fueron exhumados los restos para ser trasladarlos solemnemente a Madrid, rindiéndosele los mayores honores. En la caja mortuoria destacaba una corona de flores con la inscripción: "El pueblo de Trujillo a Ruiz Mendoza".
Para acallar las protestas de los trujillanos por quererse llevar de Trujillo los restos del teniente Ruíz, el coronel Páez Jaramillo tuvo que hablarles así: "Por un azar de la vida vino Ruiz a morir en la bizarra cuna de Pizarro...Ceutí era Ruíz, como lo soy yo, y dispuesto como mi heroico paisano a morir por España idolatrada. Ruiz murió entre vosotros, entre los hidalgos y generosos hijos de Trujillo. Yo, en su venerada memoria, os prometo solemnemente hoy, empeñando en ello mi palabra de soldado, considerarme trujillano a mucha honra.
Por las cenizas sagradas de Ruiz os juro, que cuando pueda y cuanto valga lo pondré a vuestra disposición y mi modesta pluma, mi espada y los alientos de mi corazón los consagraré para pedir se haga justicia al pueblo sencillo, noble, hospitalario y digo que sabe amar a la Patria en silencio, que sabe sufrir lo mismo y que no pide nada. Me llevo, trujillanos, los restos de Jacinto Ruiz, pero ahí entre vosotros queda empeñada mi conciencia. Consideradme uno más, el que quiere ir entre los de delante, entre los que peleen, por conseguir todo aquello que os merecéis por vuestra historia, por vuestras virtudes y por vuestro patriotismo".
Los trujillanos acogieron los restos del héroe ceutí con la mayor pena y cariño, honrándolo con dignidad y honor.
Así es Extremadura y así son los extremeños. Lo que me produce extrañeza es que, después de 208 años de tan entrañable acogida y relación, Trujillo y Ceuta todavía no hayan sido declaradas ciudades hermanas, unidas por el recuerdo hacia el héroe teniente Ruíz, como otras veces he escrito.