Está en el aire la llamada del sol, que exhibe su pureza en los altares del atardecer. La luz desoye las distancias y el tiempo, y proporciona el saber allí donde se halle. De la luz puedes beber como si de agua de la fuente se tratase. Así, la luz lava las heridas en las contiendas del alma, pues en cierta manera el alma es luz, como el hielo es agua.
Hermosa es la luz, pues ante ella todos somos iguales. Germinan los deseos en las colinas de la luz, y sus llaves nos abren a la esperanza. El paisaje se llena de colores cuando la luz recuerda su estampa. Abanico de colores, tras la lluvia inesperada, cederá su trono a los reyes, o a quien descubra su fórmula, su magia.
En medio de la luz, la Ciudad Celeste, la ciudad del Alma. De fondo, una línea ancha representa el horizonte, y el Mar Nuestro recoge el testigo de la Historia.
De sus paredes almenadas nacerán reyes guerreros y justos de palabra, y sus ágiles naves recorrerán todas las sendas del agua en busca de los libros finales y de tesoros únicos, como la balanza que mide la realidad y los sueños.
Porque el sueño es luz. La luz es un sueño donde se completan y purifican los matices de una existencia deficitaria, de una vida cuya imagen está en continua formación.
Mal destino la ceguera sin alguien que vele por la recompensa. Queda fuera de todo orden, y de todo juicio aquel ciego, que al cabo de sus días, no logra ver al fin su lugar en la naturaleza, las formas que le acompañaron, y las estrellas que desafían a la gravedad hasta el final de la noche plena.
Hasta entonces, el escritor tendrá que descubrir con su magia los contornos de la existencia, las imágenes perdidas. Esto, con el sólo uso de las voces y de las reglas. Entonces, ¿cómo convertir en palabras la belleza? ¿Cómo acercar las estrellas hasta hacerlas sensibles al tacto? Mediante la paz.
Porque la luz también es paz. La paz acude a su reclamo. Los hombres de Ceuta guardarán el secreto de la luz en el alma hasta el día de su entrega, cuando la luz se libere y vea por fin su infinito, entre palabras de amor y gestos de certeza.
No elijas un destino distinto al de las noches con estrellas. Es lo único que te pido en este efímero despertar.
Posdata: Se ha incorporado al mini grupo de redacción de Acefep Juan Ramón, quien me ha dado a conocer un viejo proverbio: “ La felicidad es como una mariposa; si la intentas coger se escapa, pero si te quedas quieto puede que se pose en ti.” ¿Tendrá razón?