Llevaba mucho tiempo teniendo la sensación de que alguien me estaba espiando. O por lo menos a mí me lo parecía. Cuando miraba hacia atrás e incluso hacia los lados, comprobaba que no había nadie. Yo no soy persona de tener miedo. Menos de tener estas presencias. Estuve durante muchos meses con lo que se dice, “la mosca detrás de la oreja”. Pero todo se fue a agravar la noche que tuve un sueño terrorífico. Iba con el perro dándole una vuelta por la zona de Benítez. Ya eran las seis y poco de la tarde-noche. Hacía un poco de frío. Era lógico ya que era invierno. Por eso cuando empecé a soltar un vapor blanco por mis labios, no eché cuentas que podría ser algo anormal, sino todo lo contrario. Pero de repente sentí en mi oreja izquierda como si me estuvieran soplando. Me empezó a calentarse la misma. Yo seguía mirando hacia adelante ya que la verdad no podía, o mejor dicho, no saqué la necesaria valentía para hacer el gesto de pararme en seco y girarme hacia mi lado izquierdo.
Seguí hacia adelante aunque confieso que muerto de miedo. Mi única posición ante este estímulo negativo era el seguir mi ruta trazada y darme unos gramos de hombría. Ya la verdad que me quedaba poca. Pero no podía renunciar a ella. El perro empezó a ladrar. Yo le intente corregir. Pero él insistía, tiraba hacia a delante y luego se volvía hacia mi izquierda. Yo la verdad que me temía lo peor. Ya no sólo era yo el que tenía la sensación de que algo estaba mal por allí. Sino que tenía la colaboración necesaria de mi fiel amigo. Cuando pude controlar a mi mascota. Y reconozco que fue cuando me armé de valentía. Mire hacia atrás. Hacía mi izquierda. Ese lugar donde yo sabía que había algo que me estaba siguiendo. Y fue cuando observé la imagen más horripilante que jamás había visto en mi vida.
Ahora estoy más tranquilo y quiero darte todos los detalles que pueda recordar. Aunque la verdad no quería volver a hablar de ello y sabes que te lo cuento por que he leído cosas tuyas por este medio escrito. Era una cosa. No puedo decir qué podría ser. Tenía una cara alargada. Parecía entre un lobo y un caballo. Era completamente negro. Los ojos resplandecían. Pero también eran negros. Tenía una melena de color negra. Como si fuera una cresta por la parte de arriba y por los lados rizado. También le brillaba. Al principio fue sólo lo que vi. Lo único que me puso de los nervios fue cuando me enseñó los dientes. Parecían unos sables grandísimos. Estaban puestos como de la forma de un caballo. Pero no eran tan anchos. Eran mucho más finos pero me dio una impresión tan grande que volví la cara y salí zumbando del lugar. Estuve corriendo no creo que más de diez minutos. Si yo corría, mi perrito lo hacía mucho más. Me daba cada tirón que opté por soltarlo. Pero era imposible de llevar el ritmo tan trepidante que mantenía el cuadrúpedo. Así que afloje mi tren y aunque seguí mi marcha pero con una constante más baja.
No quería ser sorprendido por la ‘cosa’ por un desfallecimiento. Y si debía luchar tener un poco de fuerzas. Aunque pensando en frío, ¿qué garantías tenía ante una lucha con ese monstruo? Sólo tenía una cosa metida en mi cabeza: ¿qué era lo que había visto hacia tan sólo unos instantes?
Esa figura que me sacaba tranquilamente casi un metro de altura. Y mira que yo no soy bajito, sino creo que tengo una media alta. Mido uno noventa y cinco y todos me llaman ‘el chiquitín’.
Fue una escena, vuelvo a decirlo, muy fuerte. Todavía no me he recuperado de ella. Y si te digo que para evitar males tan traumáticos como los vividos cuando salgo a dar una vuelta por ahí para intentar liberarme de mis cosas, intento siempre ir con alguien más. De mi familia o algún conocido o vecino. Es creo una buena forma de evitar tener este susto otra vez en solitario. Ya se que me vas a decir que cuántas veces lo he vivido. Pues la verdad que unos pocos de sueños han sido. Y la periodicidad es muy difícil de evaluarla. Cuando quiere y en el momento que quiere. A mí la verdad que me da mucho miedo. Mi mujer me dice que gracias a este incidente estamos mucho más unidos.