El recorrer senderos poco transitados puede traer sorpresas, unas veces gratas, como la de descubrir parajes olvidados en los que un arroyo sorprendente canta su eterna y rumorosa melodía o unos vetustos alcornoques recortan su silueta sobre el azul del cielo pincelado por las guedejas de unas nubes despistadas. Otras, sin embargo, dejan un poso de amargor, como son los infames vertederos o las pintadas callejeras que decoran cualquier muro y que generalmente sirven para indignar con o sin conocimiento de causa, a quien las lea.
Tal es el caso de algunos de los numerosos y amenazantes avisos que decoran las fachadas de edificios céntricos de la Barriada Príncipe Alfonso, por cuyas calles tuve ocasión de transitar el pasado sábado, camino del Fuerte Mendizábal. La lectura de los mensajes no solo me molestó por su basta ejecución, sino que me asustó, como me ocurriera hace ya muchos años leyendo las advertencias de ETA transmitidas por el mismo sistema en los muros del casco viejo de San Sebastián. Son testimonio de una acción orquestada que justifica el silencio de los vecinos honrados – una inmensa mayoría- ante las investigaciones de las policías que tratan de poner orden en el barrio. A quienes llevan a cabo las pintadas “No les gustan los confidentes”.
El descaro de estas advertencias tiene su origen en la impunidad con que actúan las bandas mafiosas que se refugian en las intrincadas callejas del barrio, tras provocar y agredir a las fuerzas de orden público que arriesgan sus vidas en un medio castigado por el miedo.
Surge este comentario a raíz de la lectura de El Faro de hoy, en la que se informa que “UN GUARDIA CIVIL ESTUVO A PUNTO DE SER LINCHADO EN EL PRÍNCIPE EN UNA VIOLENTA EMBOSCADA”, guinda que decora el pastel de graves agresiones a autobuses de servicio público, y a policías y bomberos que son atraídos a determinados lugares previamente elegidos. La peligrosa y gravísima encerrona del Sábado colma el vaso de los despropósitos y muestra la imperiosa necesidad de tomar medidas rigurosas para imponer orden en la zona, ampliada a la Loma Colmenar, lugar actualmente muy frecuentado por los ciudadanos que se desplazan al Hospital Universitario, y que en un próximo futuro tendrá una población estable de importancia.
El 13 de Octubre del pasado año en un artículo titulado “EL ACCESO AL HOSPITAL UNIVERSITARIO”, escribía: …”no puedo menos que pensar en los miedos que habrán de pasar quienes tengan que acercarse al Hospital durante la noche, teniendo que atravesar lugares de poco o ningún tránsito, en los que con frecuencia agentes de la autoridad, uniformados y armados, están siendo agredidos por gente incivil y desconsiderada. ¿Se habrá pensado en montar un servicio permanente de vigilancia para evitar cualquier agresión a los usuarios y funcionarios de la Institución y a quienes vayan a instalarse en la nueva barriada?... Añado ahora: ¿Está el Hospital Universitario y su zona de influencia, debidamente protegidos ante cualquier contingencia adversa?...
Desde el punto de vista policial debe resultar harto complicado implantar medidas de orden público, especiales, que puedan representar un agravio para los vecinos de cualquier barrio; a pesar de lo cual entiendo que tales vecinos tienen también todo el derecho del mundo a vivir en paz, sin miedo a quienes se han apoderado de sus voluntades.
De ahí que, una vez más, vuelva a reclamar que quienes tienen en sus manos la misión de velar por el orden público hagan lo necesario para instaurar la confianza en los ciudadanos de buena voluntad , y apliquen sin demora el rigor de la Ley en los lugares sometidos al ardor guerrero de las mafias.